10 razones por las que la gente se va de Chile
Andrónico Luksic, que dijo que no se va del país, y sobre todo Hernán Buchi, que dijo que sí por la incerteza jurídica, abrieron una conversación controvertida. Diez personas, que partieron en los últimos años, explican qué los hizo hacer sus maletas
Juan José Díaz (43)
Abogado
¿Cuándo y por qué te fuiste a Bali?
Partí yo primero en marzo de 2006 y dos meses después llegó Manuela con nuestra hija Amalia, de tres años. Fue por razones completamente opuestas a las de Büchi, es decir, el exceso de certezas y seguridades en que vivíamos nos estaba ahogando. Amalia nació con espina bifida y todo nuestro entorno estuvo siempre muy cerca (es impagable tener familias cerca), pero esa sobreprotección, ese sistema de búsqueda de seguridades financieras, de preguntas sobre el futuro mío, nuestro y de la Amalia nos estaba a punto de reventar.
¿Por qué a Bali?
Yo había quebrado en un negocio de vinos y mi mayor acreedor me había absorbido para permitirme trabajar y pagar mis deudas. Ahí aprendí un cerro y empecé a venderle vino chileno a un señor que vivía en Bali y compraba para tomárselos en su casa de veraneo. Nos conocimos y me propuso irme a desarrollar una importadora y distribuidora de vinos. El negocio mutó debido a un millón de razones y desde hace cinco años producimos vino en Indonesia a partir de jugos que importamos desde Chile y Australia, así no pagamos el impuesto de importación (casi 180 por ciento) y tenemos un vino barato para los nuevos consumidores. Se llama Plaga y ha hecho honor a su nombre.
¿Cuánto cuesta instalarse en un país como Indonesia?
Depende de tu bolsillo y tus gustos. Nosotros llegamos casi con lo puesto. Para poder optar a la visa nos pidieron hasta muestras del ADN de nuestra perra. Fue un infierno y lo es año a año cuando la renovamos. Esto es el Tercer Mundo sobrepoblado y no quieren más expatriados. Esas restricciones se repiten en todo tipo de cosas y por supuesto que en los negocios. Aquí no existen certezas jurídicas ni legales ni espirituales.
¿Qué te ofrece ese país que no te ofrezca Chile?
Vivimos en una casa expuesta a la naturaleza, nuestra puerta está siempre abierta y entran los vecinos balineses. No hay violencia ni sistemas de seguridad. No tenemos tele así es que no sabemos de la guerra de las teleseries ni del rating de TVN. Las niñitas son trilingües, van a colegios sin PSU ni SIMCE (¿aún existe?) y vivimos rodeados de las más amplia fauna de razas, colores, costumbres y religiones en completa tolerancia y armonía. No tenemos ningún compromiso estúpido al que "hay que ir" ni decepciones con las isapres, las AFPs o el Servel. Aprovecho de decir que las isapres y el sistema de salud chileno nos siguen decepcionando: aunque vivimos al otro lado del mundo desde hace 10 años aun pagamos mes a mes la isapre porque si dejamos de hacerlo y volvemos a Chile, ninguna aceptará la preexistencia de la Amalia.
¿Por qué para una familia con una hija con una discapacidad Bali es un lugar más amable para vivir que Chile?
En términos de "acceso" no lo es. Acá no hay casi veredas ni rampas ni ascensores ni accesos ni estacionamientos para discapacitados. Pero la Amalia es feliz acá y nosotros también. Cuando tienes un hijo con discapacidad y piensas en el futuro (permanente preocupación chilena), entras de lleno a un estado de angustia y desolación. Los balineses viven en un eterno presente y eso ha sido un aprendizaje grande para nosotros y no caemos en el juego del "qué va a pasar si". Estamos cobijados, protegidos, aguachados por una familia balinesa que trabaja en nuestra casa y nos ayudan con ella, la mueven de acá para allá y la tratan como a un igual. Acá abunda la sonrisa, el gesto amable, los actos de nobleza (también de barbarie a veces, aunque no nos tocan) y eso se agradece cuando vives con un hijo con dificultades. No hay especialistas ni nada de eso con lo que algunas clínicas chilenas hacen su mejor ganancia, pero con un control anual en Chile ha bastado. El mero acceso a edificios públicos o la estación de metro no es suficiente para catalogar de amable a un lugar. La gente debe serlo también y Chile deja bastante que desear en este aspecto. La mayoría esencialmente ignora una silla de ruedas.
