Alto Patache: El oasis de la niebla
<P>A 65 kilómetros al sur de Iquique y sobre el farallón costero, se encuentra un lugar que permite vivir una experiencia única: observar las nubes como desde la ventana de un avión, pero con los pies bien puestos en la tierra.</P>
EL SURF, los vuelos en parapente, las salitreras y el dulce chumbeque son las imágenes más recurrentes que evoca Iquique. Sin embargo, a sólo media hora de distancia de esta ciudad se produce un espectáculo natural sencillo, pero a la vez único e impresionante. Un fenómeno que la mayoría sólo ha visto en diagramas en las clases de Historia y Geografía: la niebla costera o camanchaca.
El mejor lugar para observarla es Alto Patache, un oasis de niebla ubicado a 65 km al sur de Iquique, por la Ruta 1, que une esta ciudad con Antofagasta. Junto a Morro Moreno, es uno de los dos lugares donde es posible observar el fenómeno de la camanchaca en su mayor expresión. No existen tours ni buses que lleguen hasta Alto Patache, por lo que la mejor opción es, si no anda en auto propio, arrendar uno.
Tras media hora de viaje al sur, se llega al cruce de Puerto Patillos, donde hay que tomar un camino que sale a mano izquierda. Por esta ruta se debe avanzar 10 km hacia el sureste e internarse por una huella rumbo a los cerros que están de cara a la costa.
Alto Patache es considerado por la comunidad científica como un sitio prioritario para la conservación de la biodiversidad. El terreno donde se ubica fue entregado en concesión a la Universidad Católica para su estudio y conservación. Por este motivo, es necesario coordinar la visita con Felipe Lobos, geógrafo y administrador.
Un paseo por las nubes
Alto Patache se ubica sobre la falda occidental de la Cordillera de la Costa, a unos 800 m sobre el nivel del mar. A 30 minutos de caminata desde la entrada, un pequeño monolito marca el inicio de la ruta. Desde aquí aún no se ve el mar, pero se obtiene una panorámica que amerita sacar la cámara fotográfica: al fondo es posible ver las cumbres de los Andes; a sus pies, la Pampa del Tamarugal, y más cerca, la Cordillera de la Costa.
Siguiendo por el sendero que serpentea por sobre los cerros, finalmente, vemos el mar. Estamos sobre el farallón costero, a una altura similar a la del sector oriente de Santiago, pero poco más de cinco km nos separan del mar. Esta cercanía impide que las temperaturas alcancen niveles extremos como en el desierto; sin embargo, la aridez marca la pauta: en promedio cae sólo 0,2 mm de lluvia al año, algo así como un vaso de agua por cada metro cuadrado.
Este es el lugar preciso para aguardar la llegada de la niebla o camanchaca, la cual se presenta preferentemente en la tarde, entre las 4 y las 9 de la noche. Mientras esperamos, Felipe Lobos explica que para visitar este sitio, lo mejor es ir vestido "por capas", es decir, abajo llevar ropa liviana para el calor (todo de mangas largas, porque la radiación alcanza niveles extremos luego del mediodía) y sobre ella, ropa tipo polar y luego cortavientos, gorro y guantes. La llegada de la niebla hace que la temperatura caiga desde los 30 °C a 10 °C o incluso menos en invierno. Y en apenas media hora.
Con suerte, es posible observar la niebla orográfica, que es aquella originada por el aire frío de baja altura que trepa por el farallón y se condensa, dando origen a los estratocúmulos. Mirando hacia el oeste, el visitante puede ver el cielo limpio, con las tonalidades anaranjadas del atardecer y, bajo eso, una alfombra de nubes hasta el horizonte. Debe ser la imagen más cercana que se puede obtener a lo que muchos imaginan como el Cielo del cristianismo o, en términos más terrenales, a lo que se puede ver desde la ventana de un avión, a 10.000 m.
Otra cosa es la niebla advectiva, aquella que se forma sobre el océano y avanza sobre los 600 m de altura. Cuando esta niebla llega a Alto Patache, el visitante es prácticamente envuelto por la nubosidad, la cual reduce la visibilidad a apenas un par de metros.
En el lugar también se pone en acción otro clásico escolar: un atrapaniebla. En promedio, esta estructura es capaz de captar siete litros de agua por metro cuadrado al día, llegando en los días de invierno a recolectar hasta 60 litros por metro cuadrado.
Más que niebla
Las nubes no son el único atractivo de Punta Patache. De hecho, su presencia ha permitido la supervivencia de numerosas formas de vida. Además de muchos líquenes que crecen en rocas y suelo, se han observado cerca de 50 especies de flora, muchas de las cuales crecen sólo en años lluviosos.
Una de las especies que habita en estas alturas es la Alstroemeria lutea, pequeña flor de pétalos amarillos, originaria de Tarapacá y muy popular en florerías. También se ven manchones de Nolana intonsa, pequeña planta con flores blancas y azules.
Estas especies son verdaderos fósiles vegetales, vestigios de una flora que existió antiguamente en la zona, cuando se presume que el clima era más húmedo y propicio para la presencia de vida silvestre.
En la zona también se han encontrado evidencias de pueblos que habitaron el oasis de Alto Patache en la antigüedad: puntas de flechas, raspadores y restos de cerámicas. Se presume que pertenecieron a pescadores-cazadores, que subían a cazar guanacos.
Viaje a la historia
De vuelta, en el cruce de Puerto Patillos es posible tomar la Ruta 1 hacia el sur y avanzar 10 km hasta una colina escarpada, cuyas inclinadas laderas caen directo hasta el mar: el Pabellón de Pica. Hacia 1850, fue un sitio clave para la economía peruana, pues desde sus acantilados se extraía el guano fosilizado. El trabajo era realizado por coolies, o chinos que llegaban al Callao, donde se les quitaban sus documentos y eran enviados a trabajar a las guaneras en condiciones prácticamente de esclavitud.
Hoy, un monolito y una placa escrita en español y chino mandarín, recuerdan a los numerosos coolies que murieron mientras extraían el guano, colgados por los acantilados con cuerdas. Algunos cuerpos permanecieron colgados hasta hace pocas décadas, cuando fueron retirados y sepultados.
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