5 conductas destructivas de los humanos
<P>Sabemos que no son buenas y que, en muchos casos, pueden llevarnos a finales negativos, pero no podemos evitarlas. Estos son los comportamientos más destructivos (e irresistibles) que forman parte de nuestra vida cotidiana. </P>
1. Mentiras y "pelambres"
No importa si son grandes o pequeños engaños que perpetramos para hacer sentir mejor a otros: todos mentimos en algún momento. Y mucho. Un estudio de la U. de Massachusetts (EE.UU.), dirigido por el sicólogo Robert Feldman, confirmó que 60% de las personas miente al menos una vez durante una conversación de 10 minutos.
La mentira comienza temprano. Ya a los tres años, la mayoría de los niños sabe cómo mentir, y a los seis, gran parte de ellos es capaz de mentir varias veces al día.
Los investigadores se han dedicado a estudiar por qué las personas mienten, sin poder llegar a un motivo único. Mentimos para ganar la aprobación del resto, para proteger a alguien o para librarnos de una responsabilidad que no queremos asumir. Raro, porque mentir no es nada de fácil: un análisis computacional desarrollado por la U. de Southampton, Inglaterra demostró que responder una pregunta con una mentira requiere un 30% más de tiempo que si se dijera la verdad.
Otro típico comportamiento destructivo relacionado con la mentira es levantar chismes sobre otros.
Lógico: el objetivo de los chismes no es decir la verdad, sino, en muchos casos, fortalecer la relación social con otros, por ejemplo, en la oficina. Y sus consecuencias pueden ser muy negativas, ya que un estudio de la U. Northeastern en Boston probó que un chisme negativo cambia la percepción que tenemos de las personas, lo que puede distorsionar nocivamente la visión que tenemos de alguien.
2. La placentera violencia
Todos sabemos que la violencia no es la forma de solucionar los conflictos, pero diversos estudios afirman que la buscamos por las mismas razones que al sexo o la comida: por placer. Una investigación en ratones asegura que estos usan la agresión para defender su territorio y sus recursos, pero también porque les resulta agradable. En el estudio, publicado en la revista científica Sicofarmacología, pusieron a dos ratones, un macho y una hembra, dentro de una jaula. Luego, se introdujo a un segundo ratón macho en la jaula, lo que provocó una pelea con el roedor residente. Sin embargo, se le dio al primer ratón la posibilidad de que presionara un botón para que volviera el segundo. Y, sorprendentemente, el ratón lo presionó una y otra vez. Según el investigador a cargo, Craig Kennedy, esto ocurre porque la violencia está asociada a un sentimiento de satisfacción y bienestar que buscamos repetir. Este mismo estudio señala que lo mismo podría ser cierto para las personas, ya que los sistemas de recompensa en los cerebros de los roedores y los seres humanos son muy parecidos.
Una necesidad parecida está detrás del bullying, que permite ganar estatus y poder. Sin embargo, este comportamiento podría ser más evitable, pues un estudio europeo de 2009 señala que los niños que hacen bullying en el colegio inician esta práctica con sus hermanos, lo que lleva a concluir que es un comportamiento que se aprende en casa.
3. Esos dañinos hábitos
¿Por qué fumamos? ¿Por qué bebemos en exceso? ¿Por qué nos hacemos tatuajes que pueden estropear nuestra piel? No es porque no sepamos que son acciones dañinas. Un reciente estudio de la Universidad Alberta, en Canadá, comprobó que las personas opinan que estilos de vida relacionados con el hábito del cigarrillo, el alcohol y tomar sol de manera indiscriminada, son más peligrosos que la reducción de la capa de ozono o la contaminación química.
Cindy Jardine, la responsable del estudio, plantea que siempre nos establecemos metas de corto, no de largo plazo, y que por eso minimizamos el riesgo al que nos enfrentan algunos hábitos. Además, aferrarnos a ellos pasa por una serie de factores, como tener una visión individualista del mundo, no ser capaz de percibir el riesgo o tener predisposición genética a la adicción. Sin embargo, uno de los elementos más importantes parece ser la necesidad de aceptación social.
Jardine sostiene que cuando un comportamiento es socialmente aceptado o incluso considerado deseable dentro de ciertos círculos, las personas tienden a reconciliar con mayor naturalidad la idea de que algo es malo con la convicción de que si todo el mundo lo hace, no puede ser tan negativo.
En estos casos, además, dice Jardine a Livescience, las personas basan su criterio en las excepciones, como cuando alguien dice "mi abuela fumó hasta los 90 años y nunca se enfermó".
4. Robar: irresistible
La actriz Winona Ryder estuvo en el ojo de la polémica durante mucho tiempo por haber sido sorprendida robando en una tienda. Sin embargo, todo indica que lo que la distingue no es robar, sino haber sido descubierta, ya que un estudio realizado con una nuestra de 43 mil personas mostró que 11% de los encuestados reconocía haber robado al menos una vez.
Nadie duda de las consecuencias nefastas que puede tener robar algo, pero seguimos haciéndolo, aunque por diferentes razones. Eric Hollandes, profesor de siquiatría de la Universidad Albert Einstein (EE.UU.), dice que, en general, las personas que roban pueden dividirse en dos grupos.
De un lado están aquellos con un fuerte comportamiento individualista, que desean poderosamente algo material, pero que no sienten la necesidad de pagar por eso. Ellos son los que caen en la categoría más antisocial de comportamiento, pues no les preocupa que otras personas puedan sufrir pérdidas por sus acciones, mientras a ellos les vaya bien.
Del otro lado se encuentran quienes tienen una adicción a robar, conocidos como cleptómanos. Para estas personas resulta sumamente difícil dejar el hábito, pues se ha comprobado que experimentan las mismas reacciones de los alcohólicos o los drogadictos. Para ellos incluso existen drogas, como la naltrexona, que se usa en casos de severas adicciones. Un estudio de 2009 probó que los cleptómanos sometidos a un tratamiento con este fármaco robaban menos.
5. Las traicioneras apuestas
Los grandes apostadores ganan dinero y eso podría explicar su comportamiento, pero la realidad es que la mayor parte de las veces pierden, por lo que mantener este hábito pareciera no tener explicación. Sin embargo, la tiene.
Un estudio publicado en la revista científica Neurona descubrió que casi ganar una apuesta activa el circuito cerebral relacionado con la victoria y aumenta la motivación para ganar. Esto significa que el cerebro interpreta estar cerca del triunfo como un triunfo real, a pesar de que la realidad diga otra cosa.
Otros estudios han demostrado que cuando las personas pierden una apuesta, también pierden la cabeza. Estas investigaciones han señalado que cuando la gente planea cuánto gastar en una apuesta, lo hace siguiendo criterios muy racionales sobre su capacidad de endeudamiento. Pero cuando pierden, cambian de planes en ese mismo momento y comienzan a apostar más dinero del que pueden, tratando de recuperar la plata perdida.
El trabajo clásico del profesor de la U. de Delaware, Marvin Zuckerman, ha demostrado que los hombres y las mujeres apuestan por diferentes razones y de diferentes formas. Mientras ellos prefieren los juegos competitivos basados en algún grado de habilidades de estrategia, las mujeres se quedan con las apuestas que implican una conexión más íntima con otro, como las de juegos de cartas.
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