Apaga ese maldito celular

<P><I>Ante el masivo uso de teléfonos en los shows, los músicos en EE.UU. han endurecido las medidas y hoy contratan empresas que bloquean los celulares, restricciones seguidas de cerca en Chile.</I></P>




No bastaron las súplicas amistosas. No bastaron los cartelitos en redes sociales o pegados a la entrada de los recintos, donde el artista solicita que por favor no veas el show a través de una pantalla, que te olvides por unas horas de ese maldito aparato, tal como ha sucedido en presentaciones de bandas como Yeah Yeah Yeahs o She & Him. Igual resultado tuvieron los ruegos de asistentes técnicos que salían al escenario antes del espectáculo advirtiendo que la estrella principal pedía enterrar los smartphones al fondo del bolsillo, escena que los espectadores chilenos presenciaron en la venida de Jack White, en 2015.

El gallito entre los músicos y su audiencia hipertecnologizada ahora es por la razón o por la fuerza: desde 2014, muchos recitales en EE.UU. han contado con los servicios de la polémica empresa Yondr, la que se encarga de bloquear todos los teléfonos durante el concierto, bajo el fin no sólo de que los fans se enfoquen más en el escenario que en su Instagram, sino que también para que el propio artista no sufra distracciones.

El último capítulo de esta medida radical aconteció a fines de mayo, en el debut en Los Angeles del supergrupo Prophets of Rage -formado por miembros de Rage Against The Machine, Public Enemy y Cypress Hill-, donde la compañía fue contratada para ejecutar su operativo. En los accesos, los organizadores piden los celulares y los ponen en una pequeña caja que se cierra automáticamente cuando se ingresa a las localidades, zona bautizada como "libre de celular". Aunque los presentes pueden seguir con sus dispositivos -encerrados, recluidos-, éstos quedan inutilizables. En caso que alguien requiera usarlos ante una eventualidad, debe volver a las puertas principales, donde la cajita se abrirá nuevamente.

"Sólo somos parte de una tendencia social que se pregunta '¿cómo hoy podemos ser felices con la tecnología'", cuenta a La Tercera Graham Dugoni, fundador de Yondr. Luego detalla: "Lo que nosotros creamos es un lugar sagrado, donde los shows sigan siendo una vivencia única, especial, donde lo que sucede se queda en ese espacio. A los que nos han criticado, sólo les puedo responder que tenemos concepciones diferentes de lo que es pasarlo bien. No hay que olvidar que hasta hace no mucho estaba permitido fumar en los aviones, hoy no, y ya nadie reclama".

De alguna manera, el negocio de Dugoni sintoniza con la sensibilidad de los artistas, hastiados de mirar sólo pantallas. Algunos han intentado demarcar los límites con sus propias manos, como Adele, quien hizo una pausa en un show en Italia y encaró a una fanática: "Quiero decirle a esa mujer, ¿podrías dejar de filmarme?". Algo peor ocurrió con los Eagles en su tour de 2014, cuando los acomodadores tenían la facultad de expulsar a quien se negara a apagar su móvil.

En Chile, gran parte de los músicos adscriben a esa conducta. El cantante de La Ley, Beto Cuevas -formado en la vieja escuela, cuando la vida aún no sabía de estos conflictos- asegura: "Sería maravilloso que la gente dejara de vernos a través de su teléfono y regresara a la vieja usanza. Hay muchas cosas que antes uno hacía y que hoy son imposibles. Por ejemplo, no tenemos opción de hacer un black out, partir una presentación a oscuras, porque siempre estarán esos flashes que matan ese misterio. Apoyo a ojos cerrados que se controle el uso de teléfonos y que también se incluyan esos rayos láser. En la gira que hicimos por Chile estuve cerca de parar de cantar por uno de esos rayos".

Javiera Mena sólo ha trabajado en un mundo donde los dispositivos decoran el paisaje y opina en igual dirección: "Yo misma cuando voy a los shows y saco una foto siento que estoy perdiendo ese momento. Cuando lo veo en mis conciertos, me da pena. Un buen método podría ser comunicar esta sensibilidad en el recital, con un video o un discurso del artista, más que quitar los celulares". Su coetáneo Nano Stern se suma: "Soy totalmente contrario al uso desmedido de teléfonos frente a un escenario".

Pero hay voces disidentes. El dúo Dënver aprueba sin problemas los flashazos. Milton Mahan dice que "todas las nuevas tecnologías traen nuevos lenguajes y no vale la pena luchar contra ellos". Su compañera, Mariana Montenegro, adhiere: "No me molesta. Cuando es un show de mi banda, significa que habrá más ruido en redes sociales y eso siempre es positivo".

En cuanto a los eventos, Lollapalooza Chile prohibió en su última versión los selfie sticks, esos largos bastones para el autorretrato: a quienes se les requisaba el elemento, se les obligaba a devolverlo a su casa o su auto. Jorge Ramírez, gerente general de Agepec, el gremio que reúne a los más importantes promotores chilenos, dice que es cuestión de tiempo para que las medidas se endurezcan: "Los productores siempre tienen que cumplir y aplicar los requerimientos del artista, y el tema del registro en las actuaciones es sensible. El avance de la tecnología en los móviles hoy los convierte en instrumentos de alta perfección, sobre todo en una era donde los músicos tienen que proteger sus obras, por lo que es posible que la tendencia (de prohibir estos elementos) llegue a Latinoamérica más temprano que tarde. Y será muy compleja su implementación, por la forma en que reacciona el público".

De hecho, los fans y los medios han sido los grandes adversarios. A propósito del caso de Prophets of Rage, la revista inglesa NME editorializó: "Sólo porque la gente está tomando fotos, no quiere decir que no esté disfrutando de vivir el momento. Si las personas que han pagado dinero para estar en un concierto quieren tomar fotos, allá ellos".

Silvana Cortés, presidenta del fans club de Luis Miguel en Chile, se define como grabadora compulsiva. "Los fanáticos jamás vamos a perjudicar a un artista publicando algo que no le favorece. Tomar fotos es volver a recordar y los fans lo seguiremos haciendo", dice.

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