¿Piensas volver?
Es una pregunta que nos hacemos a cada rato. Hace unos años decía que nunca más. Hoy estamos dispuestos a entrar y salir, a tener una pata allá. No nos imaginamos volver ni a Santiago ni de manera permanente ni a pasar el invierno. Tampoco nos gustaría abandonar Asia por completo. Estamos tratando de descifrar la mejor manera de estar en los dos lados. La teletransportación es una alternativa.
¿Con qué clase de incertidumbre te toca lidiar allá?
De todo tipo. Todos los días. Acá nada es muy seguro. Todo tiene dobles interpretaciones o sentidos, nada en Bali, en Asia, es tan claro y definido. Las leyes cambian sin que te enteres, como expatriado un día puedes ser dueño de algo y al otro no (Adam Smith se retuerce en su tumba). Es una zona gris. La casa que tenemos está arrendada por 25 años pagados al contado. La arreglamos entera bajo un contrato de arriendo que pesa menos que un paquete de cabritas. Cuando contamos esto en Chile, donde todos están vueltos locos con sus dividendos como fuente última de seguridad, no lo entienden. Pero si lo tuyo es la certeza a rajatabla, me imagino que tu país entonces es uno del primer mundo. Yo prefiero esto, es más vivo, suelto, menos frío, requiere altos niveles de confianza y por qué no, ya que estamos en Bali, algo intangible como el buen karma.
Marcelo Vargas (40)
"Con Sebastián Cáceres, mi marido, que es diseñador, estábamos dándole vueltas a la idea de buscar nuevas oportunidades de trabajo y de vida. Pero teníamos una hija de seis años y no podíamos partir sin algo concreto. A un amigo, que administraba un campo lechero en Puerto Varas, le ofrecieron venirse a Nueva Zelanda de asistente en una lechería. El rechazó la opción, pero nos dijo que la tomáramos nosotros. Con mi marido enganchamos altiro con la idea de vivir en el campo y de que la Laurita creciera en un país desarrollado. Nunca habíamos entrado a una lechería, ni nos habíamos acercado a una vaca pero resultó que no era necesario tener experiencia, así que quedamos seleccionados. Eso fue en marzo de 2008 y en junio teníamos que partir. Antes viajamos al sur para aprender lo básico como ordeñar.
Nueva Zelanda es un país caro y el tema migratorio no es fácil. Llegas con una visa de turista y después tienes que postular a una de trabajo -con una oferta en la mano- que cuesta muy cara (entre papeleos, exámenes médicos y traducciones son al menos 700 dólares por cada uno) y que sólo dura dos años. En nuestro caso, la casa está incluida en el contrato, pero en promedio una casa sin grandes lujos cuesta alrededor de 350 dólares semanales. El supermercado, la fruta y la verdura, es carísimo.
Los colegios son prácticamente gratis y los papás participan activamente en las actividades para recaudar fondos... Mi hija está en secundaria y pago el equivalente a unos cincuenta mil pesos chilenos al mes por uno muy bueno. Este es un país donde las cosas funcionan, muy limpio y ordenado, donde no existe discriminación y el bullying en los colegios está exageradamente controlado. Los niños casi no tienen tareas y aprenden desde muy chicos a ser disciplinados y dar sus puntos de vista. El deporte es muy importante y las escuelas rurales son a todo trapo, con piscina temperada, calefacción central y IPad y computadores.
