"A veces he tenido que disimular"

<P>El espía jefe del Reino Unido sale al descubierto para dar su primera entrevista <I>on-the-record</I>, y habla de riesgos, el caso Snowden y la reforma del MI6. </P>




El punto de encuentro es Gustoso, un modesto restaurante italiano en Pimlico, en el centro de Londres. La reserva está a mi nombre. Seguridad: de poca a invisible. Con un Virgin Mary, disfruto el momento antes de la primera entrevista on-the-record del jefe de MI6, el Servicio de Inteligencia Británico (SIS, su sigla en inglés).

En Gustoso hay sospechosamente pocos clientes y la música italiana es una distracción. Sir John Sawers se desliza casi imperceptiblemente en la silla a mi derecha. El espía jefe de Inglaterra es alto y delgado, un hombre de 59 años, de aspecto deportivo, con una abundante cabellera negra, unas pocas canas y aspecto de estrella de televisión, más cercano al llamativo Pierce Brosnan que al cansado Alec Guinness. Tras un breve intercambio sobre nuestras vacaciones (las suyas interrumpidas por la decapitación de dos rehenes estadounidenses por yihadistas islámicos), le hago la pregunta obvia: ¿Por qué está almorzando conmigo on-the-record? Yo pensaba que el SIS debía ser un secreto.

"Es secreto", replica. "Pero es importante que la gente entienda un poco más respecto de por qué la inteligencia es necesaria (...). Solía pensarse que los servicios de inteligencia estaban de nuestra parte, pero casos como el de Snowden (Edward Snowden, el ex contratista de seguridad estadounidense que ahora se refugia en Rusia) han llevado a algunos a cuestionarlo. Todavía creo que hay un enorme apoyo para nosotros, pero también hay una voz más fuerte de críticas, una interrogante '¿De verdad somos necesarios?'".

Volveremos a hablar de Snowden y cómo puso patas arriba el mundo del espionaje con sus revelaciones en el mundo occidental, pero aún estamos en el precalentamiento. Sugiero que a Sir John le gusta vivir peligrosamente, subiendo y bajando colinas (en 1996, estuvo a punto de cortarse la carótida en un accidente de esquí en West Virginia).

El espía mayor se ríe. "No habría aceptado este empleo si no estuviera preparado para asumir riesgos, personales y profesionales. MI6 está en el negocio del riesgo".

Los espías, sigue, son seres humanos normales, servidores públicos haciendo el mejor trabajo posible que podemos por nuestro país". Sir John resulta ser agradablemente normal, de hecho. Está usando un traje oscuro, camisa a rayas blanca y azul, y una corbata azul y burdeos (un regalo, cuenta después, de la Oficina de Inteligencia de India). Su pronunciación es confiada, pero sin clase. Su padre trabajó para Rolls-Royce y Sir John fue al colegio en Bath y a estudiar física y filosofía en la Universidad de Nottingham. Hasta su designación en 2009, la mayoría de sus predecesores habían sido reclutas de Oxbridge.

***

Sir John dice que lo abordaron en Nottingham, tras una oferta de empleo en el Servicio Exterior. "Creo que fue porque conocía a los contactos de MI6, porque fui secretario del Centro de Alumnos por un año...".

¿Es eso lo habitual?

"El Centro de Alumnos tenía contacto con la universidad, así que uno conocía a todos los altos cargos. Por supuesto, uno nunca habría pensado que alguno de ellos tendría contacto con MI6 (...) me sorprendió mucho".

Su primera asignación encubierta fue en 1980, en Sana'a, capital de Yemen. Fue la última. Pasar horas en sórdidas habitaciones de hotel, esperando por un contacto o una entrega, no era lo que un veinteañero acelerado tenía en mente. "Descubrí que lo que me gustaba no eran tanto las operaciones como las ideas, política y políticas, y hay riesgo en todas ellas. Me encontré a gusto en el servicio diplomático".

Dejó el MI6, se unió al Servicio Exterior y escaló rápidamente, con puestos en Damasco, Sudáfrica, Washington y Nueva York, al final como embajador ante Naciones Unidas (2007-09). Períodos en segundo plano, el principal como secretario privado de Tony Blair para política exterior, entre 1999 y 2001, captaron la atención de sus maestros políticos. En 2009 volvieron a tocarle el hombro, esta vez David Miliband, entonces un juvenil secretario de Relaciones Exteriores. Miliband recomendó su designación como "C", el título que la gente en MI6 usa para referirse a su jefe. Los tradicionalistas, incluyendo un ex C, no estaban contentos de que alguien de fuera tomara el mando y, off-the-record, lo dijeron así.

Se acerca una mesera y Sir John pide un Virgin Mary, antes de pedir berenjenas con parmesano, seguidas por pescado y espinacas. Yo elijo sopa de papas con crutones y de segundo, pez espada. En vez de vino, pedimos un jarro de agua.

