Adiós amigo Adiós abuelo

<P>Sergio Livingstone murió el martes. Pedro Carcuro, su dupla televisiva por 43 años, no pudo llegar al funeral. Estaba de vacaciones en EE.UU. Sí estuvo Cristián Livingstone, el nieto más cercano. Ambos, desde su mirada, se despiden aquí del comentarista. Uno desde el mundo público; el otro desde el círculo más íntimo. </P>




Dice Pedro Carcuro:

"Me da rabia que esto haya pasado. Otra zancadilla más. Cuando murió mi papá en 2007, yo estaba en Toronto en el campeonato mundial juvenil; el 2009 cuando murió Franco, mi hijo, yo estaba en Buenos Aires en la Copa Libertadores; y ahora, cuando estoy tomando vacaciones en Estados Unidos, pasa esto. Juro que me vine con una inquietud que conversé con mi familia y gente del canal, sentí que iba a pasar algo. Pero era mi única posibilidad de tomar vacaciones después de un año. Presentía algo malo. Cuando este martes me enteré de la noticia, fue uno de los días más terribles. Todavía no me recupero.

Estaba en una playa en Massachusetts, a 200 kilómetros de Boston. Estaba manejando y sonó el teléfono. Se cortó. Después sonó de nuevo y se volvió a cortar. A la tercera contestó Erwin (hijo de su señora), porque yo iba manejando en una carretera. Era Milton (Millas) y me cuenta que minutos atrás había fallecido el Sapito. Sentí un golpe. Paramos y hablamos sobre qué hacer. Volvimos al hotel, entregamos las habitaciones y nos fuimos a Boston. Esos 200 kilómetros se me hicieron eternos, se me pasó toda mi vida junto al Sapo por la cabeza. Pude darme el tiempo para pensar y para llorar. Pero tenía más rabia que pena, me habría gustado estar en Santiago".

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"Mis primeros recuerdos del Sapito es viéndolo jugar fútbol. Cuando yo tenía 6 ó 7 años lo vi jugando por la Católica. Después por la selección chilena, por Colo Colo. Pero la primera vez que lo tuve cerca fue en 1960. Iba con dos compañeros saliendo de la Scuola Italiana y Sergio, que se había retirado un año antes del fútbol, tenía un negocio de línea blanca muy cerca de mi colegio, en Huérfanos con San Antonio. Ibamos caminando y un compañero le dijo al otro 'puta que eres pesao, hueón', y Sergio Livingstone pensó que se lo estaba diciendo a él que venía caminando: así que fue y le pegó una cachetada en la cabeza a mi compañero".

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"Sergio, por lo que él me contaba, era un galán empedernido. Tenía pinta de actor de cine de las películas norteamericanas, con su bigotito. No me cabe duda de que si hubiese sido jugador hoy, habría sido sujeto de los romances de la farándula. Sergio hubiese caído en esa trampita.

Hace algunos meses, cuando a Sergio le dieron un premio en La Moneda, Sebastián Piñera contó que había sido pololo de su suegra. Sergio estuvo con las mujeres más lindas de Chile. Una vez conversamos que cómo se sentía habiendo estado con tantas mujeres y ahora sin pareja. Le propuse que le podía presentar a alguien y él me dijo que no. Después que se separó en 1991, Sergio eligió la soledad".

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"Supe de un día para otro que iba a trabajar con Sergio. En junio de 1969 llegué a TVN; Sergio llegó en septiembre. En las primeras transmisiones Sergio relataba, y yo hacía el puesto de cancha. Cuando nos unimos fue en el Mundial de 1974. Allí en un principio fuimos por carriles separados: yo transmitía unos partidos y Sergio otros. Cuando quedó Chile eliminado, nos juntamos y empezamos a trabajar como dupla; él relataba, yo comentaba.

En un principio tuvimos que limar nuestros caracteres. Yo soy un italiano del sur y el Sapito un anglosajón, alemán. Tenemos estilos distintos, pero llegamos a querernos. Yo al Sapo lo quiero mucho, mucho, mucho. Creo que todo pasó por el respeto. Yo siempre me puse un peldaño detrás de Sergio, siempre lo admiré. Y él también aprendió a querer a este italiano. Nunca tuvimos un conflicto, nunca.

