Arapey, fin de semana termal en Uruguay

<P>Dentro de sus 176.215 km2, el país más pequeño de América del Sur no se limita sólo a Montevideo, Colonia o Punta del Este ya que cuenta con varias "perlas escondidas" entre las que sobresale Arapey, una pequeña villa del cordón termal del litoral norte, que vale la pena conocer y disfrutar en familia o en pareja.</P>




UBICADA a 560 km de Montevideo y a 80 km de la ciudad de Salto, apartada de centros urbanos y a orillas del río que lleva su nombre, Arapey es un sitio ideal para desenchufarse de la rutina y lograr un absoluto relajo, tan preciado en los vertiginosos tiempos que corren.

Uno de sus principales atractivos, y el que seduce a primera vista a los visitantes, es su entorno bucólico en el que se destaca el río que, en esta parte, tiene varias curvas y unos 200 metros de ancho. La vasta extensión de monte nativo que hay a su alrededor, con gran riqueza de fauna y flora autóctonas, luce como el complemento justo para este centro termal, enclavado en un típico paisaje del campo uruguayo, con praderas suavemente onduladas y distintas gamas de verde.

El parque termal, abierto para todo público, posee cuatro piscinas: una cerrada a 38 °C; una semicubierta al aire libre a 36 °C; una deportiva, recientemente remodelada, de 25 metros de largo a 26 °C; y una al aire libre, con varios toboganes, a 27 °C.

Este río, alma de Arapey, surge del acuífero guaraní (la reserva subterránea de agua dulce más grande del mundo) a una profundidad de 1.300 metros. Es de gran pureza y cristalinidad, y se destaca por sus propiedades sedativas y estimulantes. Los baños termales, además, curan afecciones de la piel, cicatrizan heridas y tienen efectos comprobados para tratar males reumáticos.

En Arapey, donde la vida turística se da durante los doce meses del año, la oferta de servicios es amplia y variada. Hay áreas comerciales y gastronómicas, una zona deportiva y un parque infantil, además de múltiples opciones de alojamiento, la mayoría con piscinas termales propias. A orillas del río, el camping cuenta con todos los servicios y con capacidad para albergar también motorhome y casas rodantes.

Los moteles, las cabañas municipales y el hotel (3 estrellas, también municipal) son otras de las posibilidades que hay para hospedarse, así como el complejo de bungalows Arapey Oasis Termal, otra muy buena opción. Los dos hoteles principales, que destacan en el paisaje con su imponente fisonomía, son el Arapey Thermal y el Altos del Arapey. Ambos son 5 estrellas, trabajan con régimen all inclusive y tienen instalaciones deportivas y servicio de spa termal, altamente recomendado para eludir el estrés.

El Arapey Thermal abrió sus puertas en 2001 con el nombre de Barceló y fue fundamental en el crecimiento que ha experimentado este lugar en los últimos años. Pero la estrella de esta villa termal hoy es Altos del Arapey que, a poco más de seis meses de ser inaugurado, tiene gran aceptación entre turistas uruguayos, argentinos y brasileños de alta exigencia.

El hotel posee dos diferencias que lo erigen como un lugar único. Es el establecimiento con mayor cantidad de piscinas de agua termal (ocho, muy bien ambientadas, de distintos tamaños y temperaturas) y tiene una cancha de golf de 18 hoyos, en un área de 60 hectáreas (donde está el club house) con un recorrido que transcurre entre espejos de agua que bordean muchos de los green.

Además cuenta con un cine, amplios salones para variados eventos y equipos de recreación y shows para toda la familia.

Unas líneas aparte merece la gastronomía de Altos del Arapey, a cargo del chef local Charles Viera, quien cuenta con gran experiencia por haber trabajado en varios hoteles de este tipo, en Centroamérica y el Caribe.

Existen diversas maneras para recorrer la villa y sus alrededores. A pie, sin ningún grado de dificultad, por calles y senderos del parque termal o en una onda trekking por senderos que se internan en el monte. Otras alternativas son a caballo, en bicicleta y en lancha por el río Arapey y algunos de sus afluentes.

Milton Castro, un hombre establecido hace muchos años en la zona, es el encargado de realizar en cualquiera de sus dos embarcaciones diversos paseos por río de 180 kilómetros de extensión y singular belleza.

Esta es una forma placentera y recomendable para conocer el lugar. Tiene, además, opciones para todos los gustos: quienes quieren un poco de adrenalina, se les ofrece remontar el río hasta una zona de rápidos; hay excursiones especiales para los amantes de la pesca y paseos que abarcan también el Arapey chico en los que el tripulante, baqueano al fin, se luce explicándole a los pasajeros, tanto desde la lancha como en tierra, algunas particularidades de las especies vegetales y animales del área y la historia del imponente puente de hierro por el que a fines del siglo XIX cruzaba el ferrocarril.

Cualquiera de los paseos se paga sólo con los momentos en que Milton apaga los motores y deja a los visitantes en comunión con el silencio… ese estado natural que hoy es tan difícil sentir en su totalidad.

En la vertiginosa vida de la ciudad pocas veces tenemos momentos así, por lo que se convierte en una experiencia inolvidable.

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