¿Cómo recibió las críticas? "Esperaba algunas reservas de autoridades anteriores (...) parte de la respuesta fue, 'No queremos que el Servicio Exterior tome control de MI6'. Por supuesto, la respuesta del Servicio Exterior fue, 'diablos, ahora tendremos al MI6 tomando control del Servicio Exterior (...)'. Creo que parte del problema era que MI6 tenía una cultura muy robusta y esa cultura era una fortaleza".

Sir John está siendo diplomático. Cuando asumió, MI6 aún estaba recuperándose de su peor crisis desde que el traidor Kim Philby desertó a Moscú en el clímax de la Guerra Fría. El servicio, bajo Sir Richard Dearlove, había sido acusado de proporcionar inteligencia falsa sobre armas de destrucción masiva para apoyar la invasión estadounidense de Irak en 2003. La agencia recibió luego nuevas críticas, como supuesto cómplice en la tortura de sospechosos de terrorismo por interrogadores estadounidenses (incluyendo la CIA), una acusación vigorosamente rechazada.

"[MI6] estaba en desventaja porque no era suficientemente porosa. Actuaba a la defensiva con las personas afuera", dice Sir John ahora. En los últimos cinco años ha creado una organización más moderna. Una de sus primeras medidas fue ordenar oficinas de planta abierta en el cuartel general de MI6, conocido como "Legolandia", sobre el Támesis en Vauxhall. También continuó el trabajo de su antecesor inmediato, Sir John Scarlett, quien integró directores no ejecutivos al directorio del SIS. Por separado, dos ex jueces de la High Court supervisan el MI6 y el MI5, el servicio interno de inteligencia, así como GCHQ, la secretísima agencia de escuchas británica. Estos comisionados de inteligencia monitorean periódicamente el uso de intercepción, inteligencia y datos, y tienen acceso a todos los archivos.

***

Sir John habla con entusiasmo y apenas ha tocado su berenjena, pero cuando la mesera trata de llevársela la detiene con un amable pero firme "todavía no". Se lleva mi plato vacío de sopa. Retomamos el tema de la responsabilidad. ¿Ha traído Snowden un enfoque más del estilo marcar cuadraditos que el más libre y subrepticio asociado con el espionaje? Para nada, me dice. "Si no se acierta con todas esas cosas, habrá problemas después, y eso puede cerrar el espacio de operación. Veo el cumplimiento como un habilitador fundamental".

MI6, señala, ahora puede trabajar de manera más efectiva con MI5 y GCHQ. Los agentes de SIS y MI5 pueden trabajar dentro y fuera del país. Comparten la inteligencia, a pesar de la necesidad absoluta de proteger los activos y mantener el secreto. "Se necesitó un cambio cultural y de actitud mental en la cima de las agencias".

Las revelaciones de Snowden, sin embargo, les han hecho más difícil la vida. La amenaza terrorista en el Reino Unido ha subido, mientras que "algunas" de las capacidades del servicio han bajado ahora que el enemigo conoce mejor el modo en que se los sigue, comenta. En noviembre pasado, Sir John, flanqueado por los jefes de MI5 y GCHQ, en su primera audiencia pública ante miembros del Parlamento en Westminster, declaró: "Está claro que nuestros adversarios se soban las manos deleitados. Al-Qaeda lo está disfrutando".

Diez meses después, le reconforta que el público británico siga en general apoyando a los servicios secretos, mucho más que los estadounidenses, quienes parecen más perturbados por las violaciones a la privacidad. La ficción de James Bond y John le Carré evidentemente capturan la imaginación del público e Inglaterra en realidad es bastante buena en el trabajo de inteligencia, ¿pero por qué?

"Está adentrándose en temas culturales profundos con eso, pero...".

Usted es un hombre de cultura, le digo. Comparte con Shelley, su esposa por más de 30 años, el amor por el teatro. Entre sus favoritos recientes están The Curious Incident of the Dog in the Night-Time, Wolf Hall y The Book of Mormon ("sacrílego, pero para reírse de principio a fin"). Menos atractivo le resultó Great Britain, la obra de Richard Bean sobre las intervenciones telefónicas. "Era algo forzada, un poco cercana a la caricatura de personas reales. En realidad, no me gustan las obras que se convierten en propaganda de agitación".

En realidad, Sir John tiene algo del espectáculo. Le gusta la mística del servicio secreto, pero no le falta sentido del humor. La última Navidad, sus amigos recibieron una tarjeta con una fila de imágenes del Viejo Pascuero, uno de ellos, un "Pascuero secreto", con lentes oscuros. La tarjeta estaba firmada con tinta verde, un sello de todos los C que se remonta a 1909, cuando el SIS fue fundado por el capitán Sir George Mansfield Smith-Cumming.

La mesera llega con el pescado. El mío está a punto, entre jugoso y carnoso. El de Sir John se ve muy blanco y apetitosamente fresco. Le pregunto si es cierto que hay un retrato de John Thurloe, el espía de Oliver Cromwell, en su oficina.

"Hay uno y, en realidad, mi antecesor Sir John Scarlett solía reverenciar esa pintura en particular. Su oficina (...) tenía todo tipo de artefactos y cartas históricas en la pared. Mi estilo es más modernista. Tengo arte moderno en los muros y muebles modernos para disminuir al mínimo el desorden".