Siempre me sentí como un enano a la espalda de un gigante con Sergio. Es que nunca fuimos pares, aunque llegamos juntos. Cuando partimos, él era una figura impresionante, tenía casi 10 años de periodismo, más de 20 años de historia como el futbolista chileno más connotado. Y yo tenía 23 años. Era un pendejo, un principiante, un aspirante a periodista. Yo me subí a la espalda de este gigante".

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"Si pienso en momentos con Sergio, hay tres que se me vienen a la cabeza. Uno fue hace más de 20 años, cuando él irrumpe en el De Pé a Pá. Estábamos cerrando la temporada y él llega y me increpa en cámara, diciendo que el programa lo tendría que haber hecho él. Obviamente en broma, y después me da un abrazo y me dice: ¡Por Dios que lo hiciste bien, hueón!. El otro momento fue cuando estábamos en el Mundial de Francia en 1998. Patricio Yáñez, Sergio y yo salimos del estadio de Saint Ettiene, después del partido en que Chile empató a 1 con Austria, y cuando estábamos llegando a la estación veo un grupo de hinchas chilenos. Les hago el quite y llego al tren. Media hora después llega el Sapo, desconsolado porque un hincha chileno lo había faenado, le había quitado toda la plata y lo había dejado pato. Echaba garabatos. El otro hecho ocurrió hace poco. Escribí un libro con Esteban Abarzúa para el Mundial de 2010 y le pedí a Sergio que escribiera el prólogo. Me dijo que no. Pero cuando después llego a la editorial, veo que el prólogo escrito por Sergio estaba allí. Cada vez que lo leo me pongo a llorar. Es la carta de amor más linda que he recibido en mi vida.

"El Sapito es distinto a mí. El no expresaba su afecto, le costaba más. Pero siempre conversamos. Después de la muerte de mi hijo Franco conversamos largo. El conocía a Franco y me dijo muchas cosas… Es curioso. He conocido gente más grande que yo y los tuteo sin problemas. Pero a Sergio nunca pude tutearlo".

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"La primera vez que sentí mal, mal, mal a Sergio fue el primer domingo que transmití los Juegos Olímpicos desde Londres. Antes de irme en mayo y junio, lo vi en la radio trabajando impecable. Pero el último domingo de julio lo sentí mal. Le dije a Guillermo Muñoz y Michael Müller, directivos del área de Deportes de TVN: 'me da susto escuchar a Sergio como lo escuché'.

Cuando volví de Londres, el Sapito fue extremadamente cariñoso. Como estaba en silla de ruedas, para no molestarlo, yo lo saludaba dándole la mano por detrás y le ponía la mejilla. Cuando me vio me dijo 'dame un beso'. Eso me sorprendió, él no era sí. Me generó más inquietud. Lo vi cansado. Por eso, conversándolo, se tomó la decisión en la radio y en TVN de darle un mes de descanso desde mediados de agosto. No tengo dudas de que esas vacaciones obligadas le tienen que haber provocado dolor. Sergio era un obsesivo por el trabajo.

El último jueves de agosto hablé con él. Estaba muy contento, porque Michael y Guillermo le habían manifestado que esto era un descanso al final del invierno, para que se sintiera bien. La misma decisión tomó Milton (Millas) en la radio. Pienso que tampoco él se sentía en un 100%. Iba al trabajo en silla de ruedas, pero era un luchador".

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"El pencazo del año pasado lo dañó mucho, estuvo más de un mes hospitalizado. El 5 de septiembre del año pasado lo fui a ver a la clínica. Tenía un problema en el oído medio al que se le sumó un problema cardíaco. Me encontré con sus hijos Sergio y Cristián. Cristián estaba llorando, me dijo que su papá estaba prácticamente desahuciado. Pero se recuperó y al mes volvió a trabajar. Después, hace poco, en junio, por un problema en la rodilla, lo vio mi hijo Giovanni, que es médico. Me dijo: 'El sapito está bien papá, el problema es que el corazón está muy débil y en cualquier momento le puede fallar'. La amenaza estaba y el Sapito, muy devoto del Padre Hurtado, sabía que el final podía estar cerca. Uno también lo sentía.

