Alfredo Castro y el agónico fin de La Memoria

<P><span style="text-transform:uppercase">[ entrevista ]</span> En 2013, el actor y director anunció el cierre de su sala y escuela -hoy arrendada al Duoc-, pero un Fondart la mantuvo a flote, hasta ahora: una estafa de su contador, dice, lo obligará a poner fin al espacio tras 11 años. "Ha sido un golpe duro", afirma. </P>




CUANDO Alfredo Castro les habla a sus alumnos de lo ominoso, todo aquello tachado de abominable que debe ser condenado, les enseña un valor creativo fundamental para él. Sigue las ideas de Antonin Artaud, padre del Teatro de la Crueldad. Pero recién hoy, a sus 60 años, el actor y director ha empezado a digerir a la fuerza sus palabras. A cuestionarse una y otra vez esa lección que por 11 años ha traspasado a nuevas generaciones, desde que su sala, escuela y centro de investigación halló su nido en una vieja casona en el 0503 de la calle Bellavista, la misma que dejará de serlo en diciembre próximo, cuando La Memoria llegue a su fin.

Fundador de la compañía en 1989, abrió su nueva sala en 2005 -con aportes de $ 53 millones de Fondart- con Mano de obra, de Diamela Eltit. Le siguieron obras de Ibsen, Kane, Schreber y Radrigán. En 2008 recibió $ 109 millones adicionales de fondos públicos.

En abril de 2013, fue él mismo quien anunció el cierre de su teatro por "falta de fondos". Otras salas independientes, como El Puente y el Ictus, respaldaron sus palabras. Ese mismo año, el Fondart abrió un concurso especial destinado a costear los gastos básicos de algunos espacios, y desde entonces La Memoria recibe una subvención mensual de $4 millones. "Yo tengo que hacer un aporte pecunario de $ 600 mil. Nos sosteníamos bien, pero solo eso. Estos últimos años las cosas cambiaron: surgieron otros centros culturales con subvenciones permanentes, estatales o privadas, como Nave, el GAM, el Museo de la Memoria, el Teatro Municipal de Las Condes y CorpArtes, lo que me parece bien, pero eso golpeó a espacios más pequeños y a compañias independientes como la nuestra. Esos centros deben repartirse los escasos aportes privados a cultura, eso hace más difícil sostenernos".

Entre 2013 y fines de 2015, Castro arrendó su sala a la U. Andrés Bello. "Convivíamos con sus estudiantes; ellos usaban más el espacio por las mañanas y nosotros por la tarde", cuenta. Cuando el contrato venció en diciembre pasado, el director de la Escuela de Actuación del Duoc, Carlos Díaz, le propuso convertirse en los nuevos arrendatarios por otros tres años. Hasta ahí todo marchaba bien, pero en abril pasado Castro dice que recibió un correo de un ejecutivo de la UNAB en que advertía haber pagado por error el arriendo de tres meses de este año.

"Le pedí a Nelson Márquez, secretario y contador de La Memoria durante 7 años, revisar las cartolas del banco donde mantenemos las cuentas. Debíamos devolver ese dinero", cuenta Castro. Esa misma tarde, agrega, Márquez desapareció. "Llamé a mi ejecutiva del banco y le pregunté si estaban esos depósitos y contestó que sí, pero la cuenta figuraba con un saldo de $ 52 mil en lugar de los $18 millones que tenía contabilizados", agrega. Márquez llegó por primera vez a La Memoria en 2007, a tomar un seminario. "Era un engatusador, un sicópata brillante, noté después, pero aún así era amigo de todos nosotros, y estaba comprometido con el proyecto. Pero los últimos meses estuvo raro, muy nervioso, alterado. Yo mismo le había pedido hora con un siquiatra. Ganaba un buen sueldo, tenía el apoyo de todos, pero llegó a falsificar firmas, transfirió platas, cobró cheques a nombre de otras personas, me hizo firmar cheques y los cobraba o los endosaba a nombre de él", cuenta Castro.