Nos hemos sacado la mugre trabajando, pero ha rendido sus frutos. Sebastián pasó de ser asistente a estar a cargo de 900 vacas y nuestra meta es lograr nuestra propia empresa. Empezamos a las tres y media de la mañana y se ordeña dos veces al día. Yo cuido a los terneros, son cuatro o cinco meses al año full time, de ocho de la mañana a diez de la noche en condiciones muy extremas de frío y nieve. Pero me encanta, son unos meses de aperrar, pero después puedo disfrutar a mis hijos… aunque en la época pesada no hay nana ni nadie de la familia que te ayuda, así que tengo que salir con los niños encima y después llegar a la casa y hacerme cargo de la comida, el orden y la limpieza. Mis dos hijos menores (Clara de seis y Rafael de tres años) nacieron acá, por parto natural, sin anestesia y en un hospital público, gratuito y con el nivel de atención de la mejor clínica privada chilena.
Este es el lugar donde quiero que mis hijos crezcan y donde quiero envejecer. Quiero mucho a Chile, pero no me interesa volver, porque me apenan muchas cosas que están pasando, sobre todo la delincuencia".
Carmen Gloria Andrews (39)
Arquitecto
Se fue rápido y no tan pensadamente. A los 10 días de entregar su proyecto de títuloen la Universidad de Chile conoció a través de una amiga azafata a un arquitecto suizo que quería armar una oficina internacional en su país. Le hizo una entrevista y le ofreció ir a probar por tres meses. "No lo pensé mucho, lo hice". La ayudó venir de una familia de trotamundos. "Mi papá vive en México, mi hermana en Francia y mi mamá en Chile, pero en la playa".
Hoy, más de trece años después, sigue allá. Antes de que terminara su período de prueba le ofrecieron contrato y su pololo la siguió. A los dos años se enfrentaron a una encrucijada. Ella tenía pasaporte francés, él no, y no le renovaron el permiso para quedarse. "O nos vamos de vuelta, o nos separamos o nos casamos", dice que pensaron. A los 21 días y contra el tiempo estaban casados. "Pensamos que iba a ser sólo un trámite. Partimos casi solos, pero cuando se abrieron las puertas del Registro Civil estaba toda mi oficina esperando en la calle, con regalo, torta de novios, y se armó una gran fiesta. Fue muy emocionante". Ahora con tres niños (el mayor de ocho) agradece estar en ese país donde entre otras cosas, hay mucha flexibilidad laboral. "Trabajas por porcentaje, 100, 80, 60, 50 por ciento de la semana, ya sea porque quieres tener tiempo con tu familia, estudiar o tener más tiempo libre". Ella está contratada dos días y medio a la semana. Hace un tiempo vino a Chile y con su marido visitaron algunas oficinas para ver cómo sería su vida aquí. "Me di cuenta de que son super rígidos con respecto a horarios. De tal hora a tal otra. Aquí el sistema está basado en la confianza, en que vas a hacer lo que tienes que hacer". Dice que hay aspectos difíciles en Zurich: que la vida es intensa, que no tiene ayuda ni red familiar, hay que aprender el idioma, el suizo alemán, las normas de vida y que estar lejos significa perderse cosas importantes. "A cambio está todo lo demás: asumir tus propias decisiones, elegir tu lugar, darles a tus hijos la posibilidad de ser parte de una sociedad muy equitativa e integral, compartir conmuchísimas culturas, entender que el ramo religión no es la Iglesia Católica, y que si tu vecino está bien, tú también".
Jorge Armanet (42)
Ingeniero Agrónomo
"No encontré espacio para LAs ideas que tenía”
Tras estudiar un máster en medios digitales en Londres y otro en Universidad de Cambrige y volver a Chile, en 2009 partió de vuelta a Gran Bretaña con su mujer y su hijo de tres meses para empezar un doctorado. A poco andar renunció a los estudios para fundar, junto a un cirujano inglés, una empresa llamada HealthUnlocked, una red social que, en vez de centrarse en los amigos o las relaciones profesionales como Facebook y Linkedin, ayuda a las personas a contactarse con otros que tienen problemas de salud similares a los suyos. Los usuarios dejan información que la empresa transforma en contenidos o recomendaciones para los mismos pacientes, pero también para doctores, hospitales o el servicio público.
