Andy Warhol Las memorias que retratan la década del 60 en Nueva York

<P>Gracias a una grabadora y a su secretaria, Pat Hackett, el artista pop creó un particular anecdotario de la escena artística de los 60. La Factory, la movida <I>underground</I>, las drogas y las historias de sus amigos y enemigos confluyen en su versión de los hechos.</P>




No hubo sector de la escena under neoyorquina en la que Andy Warhol no se involucrara. El rock alternativo, el cine independiente, la moda sintética, y ni qué decir, las galerías de arte vanguardista. Los 60 fueron su década, y como tal, tienen libro propio: POPism. The Warhol Sixties (Alfabia), edición en español que nos llega 30 años después de su publicación en Estados Unidos.

El núcleo de esta historia es la Factory, estudio forrado en papel de plata que Warhol instaló en 1963 en Manhattan. Durante sus cinco años de existencia, atrajo a modelos, bailarines, pintores, periodistas y cualquiera dispuesto a subir en montacargas hasta el quinto piso del edificio en la East 47th Street. "Los fotógrafos nunca tenían que preparar 'sesiones' en la Factory; todo lo que tenían que hacer era venir y disparar", cuenta el artista sobre este espacio de creatividad y, a su pesar, de consumo de las drogas de moda. Warhol no se drogaba, pero sus cercanos pasaban todo el día con LSD y speed en el cuerpo. Era inevitable. La escena artística estaba saturada de los que él llamaba "A-men" o "A-heads", con A de anfetamina.

Muchos de sus amigos, colaboradores, promotores y allegados, fueron íconos de los 60. La chica de familia rica, Edie Sedgwick, con su rupturista estilo: aros gigantes, malla de ballet y abrigo de visón. Lou Reed, John Cale, Nico y todos los integrantes de la ruidosa, y a veces incomprendida, banda The Velvet Underground. Paul Morrissey, que dirigía los filmes experimentales de Warhol, como Chelsea Girls (1966). Toda la tropa de la Factory aparece en estas memorias escritas entre el pintor y Pat Hackett, la secretaria que llegó a la Factory en 1968. No muy aficionado al diario de vida, Warhol le confesaba a una grabadora los chismes del ambiente, anécdotas que Hackett tecleó y se pueden escudriñar hoy en las páginas de POPism.

Otro personaje que rondaba su entorno era un joven poeta y músico de pelo revuelto. "Tenía la impresión de que decían... que Dylan no me tragaba, que me culpaba por la drogadicción de Edie". La mala relación entre Bob Dylan y Warhol queda clara en un episodio puntual. "Le regalé uno de mis Elvis plateados en su época de recién llegado. No obstante, más adelante me volví paranoico al oír rumores de que había usado el Elvis como diana en el campo", cuenta. La historia no acaba ahí. Diez años después se encontraron en una fiesta y supo del real destino de su cuadro, por entonces valorado en cientos de miles de dólares: Dylan se lo había cambiado a su mánager por un sofá.

Entre la tela y la cámara

El dibujante publicitario se convirtió en artista profesional en poco tiempo. Hay dos páginas entre su primera exposición en la Irving Blum Gallery de Los Angles y la segunda, en la Stable Gallery de Nueva York. Pero no se transformó en el padre del pop-art tan rápido. Sobre su segunda exposición en Los Ángeles, cuenta: "Muy pocas personas de la costa californiana sabían de arte contemporáneo o se interesaban por él, y mi exposición no tuvo muy buena acogida". En Canadá ocurrió algo parecido: nadie fue a la inauguración de su primera muestra. De a poco su trabajo agarraría vuelo. Las inauguraciones se llenaban de exaltados fanáticos, y él y sus amigos empezaron a tener que salir a escondidas por la puerta trasera.

Mientras crecía como pintor, incursionaba en las películas. "Cuando la gente describe quién soy, si no dice 'Andy Warhol, el artista pop', dice 'Andy Warhol, el productor underground'". Aprovecha la instancia para hacer una aclaración. Las cintas que hacía con Paul Morrisey eran de bajo presupuesto, ajenas a los códigos de Hollywood y filmadas en 16 milímetros. Pero no tenía el más mínimo interés en ser considerado underground: "Siempre he querido hacerme notar".

El traslado en 1969 a un nuevo estudio marca el fin de la década. Ya no lo rodean famosos artistas de avanzada. "Las superestrellas de la antigua Factory no venían mucho por la nueva. Algunas decían que no se sentían cómodas con la blancura del lugar". De este año es Trash (Basura), la última película de la que habla en estas memorias, sobre un yonqui del East Side de Nueva York. El reparto es "post-pop", chicos jóvenes para quienes las barreras que los antiguos personajes de la escena vanguardista habían tenido que romper ya no existían. Parece que estuviéramos hablando de un siglo de distancia, pero sólo son 10 años en la voz de Andy Warhol.

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