Tras poner una denuncia, la policía fue tras los pasos de Márquez, quien guardó silencio en su primera declaración. "Lo más insólito es que la semana pasada me llegó una citación de la Inspección del Trabajo porque él me demandó", dice Castro. "Después de declarar en la PDI, se fue a la Inspección del Trabajo y me demandó por no pago de vacaciones ni imposiciones". A poco de inicarse el juicio, ambos no han vuelto a verse aún.

Hasta el momento, la estafa asciende a más de $ 24 millones. "No hemos podido cuantificar todo, ya que Nelson robó todos los talonarios de cheques del 2013 al 2016, además del computador de la escuela y donde están todos los archivos contables de años. Ha sido un golpe bajo. Lo que suelo enseñar a mis alumnos como lo ominoso, que es un valor asociado a la creación, y es uno de los fundamentos que trabajamos en La Memoria, finalmente terminó por estallarme en la cara".

¿Qué pasará ahora?

Llevo pagando un seguro bancario durante 11 años, pero el banco me pide probar el fraude. ¿Cómo lo pruebo si este tipo se llevó todos los documentos? Recién ahora el banco está colaborando, recabando tres años de documentos para que una empresa contable externa pueda revisar cada cheque. Sobre eso me percato que Nelson pagó más de $5 millones a CMR Falabella, una tarjeta que yo no tengo.

¿Qué pasará con La Memoria?

En diciembre, una vez entregado nuestro informe Fondart, pensaré otra manera de realizar mis seminarios. Desde este semestre volveré a hacer clases en la U. Católica, estoy en algunos proyectos en cine y pretendo volver a valorar mi autonomía. El teatro está arrendado al Duoc por tres años hasta que ellos habiliten su propio Centro Cultural en el barrio Yungay. Estoy convencido de que estos centros merecen su lugar, pero también lo merecen el Puente, el Camino, el Ictus y todos, pero el Estado no ha sido recíproco con estos lugares, que fueron y son un capital simbólico muy importante para el país. En Chile, los artistas deben mendigar los fondos estatales cuando en otros países, como el Reino Unido, es el Estado el que se acerca a sus creadores.

¿Y el Fondart, qué opina del fondo que subvencionó su teatro durante tres años?

El Fondart ha creado un monstruo. Se llenó de una serie de apéndices parasitarios. Las exigencias para las postulaciones y rendiciones posteriores son muchas veces inútiles. Nosotros somos creadores, eso sabemos hacer. Estoy de acuerdo con presentar un proyecto creativo y sustentarlo en premisas contundentes, también un estudio económico del proyecto, pero para levantar una postulación hoy es necesario contratar a expertos ajenos a la creación misma.

Toda esta situación, dice, lo hizo replantearse el futuro de su proyecto. "La Memoria, como la conocíamos hasta hoy, se acabará en diciembre. En este contexto no tiene cabida ni una razón de ser. Hacía tiempo que esto venía con signos de no tener un lugar, primero por la crisis de 2013, cuando anuncié el cierre, y luego por esto (la estafa). Por lo pronto, tengo un Fondart que rendir y vamos a terminar como corresponde", dice. En agosto abrirá dos seminarios, uno con Benjamín Matthey, y otro con Annie Murath. Este mes comenzará otro de Italo Gallardo, quien pondrá en escena Hijas de tigre en lo que resta del año. Finalmente, la sala se despedirá con La mujer de preñez húngara, de la compañía Mafia Rosa.

"No entiendo el panorama actual. No entiendo esa desesperación por sobre producir espectáculos. Mientras más obras das al año, suponen una mejor gestión. Las obras alcanzan a estar un mes y medio y deben cerrar con salas llenas para el ingreso de otra, eso no ocurría antes. Cuando hice Un tranvía llamado deseo en el GAM, no hubo función que no estuviera repleta, y aún así cerramos temporada y nunca más pude llevar la obra a otros espacios, pues ninguno estaba dispuesto a reponerla. Como Teatro La Memoria nunca tuvimos esa capacidad de producción. Quedamos atrapados como un pequeño almacén de barrio frente a estos centros".

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