Ai Weiwei: "Mi estatus e imagen mejoran cada vez que el gobierno chino me detiene"

<P>El artista y disidente chino actual más famoso exhibe su primera instalación en Chile. </P>




Fue en 2012 cuando la obra del chino Ai Weiwei (55) alcanzó su estado de mayor visibilidad en el mundo. En un mismo año, el artista expuso en el Jeu de Paume de París, participó en la Bienal de Venecia, estrenó una instalación en Noruega, mostró una serie de fotos en Berlín y Moscú, se asoció a la oficina de arquitectura Herzog & de Meuron para diseñar el Pabellón de la Serpentine Gallery en Londres, para luego finalizar el año con su primera retrospectiva en EE.UU., en el museo Hirshhorn de Washington. Todo eso, Ai Weiwei lo hizo sin salir de China. No es que así lo quisiera.

Hace más de un año las autoridades de su país le quitaron el pasaporte, luego de que en abril de 2011 lo detuviesen en el aeropuerto de Beijing, antes de un viaje a Hong Kong, y lo mantuviesen preso por más de dos meses sin paradero conocido. Los cargos fueron evasión de impuestos. La comunidad artística mundial (incluidos museos como la Tate Gallery y el MoMa) se levantó a protestar, pidiendo la liberación de Weiwei. Sabía que más allá del supuesto fraude fiscal, el artista era desde hace tiempo una molestia para el gobierno chino, por sus obstinados comentarios contra el régimen.

Cuando Weiwei reapareció, su fama se había extendido como pólvora. "Me parece una broma de mal gusto que el control del gobierno haga más popular mi obra en el extranjero. Su objetivo es limitar mi influencia al máximo, pero mi estatus e imagen mejoran cada vez que me detienen", dice vía mail el artista a La Tercera.

Hoy ni siquiera se mueve de casa para conseguir proyectos: decenas de curadores y artistas golpean su puerta deseosos de trabajar con él. Uno de ellos fue el argentino-suizo Sigismond de Vajay, curador de Of bridges and borders (ver recuadro), la muestra que se inauguró ayer en el Parque Cultural de Valparaíso y que trae una obra de Weiwei por primera vez a Latinoamérica.

Se trata de un lienzo de 900 metros cuadrados, que cubre la fachada de la ex galería de reos, con una imagen satelital de las islas Senkaku, que actualmente se disputan China y Japón. "No lo invité porque sea conocido o porque con él tenga prensa fácil, sino porque encaja con la idea de la muestra que reflexiona sobre las fronteras y la inmigración. Su condición de preso en su país lo hace perfecto", asegura el curador.

Hubo otra razón también por la que Weiwei aceptó la oferta: su padre, el poeta Ai Qing (1910-1996) fue amigo de Neruda. Por eso bautizó su instalación en Chile como A Pablo y por eso, encima de la imagen de las islas imprimió el fragmento de un poema que su papá le dedicó al autor de Residencia en la Tierra: "Un hombre se encuentra /con una lupa/ busca en el mapa/ un lugar que nunca ha sido".

"La amistad entre mi padre y Neruda era muy profunda. Cuando era niño, mi padre me contó que fue invitado a la fiesta de cumpleaños de Neruda durante su viaje a Chile", cuenta Weiwei.

La relación entre ambos poetas quedó registrada en Confieso que he vivido, las memorias de Neruda, donde describe a Ai Qing, quien fue su guía en el país asiático, en 1951, como un "encantador viejo comunista y príncipe de los poetas chinos". Tres años después, el chileno le devolvía la mano, invitándolo a La Sebastiana.

"La obra habla sobre un problema territorial, pero a la vez es muy poética. Weiwei nunca hace las cosas sólo por la belleza, siempre hay mensaje detrás", señala Sigismond de Vajay.

Weiwei era visto por el gobierno chino como un artista creativo e insolente, pero nunca peligroso. Hasta que comenzó a criticar e investigar el actuar del régimen tras la muerte de varios estudiantes en el terremoto de Sichuan de 2008. Desde entonces, el artista ha sido hostigado: en 2009 fue golpeado por la policía en una protesta y en 2010 no lo dejaron asistir a la entrega del Nobel de la Paz al disidente chino Liu Xiaobo. Weiwei no se atemoriza, se siente protegido desde que sabe que los ojos del mundo están sobre él; sin embargo, lamenta tener que enviar toda su obra fuera para que sea vista. "Ya no puedo exponer mis obras dentro de China. Este es mi hogar, pero no puedo comunicarme con mi entorno. Exponiendo sólo en el extranjero, me quedo a mitad de camino. Como decimos en chino, 'es como rascarse los pies con las botas puestas'", resume.

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