Asesino de Lolol tenía delirios místicos, alucinaciones y era violento con vecinos

<P>Anticuario guardaba casi medio kilo de marihuana y decía conversar "con seres".</P>




La rutina de Oscar López Rodríguez comenzaba a las 6 de la mañana. Se levantaba y hacía una rutina de ejercicios que consistían en levantar un tronco de roble de dos metros de largo y de casi 100 kilos, para luego golpear un saco relleno de paja que le había regalado un amigo. La mañana del jueves, una vecina lo vio tallando raíces que había recolectado. Horas más tarde asesinó a la profesora María José Reyes Moore, a quien decapitó en el patio de su casa.

Fuera de sí, López Rodríguez se abalanzó contra el cabo Felipe González, quien llegó junto a Carabineros alertado por los gritos de los vecinos. El funcionario recurrió a su arma y Oscar López cayó abatido por un balazo, en su céntrico local de antigüedades de Lolol.

Entre sus vecinos, Oscar López era considerado un hombre violento. Habitaba desde hace dos años en una pieza de una antigua casa de adobe. Era su cuarta residencia, ya que vivió en tres casas de la zona sin pagar arriendo, asegurando que la gente le "cedía" los lugares.

En la parte delantera de la casa, López tenía un local de antigüedades. Coleccionaba y reparaba vitrolas, lámparas, ruedas de carreta y portones de fierro. Su afición por estos artículos se remonta 15 años atrás, cuando llegó a vivir a Los Boldos, cerca de Santa Cruz, y comenzó a coleccionar fierros.

El perfil violento de Oscar López era conocido entre los habitantes de Lolol. Una de sus vecinas cuenta que en una oportunidad le pidió que le vendiera una antigüedad y ante la negativa, él reaccionó de manera alterada, con insultos y gritos, y nunca más le dirigió la palabra.

Según las pericias preliminares de la Unidad de Apoyo de Víctimas del Ministerio del Interior, Oscar López presentaba rasgos de una persona psicótica que sufría psicosis, y que producto de esta realidad paralela, tenía alucinaciones y delirios místicos. "Gritaba a viva voz que tenía que salvar el mundo. Además, decía conversar con seres superiores y con Dios", detalla el jefe de esa unidad, Gonzalo Fuenzalida, quien sostiene que producto de aquello, "la comunidad lo veía como una persona enloquecida y extraña". Por estos motivos, López Rodríguez era apodado "el Loquito".

El comportamiento impredecible del anticuario desconcertaba a sus vecinos y conocidos. Algunos lo recuerdan como una "persona muy tranquila que se paseaba por el pueblo en bicicleta con su perro parado atrás"; mientras que Mario Bravo, dueño de un restaurante cercano al negocio que mantenía López, comenta que "tenía una personalidad muy extraña. Era educado para hablar, no trataba mal a las personas (...). Pero muchas veces dijo: 'voy a matar gente'. Lo decía siempre"

De pocos amigos, uno de los vínculos sociales del anticuario lo relacionan a una comunidad hippie de Lolol.

En cuanto a su vida sentimental, Oscar López se casó en 1992 con una joven de Santa Cruz, de la cual se divorció en abril de 2011.

El anticuario guardaba casi medio kilo de marihuana en su local y conservaba elementos para fumarla. Según declaran los vecinos, vendía marihuana a jóvenes de la zona, quienes habitualmente frecuentaban su local. Respecto al hallazgo de la droga y su comercialización, el comandante de Carabineros Patricio Salazar aseguró que no existen contra él denuncias por venta de drogas, pero que se realizarán las investigaciones correspondientes para esclarecer el hecho.

La tarde del 11 de julio, se vio a López conversando con Juan Duarte Becerra, quien fue identificado ayer, luego de que su cuerpo fuera encontrado enterrado en el patio del anticuario. Se estimó que Duarte había sido asesinado hace tres días. Su cabeza estaba dentro de una caja de cartón y se cree que intentó defenderse tenazmente de su homicida.

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