10 años del Botox: la medicina que cambió el rostro del mundo

<P>Partió como el primer tratamiento rápido e inocuo contra las arrugas en las mayores de cuarenta. Pero también sirvió para dar rienda suelta a la obsesión por la juventud: hoy, las mujeres menores de 35 años son un grupo importante de usuarias. Y lo usan para prevenir. </P>




Hace una década se encendió la mecha. En abril de 2002, la FDA de Estados Unidos aprobó el uso cosmético del Botox, del laboratorio Allergan, que ya llevaba más de 10 años en el mercado tratando desórdenes musculares ópticos. La revolución había empezado. En muy poco tiempo, y en gran medida gracias a las características de este tratamiento, millones de mujeres de todo el mundo pudieron por fin materializar su obsesión por la belleza y la juventud, que hoy alcanza su punto más alto.

Porque si bien desde finales de los 70 la cirugía estética era una opción para quienes querían verse más jóvenes, el procedimiento entrañaba riesgos, un lento proceso de recuperación y, por sobre todo, era muy caro. El Botox o toxina botulínica (por su nombre genérico), en cambio, prometía inmediatez y un procedimiento tan inocuo como efectivo: en quince minutos y unos cuantos pinchazos en la frente y alrededor de los ojos, una mujer podía llegar a verse 10 años más joven en sólo una semana.

Pero a una década de su estreno en sociedad, muchas cosas han cambiado. El Botox dio rienda suelta a la obsesión moderna por la juventud a tal punto, que ya no son sólo las mujeres de más de cuarenta o cincuenta las que recurren a este procedimiento: hoy, las de menos de 30 también se han convertido en fieles asiduas a esta terapia. Así lo reveló la última encuesta de la Asociación Americana de Cirugía Plástica, cuyos resultados son muy parecidos a los de Chile según diversos especialistas consultados (porque no hay cifras oficiales). La investigación registra que en 2011, el 20% de los procedimientos fue realizado a personas menores de 34 años.

Luz María, a sus 27, este año sumó su segunda intervención con Botox. Le gustó cuando lo vio en una amiga, así que en cuanto comenzaron a asomar las primeras arrugas en sus ojos, no lo pensó dos veces. "Es mejor prevenir", dice. En su entorno, asegura, sólo su mamá se enteró. Ni su pololo de hace dos años lo supo. "¿Te cambiaste el peinado?", fue lo único que le comentó. "Es mejor no decirle a nadie", reflexiona Luz María, pero ella sí siente la diferencia: "es como la sensación de estar más flaca luego de haber hecho dieta por un año. Me aumentó la autoestima, pero ahora ya no me puedo ver con arrugas, así que me lo voy hacer siempre".

Es precisamente esta fijación con un rostro joven la que ha llevado el tratamiento al extremo: hoy no sólo se utiliza el Botox para reducir o acabar con las arrugas, sino que los médicos también lo recomiendan como un mecanismo de prevención. El principio es el siguiente: si se inmoviliza el músculo antes de que la arruga que se forma con el movimiento se fije en el rostro, se retrasará su aparición. Sin embargo, esto no es eterno. Daniel Jacubovsky, cirujano plástico de la Clínica Las Condes, señala que si bien a esta edad se puede usar el Botox para suavizar el trabajo muscular, no debería ser la norma: "Existen personas que si lo usan por mucho tiempo, presentan resistencias y con el tiempo requieren de dosis mucho más altas". Y se convierten, a la larga, en esos rostros saturados de toxina que no pasan por naturales y donde cualquiera puede advertir los rastros inexpresivos del tratamiento.

Porque, si bien hoy el uso de la toxina botulínica puede ayudar a muchas personas a sentirse mejor consigo mismas, también puede esconder una preocupación desmedida por la apariencia, de la que es sólo un primer paso. Alitza (32) se aplica la toxina desde hace dos años y hoy pretende hacerse una liposucción, sin descartar la idea de más cirugías en el futuro, "en la medida en que las vaya necesitando".

La fórmula del Botox es simple: actúa bloqueando la producción de acetilcolina, la sustancia química transmisora de los impulsos eléctricos nerviosos y que permite la contracción de los músculos. Tan simple, que según la doctora Vierocka Tomulic, dermatóloga de la Clínica Dermovein, cada vez es más frecuente ver en la consulta a madrinas, novias y mujeres que recién están empezando a salir con alguien y que sencillamente quieren verse bien. O sea, lejos de la invasividad de un procedimiento médico, la aplicación de Botox se ha convertido en un trámite equivalente a comprarse un vestido para una ocasión especial.

Hombres preocupados

En este escenario, no resulta tan extraño que los hombres también estén experimentando con este método. Hoy se estima que ellos corresponden a cerca del 8% de los procedimientos en Chile, aunque sus razones son tan diversas como sorprendentes. Muchos se han liberado de prejuicios y aceptan sin reparos su preocupación por la apariencia, es cierto, pero otros lo hacen por desesperación. Según la dermatóloga Viviana García, de Clínica Indisa, el grupo de más de cincuenta años reconoce tener miedo de perder el trabajo por verse viejo. Otro porcentaje llega aconsejado por sus abogados antes de enfrentar un juicio: "Se les dice que puede ser beneficioso aplicar Botox para tener un rostro más joven y que no se les vea el ceño muy fruncido", comenta García.

Marco (46) trabaja en un banco atendiendo público y sentía que las marcadas arrugas en su frente podían ser una desventaja importante. Hace un mes y medio asistió a la consulta del doctor Mauro Porcia en la Clínica Los Dominicos y se entregó al Botox. Cuenta que fue un asunto más en el día. "Yo lo hice, ya, no marcó un hito, no me cambió la vida, ni nada. Se trata de pegarte una arregladita, hacerte un cariñito". Pero, aunque reconoce no tener problemas con lo que otros puedan pensar acerca de su decisión, nunca les contó a su papá ni a su señora, aunque sospecha que ella lo sabe.

Entre los jóvenes también se está popularizando la prevención. A Pablo (26), ingeniero comercial, le molestaba particularmente la arruga que se le formaba en el entrecejo. Se puso Botox por primera vez el año pasado. Está convencido de que fue la mejor decisión y que, más allá de las bromas de algunos de sus amigos, toda su familia se lo ha tomado con naturalidad. "Ahora hasta mi mamá tiene ganas de hacerlo. A mi polola también le llamó la atención. Después de que yo me lo hice hemos conversado sobre el tema e investigado juntos. La clave siempre es mantenerse informado de lo que está pasando en la medicina".

Comenta

Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.