Culto

Un retrato emocional: las claves del documental de Jeff Buckley que arrasó en In-Edit

El trabajo de la directora Amy Berg presenta un retrato del músico, concentrado en los testimonios de quienes le conocieron y en las mujeres más cercanas de su vida. Lo traza como un artista sensible, con sus demonios y tensiones, y aborda su muerte sin entrar en alguna tesis.

Jeff Buckley

“¿Mis principales influencias musicales? El amor, la ira, la depresión, la alegría... y Zeppelin”, comenta Jeff Buckley en un extracto de una entrevista de 1995. Eran los días en que era buscado por los medios, por la repercusión que estaba logrando con su sorprendente disco debut, Grace, y había interés en conocerlo. Era un personaje que asomaba misterioso, sensible y de una conmovedora capacidad como intérprete.

El interés también se sostenía en la curiosidad de que Jeff era a su vez hijo del cantautor Tim Buckley, pero apenas le conoció. De hecho, la situación no le resultaba cómoda, pues el padre le abandonó a los meses de nacido. Esa fue una de las tensiones que recoge el nuevo documental It’s never over, Jeff Buckley.

Estrenado con aplausos en enero de este año, durante el festival Sundance, el documental acaba de emitirse por primera vez en Chile en el marco del Festival In-Edit. Se trata de un interesante retrato del músico, fallecido sorpresivamente en 1997, en voz de quienes le conocieron.

Jeff Buckley

El trabajo de la directora Amy Berg, quien ya acumula experiencia en el género con su trabajo sobre Janis Joplin (Janis: Little girl blue), traza un perfil de Buckley que aborda algunos hitos de su vida, enlazados en torno a su obra. La ausencia del padre, la personalidad de Mary Guilbert, la madre (hija de inmigrantes panameños), como un factor que explica su interés temprano en la música y traza ciertos aspectos de su personalidad, al abordar la relación profunda y honesta entre ambos.

Guilbert, recuerda que escuchó a Jeff cantar por primera vez cuando aún estaba en una cuna, armonizando con la música que salía de la radio. También rememora la vez que llevó al chico a conocer a su padre a un show. Hitos que de alguna forma trazan un relato que perfila al artista como un hombre sensible y de una personalidad fluida, que no tenía problemas en emular a cantantes femeninas en una era de rock alternativo cargado de testosterona.

Un eje interesante, es que el documental centra el protagonismo de los testimonios en las mujeres clave de su vida; la madre Mary Guilbert, y sus parejas, Rebecca Moore, quien fue testigo de los primeros pasos de Jeff en Nueva York, y la artista Joan Wasser, su compañera en los días de la fama.

Jeff Buckley

Ellas permiten comprender al artista desde el amor, como experiencia filial y romántica, lo que a su vez trasunta en su obra. De alguna manera, sitúa el origen de la carga emocional de Grace, su único disco publicado en vida. Un cuerpo de canciones intensas concentradas en la interpretación vocal, que llamaron la atención desde los días en que cantaba en el café Sin-É.

El documental aborda algunos temas secundarios, como su ecléctico gusto musical; desde Judy Garland hasta Led Zeppelin, pasando por Nina Simone y Nusrat Fateh Ali Khan, hasta Soundgarden (un detalle interesante es su amistad con Chris Cornell, con quien compartía una sensibilidad) y recónditos discos de Bill Evans y Shostakovich, lo que le daba una amplia cultura.

El retrato emocional de Buckley detalla el tenso y ambivalente vínculo con el padre, Tim, a quien apenas conoció. A pesar de que no quería participar en un homenaje a él, fue ese hito el que le dio un primer relumbrón de visibilidad. Por lo mismo, no podía evitar ser consultado por el tema en entrevistas; en un clip de archivo, un entrevistador le pregunta qué heredó de su padre, a lo que Buckley responde rotundamente: «Gente que recuerda a mi padre. Siguiente pregunta».

Jeff Buckley

También es interesante escuchar los testimonios de quienes le acompañaron en el escenario, como Matt Johnson, el baterista de la banda de apoyo de Buckley quien lo recuerda a los 29 años diciendo que ya había sobrevivido a su padre. Se detalla el proceso de creación de Grace, aunque de manera algo sucinta. Probablemente era algo que merecía mayor atención.

En cambio, se aborda la tensión que le produjo el éxito y la subsecuente presión personal, y de la industria, por explotar el reconocimiento logrado por Grace, con la publicación de un segundo disco. Allí se profundiza en que la fama incomodaba al artista, lo que permite comprender por qué se había tomado tanto tiempo en trabajar en ese esperado (y nunca grabado) siguiente álbum. “Sin vida ordinaria, no hay arte”, dice una voz en off.

Por lo mismo, al abordar su muerte, ocurrida el 29 de mayo de 1997 (el mismo día en que los músicos de su banda llegaban a la ciudad para grabar el segundo disco), el relato se ciñe estrictamente a los hechos; que Jeff, vestido, se sumergió en las aguas del rio Wolf en Memphis, cantando Whole lotta love de Led Zeppelin, y nunca más emergió. Pero se detiene en algunos detalles previos; la búsqueda de tranquilidad, las imágenes sombrías en sus letras, las llamadas que en las dos semanas previas dedicó a casi todos sus conocidos; el desgarrador mensaje final que le dejó a su madre. No menciona la tesis del suicido, pero de alguna forma la deja flotando en el aire. Tampoco plantea una suerte de martirio de un alma demasiado pura para este mundo, simplemente, lo aborda como la tragedia que fue, dejando un montón de preguntas inconclusas, un poco, en paralelo con su obra.

Tras dos exitosas funciones en el marco del In-Edit, se espera que el documental It’s never over, Jeff Buckley llegue a la plataforma HBO Max.

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