Así es el Charles Darwin que Mauricio Celedón trae a Stgo. a Mil
<P><I>Emma Darwin </I>es el espectáculo que presenta con el Teatro del Silencio. </P>
Sus obras son como mensajes en una botella: un descubrimiento. "La sorpresa es lo esencial. Para hacer teatro, hay que precipitarse al vacío", dice Mauricio Celedón (54) mientras sus ojos se pierden detrás de la humareda leve de un cigarrillo.
El director de la compañía franco-chilena Teatro del Silencio está en el país para recrear el viaje de quien considera "el maestro del asombro": el de Charles Darwin a bordo del Beagle. Lo hará a través de los ojos de su mujer, por eso el espectáculo que itinerará por varias comunas y que se estrena el 6 de enero en el Parque Gabriela de Puente Alto se llama Emma Darwin.
Con voz pausada y baja, confiesa que al igual que Darwin tuvo animales en su infancia. "Una vez maté a un pájaro con una honda y me sentí muy culpable. Tenía seis años", afirma.
El padre del evolucionismo tuvo una experiencia similar. Según narra Celedón, un día éste vio desde el umbral de la puerta cómo el jardinero de la casa le disparaba a un conejo y luego le sacaba la piel. "El encontró que la figura del animal era como la de un hombre y quedó traumatizado", afirma sobre la escena que pudo haber detonado lo que vino después. En 1831, cuando Charles Darwin tenía apenas 22 años, se subió a un barco y dio la vuelta al mundo. "A su regreso, no sólo dejó sus estudios de pastor y se convirtió en ateo. También publicó su teoría de la evolución. El hombre, sentenció, no provenía de Dios sino de los animales", revela Celedón.
El viaje de Darwin duró cinco años y no fue fácil. Según el director teatral, éste padecía de mareos en alta mar y atravesando lugares como Nueva Zelandia, la Patagonia, Brasil, Argentina y Valparaíso se sorprendió con la emigración de los pájaros pinzones, pero también vio cosas horribles. La primera en escucharlas fue Emma Darwin, por eso es ella quien evoca esas imágenes en la obra. "Se sintió muy tocado con el esclavismo en Brasil y con la explotación de ovejas en los confines de Chile. Los europeos llevaban a estos animales a pastar, pero cuando se dieron cuenta de que los patagones se los comían, empezaron a exterminarlos", cuenta.
Novia en vilo
En la obra Emma Darwin aparecen esos claroscuros. Hay conejos, pájaros, hombres encadenados, calaveras y novias que se transforman en selknam. Pero también un piano de cola que se convierte en barco e imágenes que se proyectan con la furia de un puñal. "Emma es muchas mujeres. Una suerte de Penélope que lo espera para casarse con él y que luego lo acompaña hasta la muerte, la aristócrata, la que cree en Dios. En escena, lo que vemos es una evocación. Ella padece los ritos de los patagónicos y ve a Darwin trabajando con los conejos. A ella también la acosan los pájaros con la muerte".
En el teatro de Celedón todo se cuenta sin palabras. Mezclando teatro, danza y mimo, el espectador se encuentra con un lenguaje que el director aprendió de maestros como Marcel Marceau y Etienne Decroux cuando partió de Chile en 1979. 10 años después fundó la compañía Teatro del Silencio. El rigor en cambio lo heredó del Theatre du Soleil. También de visita en Chile, éste homenajeará a Andrés Pérez a una década de su muerte con el espectáculo Los náufragos de la loca esperanza. "Para mí es una sincronía que nos crucemos los tres en Santiago a Mil. Lo digo porque Andrés, además de ser un gran amigo, fue quien me invitó a hacer el taller con el Soleil. En Emma Darwin las máscaras de los selknam las hizo su hermano. Todo calza", dice.
Si la pasión de Darwin fue la especie, para Celedón todo pasa por el teatro. Tenía nueve años cuando ponía los casetes de Leonardo Favio y lo imitaba. Pero fue a los 16, cuando vio los mimos del chileno Noisvander, que dio un giro: "Sorprender sin palabra, sin cabeza. Emoción. Esto es lo que quiero para el resto de mi vida", se dijo.
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