Abel Tasman: el parque con las mejores playas de Oceanía

<P>Ubicado en la región más calurosa de Nueva Zelanda, el Parque Nacional Abel Tasman es el más visitado del país gracias a las interminables formas de conocer sus playas doradas y bosques, sin importar la estación del año. </P>




CUESTA decidirse cuando uno quiere recorrer el Abel Tasman. A pesar de ser el parque más pequeño de Nueva Zelanda, las posibilidades para explorarlo son muchas. Un camino costero entre bosques y arenas doradas, recorridos marítimos en kayaks, pesca en ríos, paseos en bicicletas o viajes en taxis acuáticos, son algunas de las alternativas que lo hacen tan atractivo para sus visitantes. No por nada sus playas fueron nominadas a una de las mejores de Oceanía y Asia en el World Travel Awards 2012, los Oscar de la industria turística, elegidos por más de 200 mil profesionales del sector.

Es que fascinado debe haber quedado ese día de verano de diciembre de 1642 el comerciante y explorador Abel Tasman, cuando descubrió la costa noroeste de la Isla Sur de Nueva Zelanda. El holandés venía de una larga expedición, junto a dos barcos, por las tierras que luego se conocerían como Tasmania, por lo que el desembarco en el lugar era esencial para juntar agua y observar tierras aparentemente vírgenes. Fue en ese momento cuando maoríes, los indígenas locales, llegaron en más de 20 canoas a atacarlos. Murieron cuatro personas y los restantes huyeron apresuradamente, bautizando al sector como Bahía de los Asesinos.

Tasman era el primer europeo en conocer este paraje lleno de montes, acantilados, bosques y playas, las que 300 años después de su descubrimiento fueron abiertas para todo público, siendo nombrada la zona como el Parque Nacional Abel Tasman, el más visitado del país.

Por la bahía

Lamentablemente, el holandés no pudo disfrutar mucho de los días soleados y la brisa marina, como sí lo hacen los visitantes que recorren el famoso camino costero de Golden Bay (Bahía Dorada), nombre que se le dio años después a las playas del sector.

Conocida como "La gran caminata de Nueva Zelanda", el parque está ubicado entre Marahau y Wainui, aproximadamente a 50 km de Nelson, una de las ciudades más visitadas de la Isla Sur en el verano. Son 54,4 km a pie en cualquiera de las dos direcciones, de forma independiente o guiada. Si bien esta área protegida tiene dos entradas, la principal es por Marahau, a 25 minutos de Motueka, el pueblo más cercano.

La mayoría de las personas se demoran de tres a cinco días en hacer el trekking completo aunque, si el sol acompaña, muchos alargan su estadía. Las distancias entre un camping y otro son relativamente cortas (unas tres horas y media), lo que lo hace perfectamente caminable para gente de la tercera edad o familias con hijos pequeños, dejando incluso tiempo para relajarse en los bosques, en los miradores o en las playas.

El camino por la ruta costera no es uno solo. Las posibilidades se bifurcan y cada decisión tiene su encanto. Para llegar a muchas de las playas se necesita bajar por caminos que serpentean entre las manukas, rawarewas y miros, árboles nativos de la zona. Si el tiempo o la condición física no dan para mucho, puede seguir por el sendero hacia otras playas amables, rodeadas de bosques, donde no se necesita descender.

Aunque las caminatas se pueden hacer en cualquier época del año, se recomienda ir durante los meses de primavera, que son los mismos que tiene Chile, cuando comienzan a florecer nuevamente las plantas nativas que energizan al parque. Ciertos días primaverales son sorprendidos por espontáneas lluvias, por lo que se recomienda llevar algún protector para la mochila y una chaqueta o capa impermeable. Otros meses aconsejados para hacer la caminata son los invernales, en los que se pueden divisar las montañas nevadas bajo amaneceres frescos y con atardeceres amarillentos. No hay que preocuparse por lluvias torrenciales: hay pocas. Tanto así que las tormentas eléctricas ocurren tan solo cada 10 años. Para mejor, a lo largo del invierno, hay un promedio de 25 personas por día y casi ningún insecto.

El recorrido por la costa, además de tener como fin tenderse en la arena y disfrutar luego de una caminata, puede hacerse aún más placentero si se realiza por los acantilados y cuevas con formaciones de granito y mármol, los que son de fácil acceso. Se debe averiguar bien dónde están, ya que a veces pasan inadvertidos debido al musgo y crustáceos que dejan las oleadas.

También es importante informarse acerca de las mareas altas y bajas, donde el agua avanza un par de kilómetros hacia adentro, obligando a esperar y ajustarse a los ritmos del mar. Estos ocurren en las bahías de Onetahuti, con un tiempo de tres horas, y en la de Awaroa, de dos horas aproximadamente.

Para saber a qué hora son los flujos del mar, existe un punto de información turístico llamado i Site, donde a la vez se puede planificar el trayecto completo del parque y reservar los sitios de acampada o cabañas con calefacción. Tanto en Marahau como en Wainui existen estos centros.

Navegando como Tasman

Una de las grandes atracciones del Abel Tasman es recorrerlo a través del mar, remando en los kayaks que se arriendan en Kaiteriteri, pequeño balneario que queda a pocos kilómetros antes de adentrarse en el recinto. Se ofrece arriendo de kayaks con y sin guías.

Los meses de verano son recomendables para hacer estos paseos. La vida de Abel Tasman está en constante movimiento, pero siempre a la velocidad que uno quiera darle al viaje. Es por esta misma razón que el kayak da la posibilidad de subirse a remar, bajar en una playa, disfrutar y tomar aire, y luego seguir al ritmo que uno mismo se imponga, admirando la coexistencia de la vida animal entre los peces kawhai o los miles de cangrejos rojos y azules, o pájaros kea o tui, reconocidos por sus famosos silbidos.

En otoño el clima sigue agradable. Los días son claros, con colores anaranjados y un mar tranquilo, perfecto para remar y ver las focas que vienen de viajes migratorios. Estos mamíferos son otras de las atracciones del parque, los que viven en colonia en la isla Tonga y visitan ocasionalmente la costa. Es también desde el mar donde se puede tener otra perspectiva de las lagunas que se forman con las mareas, de las colinas tupidas en vegetación de las bahías de Anchorage y Torrent, de los bancos de arena en Awaroa y todas las curvas naturales de la costa que nunca obstruyen la panorámica que ofrece este pequeña bahía.

Es factible también combinar el recorrido en kayak, pudiendo bajar en las playas, para luego seguir el viaje caminando. Al mismo tiempo, si prefiere hacer otro tipo de actividades, por los caminos interiores de la zona se puede hacer excursiones a caballo o en bicicletas de montaña. Estas opciones son posibles entre el 1 de mayo y el 1 de octubre.

El diseño y la precaución de las autoridades por este lugar es tan grande, que quienes vienen en busca de un mundo natural tan parecido a como era al momento de ser descubierto por Abel Tasman podrán encontrar cierta justicia poética en esta área protegida. Es, finalmente, un compromiso balanceado del gobierno neozelandés por mantenerlo como un espacio para vacacionar, que se mezcla con ese pedazo de salvajismo que todo parque nacional debería tener.

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