Arriagada: "A Raúl Ruiz no le gustaban las melodías fáciles"
<P>El más importante compositor chileno de música de películas se refiere a su trabajo con Ruiz y al gran concierto del 20 de agosto.</P>
Jorge Arriagada y Raúl Ruiz se conocieron tarde. Recién en 1977, cuando el director chileno ya había desplegado toda su batería de recursos teatrales, literarios y humorísticos en 22 películas repartidas entre Chile y Francia. Estaban ahí Tres tristes tigres y Palomita blanca, con música de Tomas Lefever y Los Jaivas, respectivamente. Pero también la crucial Diálogos de exiliados, que no tenía banda sonora, pero que con su corrosivo verbo irritó a gran parte de la inteligencia política chilena en el exilio.
Era el período en que Ruiz comenzaba a ser más francés que chileno, si se quiere. Ahí llegó Arriagada, que a diferencia del realizador de Puerto Montt, vivía en Francia desde 1966, había estudiado con un discípulo de Arnold Schoenberg, sabía de música electrónica y fue alumno de Pierre Boulez. La colaboración comenzó en 1977 con el cortometraje Diálogos de perros y se extendió a través de 35 años y 46 películas. "Nunca terminamos de inventar cosas y lamentablemente Raúl se me murió antes. Lo último fue La noche de enfrente y, claro, Las líneas de Wellington, que fue una idea original de Ruiz y la dirigió Valeria Sarmiento", explica Jorge Arriagada.
El próximo 20 de agosto Arriagada será objeto de un tributo en la Estación Mapocho y se interpretarán extractos de 40 de sus bandas sonoras para el cine, incluyendo por supuesto la música para Ruiz. El gran concierto es en el marco del Octavo Festival de Cine Sanfic y también se interpretarán partituras compuestas para películas de Barbet Schroeder (La virgen de los sicarios) o Patricio Guzmán (Salvador Allende). La interpretación será de la Orquesta de la Usach dirigida por David del Pino Klinge. El espec- táculo será justo un día después de la conmemoración del primer año de la muerte de Raúl Ruiz.
¿Cómo era trabajar con Raúl Ruiz?
Me daba total libertad. Una vez le dije que sus chistes y sus historias me parecían fomes, que no las entendía. Pero que sus imágenes eran brillantes y eso me inspiraba para hacer la música. Y él me respondió: "Será por eso entonces que nadie se ríe en mis películas". De repente me decía cosas como "Oye y porque no empiezas como si fuera Schubert , para puro hinchar las bolas. Luego te vas para otro lado". Era un tipo, como sabemos inteligentísimo, provocador por naturaleza. Sabía mucho de música. Cada vez que llegaba a su casa estaba escuchando algo, fueran dodecafónicos como Alban Berg o Anton von Webern o boleros de Lucho Gatica. A él no le interesaba la música al estilo John Williams, la melodía fácil, salvo cuando hizo La isla del tesoro: ahí me dijo que le pusiera trompetas por todas partes.
¿Le imponía una disciplina de trabajo muy rápida?
Es que yo soy rápido también. Todos los días estoy a las 8.30 de la mañana escribiendo algo. Si no compongo es como si no me lavara los dientes. Eso me lo enseñó mi maestro Max Deutsch: me dijo 'imagínate que durante todos los días de tu vida compongas al menos cuatro compases'. Y Ruiz no solo pedía que le compusiera: a veces simplemente me preguntaba que estaba haciendo, que si podía utilizar algo. Le encantaba la música abstracta y por eso no soportaba que las abstracciones de sus películas no fueran entendidas.
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