¿Por qué te fuiste?
Porque en Chile no encontré espacio para las ideas y ambiciones que tenía. Fue una combinación de circunstancias, espíritu aventurero y también de la forma en que quería hacer familia.
¿Cómo es montar una empresa en el mundo desarrollado?
Desde el punto de vista legal es simple. Desde el empresarial, es sumamente competitivo. En el Reino Unido el año pasado se crearon 600 mil nuevas empresas. Más de una por minuto. Y como inmigrante, no conoces a nadie y tú tampoco eres nadie.
¿Por qué no hacerlo en Chile?
No creo que hubiera sido posible hacer HealthUnlocked allá. La excesiva concentración de los mercados que, sumada a la escasez de capital de riesgo, una baja oferta de talento y una fiscalización poco eficiente hacen muy complicado que surjan innovaciones de alto impacto y alcance.
¿Lo difícil de estar allá?
En lo profesional la competencia, el estrés y la falta de contactos; a uno le puede tomar mucho más tiempo que a un local lograr validación y la validación es importante para conseguir capital y clientes y, mucho más importante, para poder liderar equipos de gente talentosa. En lo personal, el mismo estrés de la supervivencia y el esfuerzo hace a veces difícil llevar la casa y todo el trabajo que implica la crianza (he tenido tres niños al mismo tiempo que hemos levantado la empresa).
¿Cómo le va a HealthUnlocked?
Es una empresa relativamente chica aún, pero nos ha ido bien. Es la plataforma social de salud más grande del mundo y la única integrada a hospitales (más de 80 en el Reino Unido). En ingresos estamos creciendo sobre el 120 por ciento anual y doblamos el equipo cada 12 meses. El próximo mes abriremos nuestra primera oficina en Nueva York. Y estamos demostrando con estudios científicos que HealthUnlocked mejora la calidad de vida y los resultados clínicos de nuestros usuarios generando ahorros dramáticos al sistema de salud.
¿Piensas volver?
Uno siempre lo piensa. Pero Londres está muy lejos de Chile. En todo sentido. En el último tiempo hemos podido conversar con gente allá, explorar proyectos que se puedan hacer en paralelo y acercarnos un poco más.
¿A qué tipo de incertidumbre te enfrentas allá?
En menor o mayor grado, a las mismas que todo el mundo: financieras, intelectuales, existenciales y todo lo que se mueva. Ahora, sobre la discusión a propósito de Buchi, me parece que refleja un poco el estado de certeza con que algunos viven en Chile. Saber si te van a cobrar un poco más o un poco menos de impuestos es importante para los empresarios. Hasta donde yo sé, en todo caso, es bastante claro en Chile lo que te cobran o no te cobran. Más si tienes acceso a buenos abogados y contadores. Pero incertezas fundamentales que te hacen tomar decisiones de vida, a mi modo de ver, son otras. Es cosa de ver a los inmigrantes sirios esperando en las fronteras. Querer irse de Chile no tiene nada de malo pero querer irse por incerteza tributaria me parece desproporcionado.
Florencio Ceballos (44)
Sociólogo
“Había demasiadas certezas jurídicas”
Me vine a Canadá porque quería trabajar en temas de desarrollo internacional y desde Chile cuesta hacerlo. Tuve una oferta de la International Development Research Centre (IDRC), una agencia de cooperación canadiense, y en 2005 llegué a Ottawa con una visa de trabajo que lDRC me ayudó a tramitar.
En lo personal, contrariamente a Büchi, me vine porque había demasiadas certezas jurídicas de que las cosas no iban a cambiar. Que el país en el que yo quería vivir -con mayores libertades e igualdad- no se iba a lograr.
