Aterrizan los taxis aéreos

<P>La tendencia crece. Empresarios chilenos usan sus helicópteros y aviones privados como taxis aéreos: se los maneja un piloto, que los traslada entre distintos puntos para supervisar sus negocios. Ahorran tiempo. Desde Santiago, San Antonio les queda a 20 minutos. Y Chillán, a hora y media. Nos subimos al R 66 de José Manuel Urenda, de Empresas Navieras, para ver desde el aire cómo todo esto funciona. </P>




Podría ser un taxi. De hecho, tiene urgencia por recoger a su pasajero: José Manuel Urenda, vicepresidente ejecutivo de Empresas Navieras. Pero hay cosas que aquí son distintas. Este vehículo se mueve por el aire y es capaz de cruzar Santiago en pocos minutos. O viajar entre Valparaíso y Zapallar en apenas un cuarto de hora.

Este taxi es un helicóptero y Urenda lo espera en lo alto de un edificio del barrio El Golf.

Lejos de allí, en el aeródromo de Tobalaba, el piloto Patricio Matamala prepara los últimos detalles. Quedó de pasar a buscar a las 12.40 al empresario, quien es el dueño de este Robinson R 66, el único que existe en Chile, el primero que aterrizó en Latinoamérica y el número 22 del planeta.

Matamala debe recoger a Urenda en el helipuerto del hotel Radisson, uno de los tantos que silenciosamente operan en la cima de varios edificios del barrio El Golf. Y que, desde el cielo, uno los ve marcados notoriamente con una gran letra H.

Hay un ligero atraso en los planes. Sólo unos minutos después de la hora acordada, Urenda -cabeza del holding que agrupa negocios que van desde transporte marítimo de carga hasta aeropuertos y logística-comienza insistentemente a llamar por teléfono.

-Se están atrasando mucho. Estoy que me voy en auto y nos encontramos en Valparaíso- dice, medio en broma.

El tiempo en esta historia no es un detalle. Fue justamente para optimizarlo que Urenda decidió comprar un helicóptero. Porque, en completa comodidad, puede llegar en 25 minutos a San Antonio. O en poco más de 1 hora y 20 minutos estar en su planta de quesos en Chillán. En auto, esta ruta implicaría alrededor de cinco horas.

José Manuel Urenda no es precisamente de esas personas que uno llamaría "locos por volar", como lo son el Presidente Sebastián Piñera, el abogado Guillermo Carey y el empresario Andrés Navarro. Urenda utiliza su nave como herramienta de trabajo. Es de esa cofradía que suscribe a la nueva tendencia que está aterrizando en Chile: personas que usan sus naves como taxis privados. Empresarios y ejecutivos que pueden contar con un chofer cada vez que necesitan volar o que incluso contratan uno las 24 horas. Esos pilotos piden los permisos aéreos, realizan las mantenciones y conocen cada uno de los detalles del vuelo, así como los lugares estratégicos para recargar combustible. Cuando funcionan con exclusividad, reciben unos $ 3 o $ 4 millones al mes.

Es lunes por la mañana. El cielo está completamente despejado. José Manuel Urenda sigue esperando en la losa del Hotel Radisson. El piloto Matamala sabe que debe apurarse. Pero también sabe que aún no están las condiciones para despegar desde Tobalaba. Apunta hacia el cielo. Hacia un diminuto punto negro que apenas se divisa. En pocos minutos, ese ínfimo puntito se transforma en un avión privado, que termina posándose en la pista.

Nada extraño. Porque los taxis aéreos no son sólo helicópteros. También incluye aviones, que son los preferidos de empresarios como Antonio Martínez, dueño de los hoteles y casinos Enjoy. Hace dos años adquirió un King Air 200 Beechcraft, para ocho personas, en el cual combina paseos familiares y actividades empresariales. El, igual que Urenda, tampoco maneja su nave. Por eso cuenta con uno de los 3.500 pilotos que existen en el país. Su nombre es Maximiliano Cimino y trabaja full time para él.

"El transporte de ejecutivos por el aire es una tendencia que crece con ímpetu en Chile. Por eso, desde hace tres meses estamos desarrollando un proyecto de helipuertos para nuestros hoteles. El primero se inaugurará en 60 días, en el nuevo Enjoy de Rinconada", dice Martínez. Agrega que hoy los hombres de negocios buscan "viajes a medida", lo cual implica flexibilidad y la posibilidad de aterrizar en sectores donde líneas aéreas comerciales no tienen acceso.

En Chile, ya se han registrado 1.482 aviones y helicópteros privados. Algunos pertenecen a León Avayú -cabeza de Indumotora, representante de Subaru-, quien captó la necesidad de varios ejecutivos por este nuevo medio de transporte. Desde hace algunos años maneja una flota de estas aeronaves, en las que cobra 35 UF por hora. "La persona que utiliza una de nuestras naves sabe que esto es lo mismo que tomar un taxi en la calle: pagas por él, aunque seas una sola persona", explica Roberto Silva, el piloto que trabaja para los Avayú.

