Así se arma el exitoso docureality Los Restauradores
<P>Uno de los más exitosos espacios de History se graba en un estrecho taller de Las Vegas, donde trabaja una familia completa. </P>
Rick Dale, el rostro protagónico del espacio Los Restauradores, un tipo de aspecto tosco y carácter dócil, a medio camino entre Bruce Springsteen y un veterano de la lucha libre, dice que le cuesta creerlo. "Uno de mis ídolos estaba ahí, dentro de mi casa y solicitando mis servicios", cuenta al recordar el día en que Billy Joel llegó hasta su taller para remodelar una vieja motocicleta, la que, tras un minucioso trabajo de varios días, quedó reluciente y elegante.
La secuencia no sólo es parte de la nueva temporada del docureality de History Channel, la que comenzó el 7 de agosto en Chile. De algún modo, ilustra el crecimiento y consolidación de un programa nacido en 2010 -como un spin off del alma mater del formato El precio de la historia- y que muestra la labor de restaurar objetos casi desahuciados en una tienda de Las Vegas.
La misma que durante gran parte del día recibe a turistas y curiosos que arriban impulsados por la popularidad del espacio, con la opción de también recorrer los estrechos talleres donde asoman wurlitzers, autos casi extintos, tablas de surf de los 60, teléfonos con dial giratorio, añejas máquinas de Coca Cola y la propia familia de Dale, manchada en grasa y con los jeans saturados de polvo, como una muestra de que también integran el staff encargado del sitio. Un contingente formado por su hermano, su hijo, su esposa y su hijastro, los que se reparten funciones en un espacio dividido en dos zonas centrales.
"No hice esto para ser famoso. De hecho, cuando me ofrecieron aparecer en El precio... nunca estuve muy convencido. Empecé a hacer esto porque necesitaba dinero", postula el estadounidense ante un escenario que asoma paradójico: su ascenso al estrellato, con una audiencia de casi tres millones de personas en EE.UU., tuvo su cuna en un cisma personal.
Dale sigue: "En 1983 quedé sin trabajo y EE.UU. atravesaba una época muy oscura en lo económico. No había futuro. Entonces, tomé una vieja máquina de refrescos que tenía abandonada en mi patio, la restauré y partí a venderla a California. Me dieron mil dólares. Ahí vi que esto tenía futuro".
Aunque el conductor apuesta a futuro, sabe que las raíces del suceso de su proyecto están en la nostalgia: los capítulos de este cuarto ciclo incluyen la renovación de una máquina de bebidas de los 50, de un juego de martillos que perteneció a un parque de diversiones en los 40 y de un anacrónico dispensador de lápices. "La clave es apelar a lo más preciado de una persona: eso que aún no hemos querido botar y que guardamos la esperanza de que se recupere. Es mantener vivo un trozo de nuestra existencia", culmina.
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