Al rescate del Amazonas peruano
<P>La Reserva Nacional Pacaya Samiria, en el noreste de Perú, es el lugar de encuentro de alta diversidad de fauna terrestre y acuática amenazadas, bosques inundables y una comunidad local. La ONG Wildlife Conservation Society desarrolla programas de conservación ahí hace 20 años. Y hay buenos resultados. </P>
"LA MAYOR parte de la biodiversidad en el mundo está en América y, desde el punto de vista de la conservación, es un lugar clave. Por eso llegamos a Samiria", cuenta Bárbara Saavedra, directora para Chile de la Wildlife Conservation Society (WCS) sobre el trabajo que desde hace 20 años la ONG realiza en la Reserva Nacional Pacaya Samiria, un área protegida de 20 mil kilómetros cuadrados ubicada al noreste de Perú, en la que los ríos Ucayali y el Marañón se unen para formar el Amazonas. Además de la vasta flora y fauna, se trata de la reserva más importante del mundo de bosques inundables.
"Se inunda todo seis veces al año. Las marcas del agua están en todas partes. En los árboles podías ver que todo queda dos metros bajo el agua. Es impactante la fuerza de la naturaleza", comenta la directora para Chile de WCS, que hace unos días visitó por primera vez el lugar en el marco de la Expedición RAD UDD.
Cada año el río Amazonas pasa por cambios estacionales bien marcados, con un período de inundación entre diciembre y junio, y otro de vaciante (sin lluvia y el agua acumulada se absorbe o evapora) entre julio y noviembre. En los últimos años, las variaciones de los niveles de agua son más marcadas; es decir, las lluvias son más intensas, mientras que el período de sequía es más pronunciado. "Por ejemplo, en 2010 hubo una sequía que bajó el nivel de agua de los ríos y eso provocó una menor producción de pesca durante una época en la que esta usualmente llega a sus niveles máximos", comenta Andrea Harman, de Wildlife Conservation Society - Perú. Eso afectó directamente a las comunidades indígenas que habitan en la reserva, los Cocamas.
Estas variaciones desorganizan los ciclos normales en los bosques de la Amazonía y generan impactos. ¿Cuáles? La fauna silvestre (pecaríes, venados, roedores) debe salir en busca de islas en la llanura inundada, lo que aumenta la presión por la competencia de alimento. Y la fauna acuática vive el mismo proceso: durante los períodos inundados, los delfines, lobos de río y otros peces predadores se ven afectados porque su presa es más escasa y está distribuida a lo largo de grandes extensiones de bosques inundados. Y cuando las aguas retroceden durante los mese secos, las poblaciones de peces llegan a concentrarse en los reducidos lagos, ríos y canales aumentando la competencia por el alimento.
"Con estos cambios, tratamos de desarrollar modelos de conservación, aprender lecciones y luego replicarlos", dice Bárbara Saavedra. ¿En qué consiste ese trabajo? Andrea Harman explica que se realiza un monitoreo de las especies para saber su nivel de retorno y adaptación a los cambios del clima. No es todo. Junto a otras instituciones resguardan que la caza y pesca ilegal no amenacen ciertas especies. Un dato: la fauna de vertebrados de la Reserva Nacional Pacaya Samiria está constituida por cerca de 1.025 especies, que representan el 36% del total registrado para la Amazonía.
Durante los últimos 10 años, mucha fauna acuática y terrestre ha regresado sostenidamente a la región debido a que se ha controlado la presencia humana. Por ejemplo, censos han mostrado el incremento de poblaciones de especies clave, incluyendo primates, manatíes, nutria gigante, taricaya (tortuga de río) y caimanes, entre otros.
Más específicamente, el informe Avances sobre el monitoreo de las principales especies de fauna silvestre en la Reserva Nacional Pacaya Samiria 2006-2008, elaborado por Pronaturaleza, deja en evidencia el aumento de algunas de estas especies. Por ejemplo, las políticas de conservación han propiciado el aumento de tortugas. En la cuenca Pacaya, en 2008, se identificaron 680 individuos de taricaya (Podocnemis unifilis) con una densidad al alza: de 190,13 Ind./km2 en 2006 a 285,75 Ind./km2 en 2008. Algo similar ocurrió con la charapa (Podocnemis expansa), de las que se avistaron 184 individuos, con una densidad promedio de 69,54 en 2006 y 197,98 Ind/km2 en 2008.
El lobo de río (Pteronura brasiliensis) casi no sufrió variaciones, pero otras especies monitoreadas no han podido ser salvadas de la caza y la pesca ilegal, y su presencia ha ido a la baja. Un ejemplo son los 244 individuos de lagartos negros (Melanosuchus niger), lo que representa una disminución de 58% respecto de 2006. Los 485 lagartos blancos (Caiman crocodilus) avistados representan una disminución de 63% respecto de 2006. Lo mismo ocurre con los manatíes o vaca marina (Trichechus inunguis) y de paiche (Arapaima gigas),
Los Cocamas
Los programas que desarrolla la ONG no solo apuntan a la conservación de la biodiversidad de la Amazonía, sino también a la colaboración con la comunidad Cocama, que depende de los recursos naturales para su alimentación y vivienda. Se trata de una comunidad local que vive de la caza y la pesca, cultivan algunos alimentos, viven en chozas con techo de hojas de palma y se desplazan en canoas. Ellos se han visto afectados de manera directa por los cambios que generan condiciones extremas.
Lo que WCS hace con los Cocama es, con base en investigación científica, apoyar la gestión de sus recursos para no agotar las especies. Dicho de otra manera, asegurar que la extracción de recursos naturales de la que vive esta comunidad sea sostenible. Y un ejemplo concreto de eso es la certificación que entregan las autoridades peruanas de pieles de pecaríes (un mamífero parecido al chancho), que en su mayoría se exporta a Europa para, por ejemplo, la elaboración de guantes. "Acompañamos el proceso de cómo conseguir la certificación, pero no hacemos vigilancia", comenta la encargada de comunicaciones de WCS Perú.
Esta certificación es una especie de permiso que asegura que se sigan ciertos pasos para que la caza se haga de una manera sostenible. La idea es que no se afecte el número de especies: el programa de certificación se otorga únicamente si la comunidad maneja de manera sostenible la caza de estos mamíferos y las comunidades que consigan esta certificación pueden vender las pieles. Las zonas del bosque donde se van cazando estos mamíferos va rotando por períodos, de manera que las poblaciones de pecaríes recuperen su número de individuos.
La caza de animales silvestres es común en los bosques tropicales y, en la actualidad, uno de los problemas más grandes para la conservación de las especies. Este es un ejemplo de todo lo contrario. "Ese es un trabajo bien bonito que hemos hecho. Es una manera de apoyar un medio de vida tradicional de los Cocamas, hacerlo de manera sostenible y contribuir a la conservación. Ha sido exitoso el trabajo", concluye Andrea Harman.
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