Antártica, el proyecto con que Rodrigo Bazaes volverá al teatro
<P>El director de arte de las últimas películas de Andrés Wood arremete por partida doble en el GAM.</P>
¿Qué viene a la mente cuando se habla de espiritismo? Güijas, objetos moviéndose, voces, agua bendita, todo lo que Hollywood ha propuesto desde Poltergeist hasta Los otros. Para Rodrigo Bazaes todo eso es puro prejuicio. Su forma de entender el espiritismo es más reflexiva, sin pensar en lo tenebroso de comunicarse con los muertos. Y así es en todo: repasa sus viejos y nuevos proyectos o sus logros y caídas con la misma calma con que investiga durante meses, incluso años, antes de escribir una obra o de asumir la dirección de arte de una película.
Como diseñador teatral, Bazaes trabajó con Griffero y La Troppa, saltó al cine con Sexo con amor y luego se asoció a Andrés Wood. Primero hizo la ambientación setentera de Machuca. Después, Wood lo llamó para hacer La buena vida, basándose en los testimonios que Bazaes había recogido en una peluquería para escribir Pelo negro boca arriba (2007). En la última película del director, Violeta se fue a los cielos, el diseñador integró el equipo de guión e hizo la dirección de arte. "He colaborado con Wood por años, y creo que siempre nos vamos a encontrar de nuevo. Así es todo, demasiado intenso. Para Violeta fueron muchos meses filmando en París, Buenos Aires, el norte y el sur de Chile. Y cuando quisimos mostrar la vida en el campo tuvimos que recrear las casas, después del terremoto estaba todo abajo".
Aunque ahora es entrevistado en su calidad de autor y director teatral, el diseñador dentro suyo no para. Mientras habla, ordena los elementos sobre la mesa: dos vasos de cartón, una bolsita de azúcar, un par de servilletas. Dentro de Proyecto Antártica, el colectivo artístico detrás de Pelo negro boca arriba y Antártica, Bazaes figura como creador. "No es que no me interese dedicarme al diseño en el grupo, sino que sería muy ambicioso diseñar, escribir y dirigir. Cristián Reyes diseña, y es el diseñador que más admiro".
Empezó a pensar en su nueva obra el día que terminó Pelo negro boca arriba. Allí el tema era el padre ausente. Su próxima obra, pensó, sería sobre la madre y volvería a trabajar con testimonios. Empezó entrevistando a madres e hijos. "Había una forma de referirse a la madre con idealización, pero si escarbaba un poco descubría historias de represión, culpas y desajustes de roles", dice. El año pasado ganó un fondo y ahí se le ocurrió fusionar eso con los años 30 en Chile y la práctica del espiritismo.
En Antártica, Blanca Mallol es la madre, ¿cómo es ella?
Está cruzada por la metáfora de la Antártica como un territorio inexplorado, inmensamente bello, pero peligroso. Territorio conquistado por hombres y tumba de hombres.
Y no es una madre cualquiera. Es una médium.
Sí, ella ha cerrado su casa y no sabe si abrirla. El mundo está en crisis, en Chile ha habido una sucesión de golpes de Estado, es una etapa intensa de gestación ideológica y moral. La figura de lo militar se impone en la sociedad chilena. Siempre me ha preocupado el de dónde venimos, y esa década fue una visagra. Estos personajes que llegan a su casa buscan refugio espiritual y la república soñada.
Aunque la madre y los personajes masculinos estén alrededor de una mesa tomados de las manos, esto no es una sesión de espiritismo.
Bazaes es consecuente con el resultado de su investigación. "El espiritismo no es un territorio oscuro de almas en pena", dice. A quienes les gusta lo paranormal, advierte: "No van a ver fantasmas volando. Antártica es una obra sobre los vivos, no sobre los muertos".
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