Amores heridos, suicidas y rock: el universo de Lola Arias aterriza en el Teatro UC
<P>Protagonista de la escena argentina, la celebrada autora de <I>Mi vida después</I> vuelve a la cartelera local. </P>
Seis personajes con impulsos suicidas, víctimas del desamor, se reúnen en la azotea de un edificio, tras una publicidad que dice "AMOR" en grandes letras blancas de neón. Expuestos ante la gran ciudad y, al mismo tiempo, ocultos tras el cartel, están en el lugar perfecto para jugar al que podría ser su último juego: una ruleta rusa controlada por una niña de 11 años que les impone tres reglas: cada uno debe contar a los otros por qué quiere morir, luego todos tienen que pedir un último deseo y los demás están obligados a cumplir los deseos de los otros. Al final, un dado será lanzado. Cualquiera puede morir.
La idea la tuvo la actriz, dramaturga y directora argentina Lola Arias (1976), durante un "invierno melancólico" en que se dedicó a componer canciones. La obra se estrenó en Buenos Aires el 2007, en un espacio onírico, algo punk, perfecto para esta obra que llamó El amor es un francotirador.
La obra pone en escena lo que Arias llama "el deporte de los sentimientos". Por ejemplo: un personaje, el Tímido, jamás ha sido besado en la boca. Todos se ponen en fila para cumplir su evidente último deseo: ser besado. Y así van apareciendo las "destrezas del amor": llorar, dar cachetadas, cantar canciones de amor. La inspiración vino de Fragmentos de un discurso amoroso, de Roland Barthes, libro que, dice, era su obsesión.
El amor es un francotirador tiene algo que se ha convertido en el sello de Lola Arias: en sus obras, cada actor debe regalar trazos de su propia biografía al personaje. "La vida del actor no debe ser negada por la ficción, debe haber una mínima línea que lo una con el texto. Por eso no me interesa el actor virtuoso que tiene el don de transformarse en otro, sino el actor vulnerable que tiene sensibilidad para transportar ciertas ideas".
La autora llevó al límite esa idea en Mi vida después, obra que la convirtió en un nombre insoslayable en la escena teatral argentina. Estrenada en 2009, fue uno de los destacados del último Festival Santiago a Mil. En ella, Arias recogía historias reales de los actores de su compañía, nacidos en la década del 70. La obra narraba las historias de los padres, desde los exiliados al desaparecido, pasando por el relato más estremecedor: el de una actriz que siendo bebé fue secuestrada por un militar y creció creyendo que éste era su papá. La obra fue un fenómeno de crítica y público.
En el caso de El amor es un francotirador, la autora elegió a un grupo de actores que dieron lugar a los personajes: la Stripper, el Boxeador, la Belleza, el Tímido, la Chica de Campo y el Don Juan.
La obra se estrena el próximo jueves en Santiago, dirigida por Néstor Cantillana, con un elenco formado por Pablo Schwartz , Claudia Vicuña, Macarena Teke, Darío Mateluna, Eduardo Barril y Paula Bravo. La niña será Constanza Ortiz. La escena es completada por la banda de rock creada por el músico Fernando Milagros para la obra, banda que acompaña al grupo suicida sobre el escenario y hace que la azotea parezca un set de televisión. Todo parece, en suma, un sueño delirante.
Cupido con revólver
Cantillana llama a El amor es un francotirador un "musical melancólico". Arias la ve como parte de un estudio del amor en tres tiempos: "Esta es la etapa del duelo. Uno necesita repetir el relato de la ruptura, porque después de tanto contarlo se vuelve menos terrible. Creo que eso es el duelo, una cuenta regresiva hasta el cero dolor".
Las otras partes de ese estudio sobre el amor son Sueño con revólver y Striptease, obras que también han sido montadas en Chile por Néstor Cantillana. Sus versiones han seguido siempre al pie de la letra los textos de Lola Arias y sus riesgos: actuar sólo con la luz de la ciudad entrando por una ventana o poner en escena a un bebé como protagonista. Eso pasó en Striptease, donde la estrella fue Lautaro Cantillana, quien con un año y medio compartió escenario con su padre y su madre, Macarena Teke. Para el actor y director, es la experiencia teatral más potente que ha vivido, la más al límite entre realidad y ficción.
Si El amor es un francotirador representa el duelo, Sueño con revólver es el inicio del amor y Striptease la separación. Pero Lola Arias se dio cuenta de eso después de escribir las obras. Antes de hacerlo, su intención era que las tres fueran distintos tiempos en la vida del personaje masculino: Striptease es el pasado, cuando se está separando de su mujer, y Sueño con revólver el futuro, cuando pasa la noche con una joven en una ciudad posnuclear. En esos encuentros dice haber soñado que era un actor que está jugando a la ruleta rusa. Porque, como dice Lola Arias, El amor es un francotirador es un sueño, un delirio tan surreal que una niña puede tener en sus manos la vida de seis personajes con el corazón roto: "Ella pone en funcionamiento ese juego para escuchar sus experiencias amorosas, porque quiere saber cómo es el amor. Ella es un poco el amor en sí mismo. Un cupido que, en vez de arco y flecha, tiene un revólver".
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