Estoy casado y tengo dos hijos, de cinco y nueve años, que nacieron en Canadá. Tengo una vida que es bien distinta a la de un profesional que hace lo mismo que yo en Chile: aquí uno usa mucho más servicios públicos, como salud, educación y transporte. Tienes menos privilegios y menores posibilidades de tener ayuda doméstica. Tengo jornadas de trabajo más razonables y si me quedo un día sin pega o se enferma alguien en mi familia no se me viene el mundo encima en términos económicos. Hay una red básica de soporte que funciona y te da tranquilidad. Pero hago el aseo de mi casa y podré tener mejor sueldo que un obrero, pero hacemos la misma cola en el hospital. Me vine buscando eso, me sedujo que fuera una sociedad más democrática.
De Chile echo de menos la vida social, la familia y los amigos, pero vamos bien seguido. También me parece atractivo, con todos sus problemas, el proceso que está viviendo: las grandes reformas, el replantearse algunos elementos centrales del modelo de desarrollo.
No sé si eso sea razón suficiente para volver, pero es justamente una de las razones por las que me fui. No era un país atractivo para alguien que quería ser un ciudadano activo, era frustrante.
Aun así no tengo considerado instalarme en Chile por el momento. Cuando uno ya tiene hijos más grandes no puede tomar decisiones basado sólo en sus prioridades, y siento que ellos están más contentos en Canadá. Además, vivir hoy fuera del país no significa estar desconectado. Ves la misma tele, escuchas radio, está Twitter. Uno puede seguir participando de muchas maneras y ahora que ya podemos votar, espero poder participar en Ottawa en un cabildo sobre la nueva Constitución. Yo me siento, y soy, ciudadano chileno.
Jorge Zúñiga (36)
Doctor en biomecánica
“En Chile todavía existen los pitutos”
A sus 36 años, Jorge Zúñiga es una eminencia mundial en el desarrollo de prótesis biomecánicas. Su mayor orgullo es la Cyborg Beast, una mano artificial que se puede fabricar en cualquier impresora 3D y que le está cambiando la vida a muchas familias en el planeta. El modelo, creado junto a profesores de la Universidad Creighton, está disponible en el sitio web Cyborgbeast.org y ya ha sido descargado más de 120 mil veces. ¿Sus ventajas? Los planos son gratuitos y pueden adaptarse a pacientes desde tres a 62 años. Y cuesta sólo 50 dólares, cifra ínfima comparada con los 25 mil dólares que vale una prótesis tradicional.
Su avance, que también está siendo aprovechado en la Teletón, comenzó a gestarse cuando Zúñiga estudiaba en un liceo técnico de La Pintana. Él proviene un hogar de escasos recursos de El Bosque y uno de sus profesores notó su talento para las matemáticas y lo incentivó. Así llegó al Liceo Barros Borgoño y luego estudió Educación Física en la Universidad Cardenal R. Silva Henríquez. Durante un verano en que trabajó como salvavidas en El Quisco conoció a una estadounidense con la que se casó y se fue al país del Norte.
Viajó en 2004 y allá trabajó hasta de jardinero mientras convalidaba sus estudios y aprendía inglés. Se tituló de doctor en biomecánica y fisiología humana en la Universidad de Nebraska-Lincoln y pronto empezará a trabajar en un centro de la Universidad de Omaha , donde liderará el desarrollo de prótesis 3D.
¿En qué se diferencia la forma de pensar allá de la chilena?
En que los proyectos que se realizan apuntan a cambiar el mundo. Acá todos se creen el cuento y es muy competitivo. Lo más importante es que acá el trabajo se cuantifica basado en los proyectos que se completan y no las horas que se dedican. Lo único que importa son el conocimiento y las habilidades. Mi experiencia personal es que en Chile todavía existen los "pitutos", por lo que a veces el empleado sabe más que el jefe. Aún peor es que personas de origen humilde pero con grandes habilidades no reciben puestos específicos porque son ocupados por personas de clase más privilegiada pero con menos habilidades. Eso me pasó muchas veces.
¿Todavía nota esas diferencias?
