Artistas chilenos rinden tributo a la Pietá de Miguel Angel en muestra colectiva

<P>R La exposición, que será inaugurada el 9 de septiembre en Galería Isabel Aninat, pretende dar una nueva mirada al país posterremoto.</P>




Sólo tenía 23 años cuando enfrentó el gran bloque de mármol, aún sin esculpir. Encargada por un cardenal francés, la obra debía representar, a escala humana, a la Virgen y a Cristo. Miguel Angel aceptó la misión y trabajó dos años tallando con guantes de lana y bajo el calor de braseros que apenas podía costear. El invierno romano no le impediría al joven discípulo de Donatello terminar en 1499 la escultura de la madre sentada en un peñasco con su hijo. Aunque parece que duerme, éste yace muerto en sus brazos.

Cinco siglos después, 15 artistas chilenos realizan su propia versión de la Pietá de Miguel Ángel Buonarrotti (1475-1564), hoy considerada una de las obras más bellas del escultor italiano. Bajo el título de La Pietá del Bicentenario, la exposición será inaugurada el 9 de septiembre en la Galería de Arte Isabel Aninat.

En los brazos de una mujer

"En marzo estaba viendo una foto de la Pietá y de repente dije: ¡Pero si estos somos nosotros! La Virgen nos sostiene". Con estas palabras, la galerista Isabel Aninat explica el origen de la muestra colectiva que promete brindar una nueva lectura en torno a Chile pos terremoto.

Mario Irarrázabal, Juan Pablo Langlois, Eugenio Dittborn, Lotty Rosenfeld y Benito Rojo son algunos de los artistas cuyos trabajos darán vida a La Pietá del Bicentenario. Esta incluirá también obras de jóvenes creadores, como Teresa Aninat, Catalina Swinburn, Jaime Vial y Margarita Dittborn, entre otros.

Los expertos sostienen que la obra de Miguel Angel, ubicada en la Basílica de San Pedro, en el Vaticano, debe ser vista de manera frontal para ser apreciada en su totalidad. Jugando con esa tesis, la galerista invita a mirar de frente la tragedia de la que fue víctima el país durante la madrugada del 27 de febrero.

"Con esta exposición quiero transmitir lo que somos: un país joven, pero que tiene fuerza y que se levanta. Es un país que sufre, pero que se sostiene", afirma.

A pesar de los rasgos europeos de la Virgen de la Pietá, Aninat asegura que ésta también posee elementos que pueden ser asociados a la tierra y, más concretamente, a la pachamama. "Ella tiene una postura, una prestancia, que recuerda a la tierra. No es esta cosa fina, intocable; tiene una dimensión mucho más humana", asegura.

La juventud de la Virgen de la Pietá, cuya edad real al momento de morir su hijo se cree era de 50 años, le valió a Miguel Angel más de una crítica. El, sin embargo, respondió que la Virgen es eternamente joven. Para esculpir la pieza, el artista también se habría basado en el recuerdo de su propia madre, la que murió cuando él tenía sólo seis años.

Contraviniendo a toda una tradición de escultores acostumbrados a retratar a un Cristo sufriente y magullado, Miguel Angel eliminó las huellas de dolor de su cuerpo. Buscando el ideal clásico de belleza renacentista y experimentando, a su vez, con el naturalismo, dos pequeños puntos en la escultura recuerdan las heridas de los clavos en sus pies. Un pequeño corte, en tanto, sugiere la herida de la lanza romana que atravesó su costado.

Pero fue su figura alta y delgada, aparentemente dormida, la que llevó a la galerista a imaginar a Chile en los brazos de María.

Distintas miradas desde Chile

Ni el bronce ni el tamaño de sus obras evitaron que el terremoto las hiciese pedazos. "Fue un shock ver tanta destrucción", cuenta el escultor Mario Irarrázabal, quien, mientras trabajaba en la restauración, recibió el llamado de Isabel Aninat invitándolo a participar en la colectiva.

Sobre una plancha de gran tamaño, cuyo objetivo es transmitir la sensación de soledad ante la muerte, un hijo reposa con dignidad. Su madre, hincada a su lado, no tiene brazos. "Ella se siente partida e indefensa. Comparte el desmembramiento del hijo", explica Irarrázabal acerca de su versión de la Pietá.

El escultor afirma que el dolor de la Virgen es análogo al de todo ser que sufre una pérdida. "Y así se conecta con el terremoto, en el desamparo frente a la muerte. Esta hace más frágiles e indefensos a los que quedan vivos", dice.

Una fotografía realizada en conjunto por las artistas Teresa Aninat y Catalina Swinburn representa a una mujer con otra en brazos. Ambas con coronas de espinas, comparten el dolor y una inscripción: Painful times (Momentos dolorosos). "El arte es en sí mismo un acto de fe y, desde esa premisa, armamos esta escena ficticia. Ambas adquieren el rol de la otra, ambas son madres e hijas", cuenta Aninat sobre la obra que también intenta ser una metáfora del difícil camino que ha atravesado la mujer a lo largo de la historia.

Una mano levantando una copa, obra autobiográfica de Jaime Vial, o una madre con su hijo en brazos, composición en papel maché de Juan Pablo Langlois, son otras de las piezas destacadas dentro de la muestra. A ellas se suma la Pietá de Eugenio Dittborn, fotografía de un boxeador sostenido sobre las cuerdas del ring y sobre el cual se inscriben palabras tomadas de un pasaje del Evangelio de San Lucas.

"Las obras no coinciden en nada. Es fascinante cómo una imagen que llevamos tan adentro puede dar para tantas interpretaciones", concluye Aninat.

La muestra, que estará abierta hasta el 2 de octubre, no sólo instala en el debate cultural chileno a uno de los tesoros más preciados del Vaticano, sino que también intenta "transmitir esperanza", afirma la galerista. Según la tradición cristiana, ese hombre que yace en los brazos de su madre se prepara también para resucitar.

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