En países como Brasil, este transporte está bastante más extendido: las personas con más recursos evitan las calles y ya hay más de 1.500 helicópteros sobrevolando ese territorio. De paso, Sao Paulo se ha transformado en la flota más grande del planeta, sólo superada por Nueva York. En Chile, la tendencia crece sigilosamente. Ya hay 253 helicópteros registrados en la Dirección General de Aeronáutica Civil, y sus dueños funcionan como un club: todos se conocen, pero resguardan la privacidad. No son muchos los que, por estos días, pueden desembolsar algo así como un millón de dólares por un R 66.

El R 66 se mueve tan suave, que resulta imposible percibir cuando ya dejamos la tierra. Es como flotar en el aire. Tobalaba queda atrás rápidamente. Estamos a unos escasos 50 metros de altura -puede alcanzar hasta 4.300-, pero el mundo allá abajo ya es una miniatura. Excepto la cordillera, que aparece imponente y que hoy -después de una noche de lluvia y frío- parece más blanca que nunca.

En menos de tres minutos ya estamos sobrevolando el barrio El Golf. El aire negro de Santiago se percibe más intensamente desde la altura. Las H -imposibles de ver a ras de la tierra- ahora resaltan desde el aire. No son pocas. Sólo en la capital se han levantado 47 helipuertos. Más tarde, ya en pleno vuelo, Urenda nos contaría que luego serán 48: ya tiene los permisos para construir el suyo, en la cumbre del edificio donde están sus oficinas, en la Costanera Andrés Bello.

Aterrizamos en lo alto del Hotel Radisson. En pocos segundos, Urenda y su gerente general, Franco Montalbetti, saltan al interior del helicóptero. El ruido es infernal. Por eso, nos saludamos con señas. Hasta que los nuevos pasajeros cumplen con la obligatoria rutina: se instalan esos grandes audífonos que incluyen micrófono. A través de ellos, el sonido se vuelve perfecto. Se habla y se escucha sin problemas.

Con los dos nuevos ocupantes, los cinco asientos del helicóptero están completos. Urenda y Montalbetti conversan distendidamente. Hasta que deciden que la primera parada del negro R 66 será, esta vez, en una de las ocho bodegas que el grupo tiene en Lampa.

El helicóptero aterriza entre varios contenedores multicolores, cuando el tiempo total de viaje es de apenas cinco minutos. Entramos a los que almacenan todos los productos electrónicos LG que irán a parar a alguna multitienda. Urenda entra, echa un vistazo y se asegura de que todo esté funcionando a la perfección.

Da la orden de volver a la nave. No hay más razones para seguir en tierra.

Los cinco pasajeros -incluido el fotógrafo que tomó las imágenes de esta crónica- volvemos a instalarnos los audífonos que cuelgan en los respaldos del R 66.

Este helicóptero es un modelo exclusivo, no hay más de 50 en todo el mundo. Que haya uno en Chile genera curiosidad. Tanta, que el propio Presidente Piñera, apenas se enteró que había aterrizado uno aquí, manifestó su intención de conocerlo. Se lo dijo tal cual al piloto de esta tarde, Patricio Matamala, quien junto a Sergio Nuño representan a los Robinson a través de Arrayán Agrorotores.

Otros han ido más lejos: Félix de Vicente, cabeza de ProChile, está en plenas negociaciones para adquirir uno. Y lo hará en sociedad con el canciller Alfredo Moreno, tal como lo hicieron años atrás, cuando compraron un R 44 y un Eurocopter. La rutina es siempre la misma: De Vicente maneja, mientras Moreno -quien no finalizó el curso- viaja de copiloto. Generalmente, es Alfonso Wensel, quien le enseñó a volar al Presidente Piñera, el que le maneja la nave al ministro. En marzo, por ejemplo, tuvo que pasarlo a buscar a Talca -donde asistió a la inauguración de un hospital- para trasladarlo rápidamente a otra actividad en Santiago. Tardaron poco más de una hora. "En auto, ese viaje toma unas cuatro horas, siempre que no ocurra algún incidente", dice Wensel.

La lista de empresarios que supervisan sus negocios desde el aire no es pequeña. Aunque suele pilotear, Guillermo Luksic tiene un pool de ocho choferes que trasladan a sus ejecutivos en un Eurocopter EC-135, que por su tamaño es uno de los más caros del mercado nacional, con precios de varios millones de dólares. Dicen que hace algunos años, mientras piloteaba por el balneario de Hornitos, Luksic se acercó tanto a la playa que hizo volar una decena de toldos que los propietarios habían construido cerca del mar para protegerse del sol. Al día siguiente, tuvo que ir, casa por casa, pidiendo disculpas y ofreciendo la reparación de los daños.