Sí. En una cena que tuve en Chile hace algunos meses con ejecutivos de una institución muy importante allá se hablaba de los "flaites" de La Pintana y El Bosque y que eran una vergüenza para el país. Les pregunté por qué tenían esa opinión. Un ejecutivo dijo que "todos esos cabros son cortados por la misma tijera" y hasta que "deberían ser erradicados".
¿Qué les contestó usted?
Muy calmadamente les dije que esa fue una de las razones por las que decidí estudiar e investigar afuera. Yo fui un muchacho humilde de barrio y me costó que la gente con un cargo más importante me escuchara. Ahora soy un investigador reconocido a nivel mundial, pero por dentro siempre seré ese muchacho con la cara sucia a pie pelado jugando a la pelota con los cabros de la 'pobla'. Esta identidad me ha ayudado a enfrentar muchos obstáculos y cuando veo a muchachos de población veo a un diamante en bruto, al próximo científico.
¿Se ha planteado volver a vivir en Chile?
Sería difícil retornar. Mi esposa e hijos, el trabajo, y las oportunidades me hacen quedarme. Me gustaría ir por un año para que mis hijos tengan experiencias en Chile. Pero a vivir no.
Maximiliano Bello (41)
Veterinario
"Quería ser ciudadano del mundo"
"Soy veterinario y tengo un postgrado en manejo de Recursos Naturales. Desde hace tres años estoy en la oficina de Medio Ambiente de Pew en Washington. Tener recursos para hacer cosas; es maravilloso porque puedes avanzar de verdad. Acá decides dónde, cómo y qué vas a hacer en un lugar, y desde Chile eso es muy, pero muy difícil. Allá la conservación es una hermana pobre del desarrollo económico. Desde una ONG te rompes la cabeza buscando financiamiento y pierdes más tiempo en eso que haciendo campañas con las comunidades.
La conservación no tiene fronteras y desde Chile es muy difícil conectarse con políticas globales. Hoy las amenazas no son sólo locales. Por ejemplo, parte de mi trabajo ha sido buscar medidas para la conservación de los atunes en el océano Pacífico, debido a la fuerte presión de pesca industrial. A la vez trabajo con la Isla de Pascua, donde la comunidad busca protección de las aguas para resguardar esa especie que es típica, pero además quieren rescatar la tradición y la cultura Rapa Nui.
Me gusta la sensación de ser un desconocido. Soy hijo de la educación pública y estando acá te das cuenta de que en Chile hay gente capacitada para aportar y no necesitas venir de la élite para llegar a la toma de decisiones globales.
Sí echo de menos los completos, los asados de cordero al palo de mi papá -que vive en Villarrica- y trabajar con las comunidades, sin corbata. Soy el único latino entre más de 800 personas y extraño juntarse a tomar una cerveza porque sí nomás. Las reuniones son muy planificadas y el espacio personal es muy cuidado y riguroso. Voy al mismo gimnasio hace años y no he conocido a nadie. La gente no se pesca, cada uno hace sus ejercicios con audífonos y focalizado en lo suyo.
Me invitaron a un grupo de fútbol donde hay hartos latinos. Me metí para hacer amigos. En Chile nunca chutié una pelota. Jugamos en un parque al frente de la Casa Blanca. Allá es común que se te caiga la pelota en la casa del vecino, acá todavía no se nos cae en la de Obama".
Komal Dadlani (26)
" Un laboratorio para ti". Esa es la premisa básica que inspiró el nombre de la startup Lab4U (www.lab4u.co), creada hace tres años por Komal Dadlani e Isidro Lagos, ambos bioquímicos de la Universidad de Chile, junto al ingeniero en informática Álvaro Peralta. A través de varias herramientas, este emprendimiento busca convertir los smartphones en laboratorio de ciencia. Por ejemplo, su aplicación Lab4Physics aprovecha los sensores del celular para medir la aceleración, mientras que Lav4Biology permite usar el celular como un microscopio.
