Al agua japo
Un japonés se zambulle en el mar.
Nada raro. Allá es verano y tienen océano por todos lados.
Pero el detalle es este: un japonés se zambulle en el mar, muy cerca de una central nuclear. Dos palabras que, en muchos rincones del planeta, provocan escalofríos de sólo mencionarlas. Pero al hombre de esta foto se le ve feliz. Saltando con ganas frente a un grupo de amigos que, con seguridad, serán los próximos en lanzarse desde lo alto del peñasco y con idéntico entusiasmo.
Sólo en Japón, dirán algunos. Y no se equivocan.
Escenas como esta recuerdan que allá las cosas funcionan a su propio estilo. Hace sólo cuatro meses que el tsunami provocó un infierno en Fukushima, con desastre nuclear grado 7. Pero en Japón no son dados al lamento: mientras el país se reconstruye a la velocidad de la luz, todo se vuelve a ordenar bajo esa viejísima regla japonesa que dice que las cosas se aceptan sin chistar porque así funciona la naturaleza y porque así es el destino. No se mira atrás, sino hacia adelante. Para qué ser emotivo o nostálgico si se puede ser pragmático: para qué tenerle miedo a las plantas nucleares si no queda otra que convivir con ellas.
Bien lo dijo Noriyuki, un japonés común y corriente, un guía turístico de Tokio, a quien conocí en ese país nuclear poco antes de la tragedia: "Aquí en Japón las cosas se aceptan sin reclamos". Lo decía con resignación, pero sin tristeza.
Lo mismo debe pensar el intrépido bañista de la foto. Vive en Mihama, un pueblo de la zona de Fukui, en la costa oeste japonesa. Con sus 14 plantas nucleares bordeando la bahía de Wakasa, es la región con más de esos reactores en el país. Tanto así, que coloquialmente le dicen el "flipper atómico".
Así nomás son las cosas. Nadie reclama. Ni el bañista ni sus amigos ni la ciudad. Los ataques de nervios, la exageración, el desmadre, se los dejan a Occidente.
El gobierno japonés tampoco tiene tiempo de histeria. Todo lo contrario. Una vez más, es puro pragmatismo: como cerca del 30% de la matriz energética del país depende de las plantas nucleares, hoy están muy apurados persuadiendo a la gente para reactivar los reactores que han sido detenidos y así enfrentar la demanda del verano.
Nada que temer. Ese parece ser el mensaje oficial.
Y esta zambullida, con tan inusual telón de fondo, le cae como anillo al dedo.
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