Varios empresarios agrícolas también usan helicópteros para supervisar sus plantaciones. Juan Sutil -dueño de Pacific Nuts, la principal exportadora de frutas secas, y socio de la empresa de champiñones Abrantes- pilotea su R 44, pero también cuenta con un chofer para trasladar a sus ejecutivos cuando él no viaja. En el aeródromo de Tobalaba, Sutil se encarga de retirar su helicóptero del hangar que bautizaron como Caiquén -rememorando a una especie de ganso chileno- y donde guardan sus naves Hernán Büchi, Félix de Vicente, Italo Zunino y Guillermo Carey, entre otros. La nave de Sutil es roja y el empresario la usa sagradamente cada dos semanas para monitorear varios negocios. Entre ellos, sus cultivos de champiñones. "El uso de helicópteros ha aumentado por la misma razón que ha crecido el uso de la tecnología e internet: operamos en un mundo cuya velocidad cambió, por lo que ya no es posible darse el lujo de realizar una sola actividad en varios días, cuando ahora se puede hacer en un par de horas", dice. Agrega que ya tiene planificado un viaje junto a sus ejecutivos con destino a Cauquenes, Chillán, Los Angeles y Colchagua: en dos días y sólo cuatro horas de desplazamiento aéreo realizarán un trayecto que por tierra tardaría 11 horas. Y remata con una historia: el helicóptero le permite mirar terrenos que nadie vería por tierra, y que fue así, desde el aire, como decidió comprarse un pedazo de tierra en la VII Región.

Ricardo Ariztía, ex presidente de la SNA, actual director del Indap y dueño de Agroriego, también pilotea. Aunque por estos días ha dejado esas labores a su hijo Ricardo, quien muchas veces opera como su piloto personal para supervisar los negocios. A este club pertenece también Hernán Boher, dueño de Reifschneider, quien junto a el exportador frutícola Carlos Barros tienen un Bell 206 para cinco pasajeros. "Hace algunos años, aunque te levantaras a las 6 de la mañana, no alcanzabas a recorrer los campos. En helicóptero puedes ver amplios paños en pocas horas", explica Boher. Ahora están a la espera de recibir su Eurocopter B2.

Antes de llegar a Valparaíso, en el R 66 han pasado varias cosas: divisamos el aeropuerto de Pudahuel y cruzamos cerros, hasta que aparece Curacaví y luego Casablanca, un punto estratégico para Urenda. Allí abajo está Quintay, la viña de la que es socio junto al ministro de Hacienda, Felipe Larraín, y el economista Felipe Morandé. El empresario pide acercarse, mientras cuenta orgulloso que la bodega que vemos a nuestros pies la diseñó el arquitecto Matías Klotz.

Nuestra velocidad es de unos 200 kilómetros por hora. Como si no se enteraran de ello, los ejecutivos conversan. Lo han hecho durante gran parte del trayecto. A veces, eso sí, guardan silencio para aprovechar de mandar emails a Santiago y chequear que las cosas están en orden. A bordo, también es posible coordinar actividades a través de teléfonos móviles.

No es común aterrizar en pleno Muelle Barón, en Valparaíso. Pero Urenda tiene la concesión del terminal de pasajeros por 30 años. Y sí puede hacerlo. Desde el suelo, un hombre hace señales para que nos posemos allí.

El piloto sigue la señal y aterriza. Salta una enorme nube de polvo, lo que no es bueno para la nave.

La próxima vez, manda Urenda, deberán regar el piso antes del desembarco.

Más tarde, sobrevolamos la costa desde Valparaíso hasta Zapallar. En medio del camino, Urenda apunta lo que será su nueva apuesta empresarial: un hotel de lujo en el borde costero de Concón. Incluso, desde el aire es posible ver el movimiento de tierra.

La nueva rutina aérea de Urenda contempla viajar a supervisar sus nuevas obras. "Ya no hay excusas para dejar de asistir a una reunión importante. Aquí o allá. Puedes tomar el helicóptero y trasladarte a un lugar en 20 minutos, y luego volver, evitando la congestión. Esto facilita el mundo de cualquier hombre de negocios", dice.

El compró su nueva aeronave en octubre pasado, pero la recibió cinco meses después. Ese es el tiempo mínimo que deben esperar quienes quieren un helicóptero. Bien lo sabe José Cox, uno de los amigos más cercanos del Presidente Piñera. Hace algunos meses vendió su Robinson R 44 -que cuesta unos 400 mil dólares y es uno de los más económicos del mercado- y acaba de comprarse uno igual, pero con menos uso. Dicen que no le llegará antes de octubre. Por mientras, explican en el aeródromo de Vitacura, el Presidente Piñera le pasa el suyo, también un R44. Y eso que una de las reglas de este mundo manda que los helicópteros no se prestan.

Aterrizamos en el helipuerto de piedra que Urenda construyó a los pies de su casa en Zapallar. Son cerca de las 14.30. En sólo dos horas, el empresario ha supervisado varios de sus negocios.

En Santiago le esperan las últimas reuniones. En medio de la ruta de regreso, Matamala hace una parada para recargar combustible. Debemos permanecer ahí al menos 30 minutos, manda el piloto. Porque, cuando son cargados, los helicópteros no pueden partir de inmediato.

El viaje termina, tal como empezó, en el helipuerto del Radisson.

Aún es el mismo lunes. Aún es de día.

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