Igual que en su antigua residencia de embajador en Nueva York, me atrevo, omitiendo mencionar el retrato tipo Warhol de la reina tomado prestado desde la colección del Foreign Office.

"Eso es muy bueno", dice Sir John, felicitándome por mi propia operación de recolección de inteligencia.

Dice que es un buen delegador, pero también creyente en lo que el veterano político laborista Denis Healey llamó "zona de influencia". Familia (dos hijos, una hija), deporte (le gusta el ciclismo y posee dos bicicletas Cannondale) y el teatro son todos importantes. "Uno tiene que tener otras cosas que hacer en la vida para traer una perspectiva diferente a su trabajo. Trabajo 65, 70 horas a la semana, lo he hecho por los últimos 20 años -y a a veces más... Uno puede trabajar 90 o 100 horas a la semana, pero no creo que eso sea bueno para uno o la organización".

***

Nos cambiamos a la política. El hombre de los secretos tiene la red y la confianza en sí mismo para figurar como un peso pesado Whitehall, cerca de EE.UU. Su voz cuenta con el recién formado Consejo de Seguridad Nacional y se enorgullece de su propio sistema de alerta temprana. En 2003, durante la comisión de Bagdad, justo después de la invasión liderada por EE.UU., escribió un cable a Londres -filtrado, más tarde- advirtiendo que Irak se derrumbaba en el caos. A fines del año pasado, en una cena privada, advirtió sobre la amenaza de un voto Sí a la independencia de Escocia. En 2010, habló en contra de la centralidad de Afganistán en la llamada guerra contra el terror. La reina estaba en la parte equivocada del tablero de ajedrez, declaró, aun cuando EE.UU. y el Reino Unido estaban conduciendo una ofensiva militar contra los talibanes. Cuatro años después, no retrocede. "Había terroristas surgiendo en otros lugares en Pakistán, Yemen y Somalia, y así sucesivamente, y no estaban recibiendo atención como en Afganistán".

En el futuro, dice, quiere que MI6 sea más ágil en la respuesta a las amenazas, pero no a costa de abandonar a los militares en el teatro. La lección de la última década -cuando miles de millones se han gastado en Afganistán e Irak- es que un gobierno puede ser derrocado en meses, pero se necesitan años para reconstruir el país. Por otra parte, "si uno decide que no [reconstruirá], como lo hicimos en Libia, en parte debido a las cicatrices de Irak, entonces uno derroca al gobierno y al final no queda nada en su lugar. Y si no se interviene para nada, se termina con una situación como la que se tiene en Siria. Estos son dilemas reales".

La música del restaurante de repente parece mucho más fuerte. Sir John llama a la mesera y le pregunta -amablemente- si puede bajar el volumen. Sigue mucho toqueteo de los controles y ningún efecto discernible. ¿Hay alguien, en algún lugar, tratando de arruinar nuestra conversación?

Sir John, que fue embajador británico en El Cairo entre 2001 y 2003, dice que la primavera árabe muestra que el cambio revolucionario es imposible de manejar y, normalmente, el resultado final será peor para los intereses y valores occidentales. "Lo vimos en Teherán en 1979, y lo hemos visto en Egipto en los últimos años".

Prescindimos de postres y pedimos un capuchino para mí y un té de menta para C. Le pregunto acerca de los aspectos más destacados de su carrera. Entre los más satisfactorios es haber asegurado el apoyo de China y Rusia para las sanciones de la ONU contra el programa nuclear de Irán. Le da el crédito a las sanciones de un cambio en la política en Irán. Hoy existe la posibilidad de llegar a "algún tipo de acomodación" con Teherán, entre otras cosas, por el caos en los vecinos Irak y Siria.

Señala que los chinos son diplomáticos destacadísimos, conociendo sus fortalezas y debilidades y lo que quieren. "Atraen a las personas de más alta calidad, les dan la más alta calidad de habilidades y son negociadores muy hábiles que saben cuándo llegar a un acuerdo... Los rusos tienen buenas personas, pero están estrechamente controlados por Moscú y, a veces, están obligados a mentir por su país, lo que en realidad no es muy apetecible".

Le pregunto si alguna vez ha tenido que mentir por su país.

"No a sabiendas", dice Sir John, "no he dicho una mentira descarada por mi país. A veces he tenido que disimular".

A finales de este año, Sir John dejará su puesto de jefe del SIS. Este es su último trabajo en el gobierno, "por ahora"; el sector privado hace señas. Ambos revisamos la cuenta -un poco más de 60 libras. Una buena relación calidad-precio, digo. Sir John se ríe y me ofrece llevarme en su auto a mi próximo destino, una reunión en la Tate.

A medida que nos adentramos en el brillante sol de otoño, una figura corpulenta me ayuda a entrar al auto oficial, que resulta ser un modelo extranjero. Nos desplazamos a través de las callejuelas velozmente. En cuestión de minutos, estoy fuera de la galería de arte. Salgo del auto, busco mi celular y miro hacia atrás. C ha desaparecido hace rato.

Comenta

Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.