Su plataforma opera en más de 12 colegios nacionales, mientras que profesores en Argentina, Colombia, Perú y México ya prueban el formato. Hace aproximadamente un año, y gracias al apoyo de la empresa de videojuegos Zynga y su fundación Zynga. org -uno de los los inversionistas de Lab4U-, los creadores de la start up emprendieron rumbo a Silicon Valley y hoy tienen una sede en San Francisco. Allá promueven los negocios de la empresa y el uso de sus herramientas en algunas escuelas locales, mientras que el desarrollo de la tecnología sigue estando en Chile.
Dadlani cuenta que el momento de partir se volvió evidente ante el claro consejo de un asesor de Lab4U: "Me dijeron que teníamos un Ferrari pero que no contábamos con una buena pista para manejarlo". La emprendedora, que tenía 24 años cuando creó la compañía, explica que la empresa nació para democratizar y promover la educación científica: según el Banco Mundial en Chile hoy existen alrededor de 400 científicos por millón de habitantes, cifra que en Argentina supera los mil y en Estados Unidos alcanza los cuatro mil.
Dadlani y sus socios se dieron cuenta de que para potenciar al máximo su herramienta debían cruzar las fronteras y salir de Chile: "El financiamiento científico es paupérrimo y los principales actores a cargo se esfuerzan muy poco, por lo que los principales perjudicados son los investigadores. Estamos muy por detrás de otros países y mientras sí se estimula todo el tema del emprendimiento, no se incentiva la investigación".
En San Francisco, Dadlani vive sola y comparte un espacio de trabajo con emprendedores de otras empresas. En ese ambiente de coworking pudo darse cuenta de algunas diferencias con respecto a la cultura de trabajo nacional: "Yo llego a las 8 y acá ya están todos cumpliendo sus labores a full…y a las 10 de la noche siguen igual". Además, señala que existen muchos procedimientos que funcionan de forma más automatizada y mejoran la eficiencia, incluyendo labores tan mundanas como el manejo de la famosa "caja chica". "En Chile, teníamos que ocuparnos personalmente de controlar ese dinero pero acá usamos una aplicación que se encarga de todo", explica.
Al vivir el día a día también se notan diferencias en aspectos como el servicio al cliente: "Allá ni te pescan pero acá el cliente es como Dios. Vas a comprar un chicle y te tratan de manera excelente. En Chile es difícil hallar ese trato a menos que vayas a una tienda de barrio". Aunque dice extrañar a sus amigos y su familia, Dadlani asegura que radicarse en un lugar como Silicon Valley es necesario para lograr que su empresa sea exitosa y agrega que hoy está aún totalmente convencida de que Lab4U "va a cambiar el mundo". Especialmente ahora que incluso han logrado expandirse al Medio Oriente.
Parte de ese optimismo nace de la experiencia de desenvolverse en un lugar donde se mezclan descendientes de inmigrantes latinoamericanos, chinos, alemanes y escandinavos, entre otros. "Trabajar junto a distintas nacionalidades te abre la cabeza a ideas nuevas. Nosotros, por ejemplo, tenemos una argentina y un hondureño que son brillantes, además de un ingeniero informático peruano extraordinario. Creemos en la multicultularidad porque te enriquece", señala.
Cristián Gálvez (40)
Diseñador
Cristián se fue tras dejar el cargo de director de arte de Revista IN. "Sentía que había llegado a un tope y quería expandir mi campo de acción", dice pero agrega que también había algo más que lo profesional: "La posibilidad de formar una familia con total libertad, legalidad y sin sentirme discriminado". No quería irse a un país del primer mundo, sino que uno latino y México le pareció la opción ideal. "Están las principales agencias y editoriales. Muchos de los conceptos base para el resto de Latinoamérica se generan acá". En su estadía ha sido director de arte en diferentes editoriales, entre ellas Condé Nast y actualmente la agencia Pico ADW.
Ciudad de México se ajusta bien a lo que quería. "Para mí era importante ser parte de una sociedad en la que las libertades individuales -como matrimonio igualitario, aborto- son un derecho ganado y respetado, y en donde para el común de la gente la diferencia no es motivo de rechazo, curiosidad o burla".
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