Auge y Caída de Mahagonny: Brecht, el anticapitalista, llega al Teatro Municipal
<P> El jueves se estrena la ópera de Brecht y Kurt Weill, una dura crítica al sistema de mercado. </P>
Entre San Francisco y Los Angeles, a medio camino de las dos grandes ciudades de California, un grupo de forajidos huye de la policía con un buen botín a cuestas. Los lidera una mujer de armas tomar, Leocadia Begbick, una ex prostituta con escasa piedad, mucho maquillaje y demasiada ambición. Junto a sus secuaces decide fundar Mahagonny, una ciudad ubicada en medio de ninguna parte, lejos de la policía, pero en la ruta de los ocasionales viajeros ávidos de la trilogía del vicio: juego, burdeles y alcohol.
El inicio de la ópera Auge y caída de la ciudad de Mahagonny tiene toda la claridad de una arenga social y política, con personajes que son símbolos y con parlamentos abundantes e incisivos. No se trata de una ópera común y para algunos ni siquiera lo es: la obra que se estrena en Chile el próximo jueves tiene texto de Bertolt Brecht (1898-1956), el influyente dramaturgo alemán que revolucionó la idea del teatro dramático para hablar de teatro épico o dialéctico. El germano, como se sabe, proponía que cada personaje representara una idea y que cada montaje entregara un mensaje a los espectadores.
Estrenada en 1930 en la honorable y muy clásica Opera de Leipzig, Mahagonny llega por primera vez al Teatro Municipal en una propuesta del director de escena argentino Marcelo Lombardero. Mientras la propuesta original de Brecht y el compositor Kurt Weill dibujaban una historia que transcurría en esta ciudad del juego en el Oeste americano, Lombardero traslada todo hasta nuestros días y transforma el escenario en un gran set de televisión. Sin embargo, según el régisseur, lo que no cambia es lo más importante para ser fiel a Brecht: la condena al capitalismo salvaje que predicaba el alemán, intelectual estrella del marxismo. "Si vamos a hablar de ese tema, me parece que situar la ópera en el período de la república de Weimar, a fines de los años 20, con una mirada historicista y con el perfume expresionista de la Alemania de ese momento, es traicionar el espíritu original, una irresponsabilidad y, además, es hacerse el tonto", dice Lombardero sobre la producción que cuenta con la dirección musical de David Syrus y los cantantes Susanne Resmark y Nikolai Schukoff en el elenco internacional.
Mahagonny cuenta a grandes rasgos la vida rápida, hedonista y pueril de los habitantes de la ciudad. La trinidad formada por el juego, la bebida y la prostitución gobierna todo y en medio de ese torbellino, Jimmy y Jenny (un bribón algo inocente y una prostituta levemente soñadora) se relacionan. Lo de ellos no alcanza a ser amor, pues los héroes románticos no tienen nada que ver con la ideología y el temperamento de Brecht.
"Mahagonny además le quiere dar una respuesta a las óperas de Wagner, al héroe romántico y a todo lo que eso significa. No hay lugar para Sigfrido blandiendo una espada. Por el contrario, Brecht dice explícitamente que desea 'un héroe molido a palos' en el escenario. Prefiere contar la realidad cotidiana a través de hampones y vagos. En términos de estructura, también hay diferencias con Wagner, Strauss y los que siguieron: Brecht y Weill, por el contrario, crean una composición con números musicales separados, con textos durísimos, donde la música funciona con distanciamiento y es al mismo tiempo cotidiana. La música de su época era el tango o el jazz y hay instrumentos como el banjo, la guitarra hawaiana o la batería de jazz. Si Weill y Brecht hubieran vivido en el Chile de hoy habrían utilizado seguramente la cumbia, el reggaeton o el hip hop", enfatiza.
Para el argentino lo insoslayable es comunicar lo que la ópera quiere decir: "La obra es muy nihilista y no propone solución alguna. Por lo mismo sigue siendo perfecta para nuestra época, pues plantea la insolidaridad del sistema neoliberal. Apela a la naturaleza depredadora del hombre. El texto plantea explícitamente aquello de que 'si no tienes dinero, no eres nadie' o el sálvese quien pueda de nuestra sociedad. Y eso tiene mucho que ver con la lógica de que somos lo que compramos o de lo contrario no existimos en el mundo. En ese sentido, la obra está totalmente vigente".
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