Nunca sentí que con los años él cambiara su carácter o se volviera más enojón. El Sapo siempre fue mañoso. Yo lo iba a ver a la clínica el año pasado y las enfermeras me rogaban que intermediara para que no las retara tanto. Recuerdo que una vez entré a su habitación y había dos maestros. ¿Qué hacen dos maestros en la pieza del Sapo Livingstone?, pensé. El tenía la escoba: había obligado a la clínica a que le cambiaran todo el sistema para que pudieran instalarle el Canal del Fútbol".

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"Uno nunca piensa cuándo va a ser la última vez que vas a ver a alguien… La última vez que estuvimos juntos fue en la radio, el lunes de mediados de agosto en que Milton le dijo que le daba permiso. Hicimos juntos el programa ese día. Yo siempre lo acompañaba a almorzar, él siempre almorzaba lo mismo: una pechuga de pollo con unas ensaladas y arroz. Siempre llegábamos más temprano al programa, que se emitía a las 2. Yo llego como a la 1.10; él lo hacía a las 1.20. Ese día nos pegamos unas buenas conversas del programa La Noche del Fútbol del día anterior, de lo que iba a pasar en la semana, de la actualidad política, del fútbol. Cosas simples. Fue el último día que lo vi. Después lo llamé el jueves y el domingo 2 de septiembre, cuando me venía a Estados Unidos.

Para los dos, ésta relación fue la más larga de nuestras vidas, ninguno duró tanto con una pareja. ¿Cómo se sigue sin él? Será mucho más difícil de lo que había imaginado".

Dice Cristián Livingstone:

"Hace tres horas enterraron a mi abuelo. No quería hablar de esto, quería descansar. Estos días no he dormido ni tenido hambre. Pero pensé en lo que dicen los músicos: que cuando se compone una canción, hay que grabarla al tiro. Si dejas pasar una semana, el sentimiento ya no es el mismo. Y este es el mejor momento para reflejar lo que siento por mi abuelo, con los sentimientos a flote".

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"El martes 11 de septiembre era mi primer día de trabajo en un canal. Nadie sabía que yo era nieto de Sergio Livingstone. Al celular me llegó un mensaje que decía 'viste twitter'. No lo revisé. Puse la tele y decían que había muerto Sergio Livingstone; tampoco creí. Habían dicho tantas veces antes que había muerto... Llegó a mi puesto una periodista, me dijo: 'cacha, se murió el Sapito'. Le dije 'es mi abuelo'.

Apenas mi mamá me lo confirmó, me fui al tiro al departamento. El Ton, así le decía a mi abuelo, estaba allí todavía. A mi mamá la contactó la Silvia, la señora que trabaja con mi abuelo hace 21 años. Hace unos meses llegó también a trabajar la Rosa. Ella fue quien se dio cuenta de que ese día algo no andaba bien con mi abuelo".

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"Mi abuelo decía que yo le puse el Ton por guatón, pero yo ni me acuerdo. El siempre fue cariñoso. A mí me agarraba a besos.

Como todo viejo, era mañoso. Pero no de mañas apoteósicas, sino mañitas. Pedía que cuando llegaba al estudio los cables no estuvieran en el suelo y que en su silla hubiera dos cojines. En la casa era mañoso por el orden y la limpieza, le gustaba el departamento soplado.

Siempre la Silvia trabajó puertas afuera. Hasta el año pasado se iba como a las 3 de la tarde. Mi abuelo se calentaba la comida y dormía solo. Pero ahora vivía hace ocho meses con mi tío Sergio. Y la Silvia, desde hace poco, se quedaba el fin de semana.

La última vez que vi a mi abuelo vivo fue el sábado 8 de septiembre. Todos los fines de semana salíamos a almorzar. Antes la rutina era que él se iba al restorán en su jeep, era el primero en llegar y nos llamaba. Ahora no. Ese sábado lo pasamos a buscar, él nos esperó abajo de su departamento y fuimos al Beto Restorán. Era cómodo, porque no había escalinatas.

Ese día no estuvo elocuente como siempre, sólo contestaba lo que le preguntábamos. Estaba con sueño, llevaba días en que no podía dormir bien y andaba cansado. Esa fue la primera señal que algo estaba mal. Se despertaba varias veces en la noche.

