Abdicación del rey de España
Señor director:
La monarquía española ha sido reconocida por el activo y generoso rol que el Rey Juan Carlos jugó en la transición política del país, aminorando las críticas que algunos sectores hicieron por el ambiguo papel que tuvo durante la dictadura franquista.
Esto llevó, de manera incipiente, a una reidentificación del pueblo con su corona y una reafirmación de su importancia desde el seno político, especialmente respecto a la reinserción internacional de aquella nación.
Sin embargo, mientras la sociedad española se readecuaba hacia una monarquía parlamentaria, la corona no mostró interés alguno en evolucionar junto a ella, estancándose en el lujo y mirando cómo la impunidad alcanzaba a algunos de sus cercanos, producto de la corrupción instalada en el Palacio de La Zarzuela.
El pueblo español, cansado de una clase política egoísta, corrupta y condescendiente con la monarquía, trasladó su molestia hacia la corona, que se reflejó en una creciente desaprobación y en el desgaste de la imagen del Rey Juan Carlos como un activo de España, especialmente por quienes no conocieron sus acciones en tiempos de transición.
La preocupación de la realeza por mejorar su imagen, luego que se abriera y transparentara la discusión relativa a su financiamiento, chocó con sus errores comunicacionales, como la caza en Botsuana, el silencio ante la corrupción que aqueja a miembros de la familia real y el machismo respecto a la sucesión.
Por todo esto, y sabiendo que actualmente el Rey Juan Carlos no genera garantía de reformas ni modernización ante la ciudadanía, es que su abdicación, aunque tardía, es una decisión necesaria para que su sucesor, Felipe VI, devuelva el sentido de identidad de la monarquía con la nacionalidad.
Pedro Díaz Polanco
Director Ciencias Políticas y Gestión Pública
U. San Sebastián
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