Porque dormía mal, la semana pasada le instalaron un catre clínico. A él no le gustaba nada la idea de dormir ahí. Creo que lo veía como una mala señal. Alcanzó a dormir ahí como cinco noches".

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"Siempre que iba a ver a mi abuelo, él estaba en su sillón. Al frente había una mesa, un vaso de jugo, los controles, las revistas y los diarios abiertos, con un lápiz. Era seco para los puzles. La última vez que lo vi estaba igual, haciendo lo mismo.

En la comida pasaba algo similar. Mi abuelo siempre comía lo mismo. Si íbamos a almorzar pedía lenguado con arroz o congrio con arroz. Nunca lo vi con un acompañamiento que no fuera arroz, pero si yo pedía papas fritas, él me las sacaba del plato".

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"Ser periodista y llevar el apellido Livingstone es un orgullo. Pero a mí no me gusta mucho el periodismo deportivo. Me fascina jugar fútbol, jugué en la Católica cuando chico, pero me aburre ver los partidos. Mi abuelo veía 10 partidos de fútbol al día, pero cuando yo iba conversábamos. Siempre trató de saber qué me gustaba a mí. Yo ando en skate y él me preguntaba cómo se andaba en skate. También soy melómano, uso poleras de grupos de música. Y él me preguntaba por ellos.

Hice la práctica en TVN Deportes. Entré por el conducto regular. Vi a mi abuelo en reuniones de pauta dos veces por semana. Siempre llegaba puntual. Estudiaba, veía las noticias. Tenía un estilo único como entrevistador, era lúdico, tiraba tallas. Era irónico, no sarcástico.

Fui varias veces al estadio con mi abuelo. El Ton en las graderías no hablaba nada. Era tan pelotero, nunca podría haber visto un partido comiendo un asado. El 2009 le hicieron en San Carlos la tribuna con su nombre, fue la última vez que fuimos al estadio. Es difícil saber si estaba emocionado".

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"La gente mayor trata de imponer su forma de ver las cosas, que córtate el pelo, que vístete así... Son medio autoritarios. Lo que más valoro de mi abuelo es que me haya querido tal cual soy. Era absolutamente respetuoso. Podíamos conversar de todo. Para él yo podía ser como quisiera, pero me enseñó que siempre tenía que ser íntegro y respetuoso. Eso era todo lo que pedía.

Creo que de los cuatro nietos fui el más afortunado, porque soy el mayor y para relacionarse con él había que ser un poco más grande. Para mí los últimos cinco años fueron los de una relación más afiatada.

Siempre me voy a acordar de los almuerzos y las navidades juntos. Los Livingstone somos pocos y para el abuelo la Navidad era sólo con su círculo de hierro. Era cerrado con ese núcleo. De mi abuelo tengo eso. No soy bueno para ir a fiestas, ni estar lleno de gente".

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"Siempre que uno nombraba algo o alguien, él se acordaba de algo del pasado. Siempre estaba entrelazando historias. Un recuerdo para él memorable fue cuando jugó el Mundial de Brasil en 1950.

Cuando chico siempre me preguntaba qué quería pedir al Viejito Pascuero. Y él llegaba con el regalo. Una vez fue una guitarra eléctrica.

Para mi abuelo era muy importante el lenguaje, usar bien las palabras. Retaba a la gente cuando hablaba mal. Hace poco estábamos hablando y me dijo por primera vez: 'tienes buena dicción Cristián'".

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"El día que mi abuelo murió se iba a juntar a almorzar con mi papá. Cuando falleció, ya se había bañado y levantado solo. Lo ayudaban no más con el burrito para llegar al baño. Era un obsesivo con la limpieza, él se lavaba el pelo todos los días. Después de vestirse se sentó en su sillón, vio tele y, según la Rosa, después le dio tos. Dicen que después de toser dijo 'hasta aquí no más llegamos', pero yo no sé si sea verdad, creo que ya es mito. Lo que sí sé, es que empezó a toser y fue un paro cardiorrespiratorio, no cardíaco que es el que provoca sufrimiento. El Ton no sufrió".

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