Benjamín Ossa, el artista que quería capturar el tiempo
<P>En Artespacio, hasta el 9 de abril, exhibe esculturas moldeadas con su propio cuerpo.</P>
De pie frente a un reducido y privilegiado público, Benjamín Ossa (31) explica cómo logró, en sólo tres horas, producir 11 grandes esculturas que hasta el 9 de abril se suspenden cómo ánimas rojas en el primer piso de la galería Artespacio.
El artista tomó planchas de plástico calentadas en un horno a una temperatura de 250°, para luego ponerlas sobre su cuerpo, protegido por un traje y guantes de soldador. El objetivo era moldear la pieza a través del movimiento en 90 segundos, tiempo que demora el material en solidificarse. Las esculturas ahora se exhiben junto al registro fotográfico de la performance con cada una de las planchas. "Al principio pensé que yo iba a ejercer presión sobre el material, pero me di cuenta que era al revés. El material tenía algo qué decir. Si estaba quieto podía quemarme, así que me movía rápidamente para lograr deshabitar el espacio. No fue fácil, me quemé un par de veces y días después caí enfermo por los cambios de temperatura", cuenta Ossa, ante una sorprendida audiencia, que no demora en formular la siguiente pregunta.
El encuentro se produce en la misma galería donde exhibe la muestra No hay forma de perder el tiempo, en el contexto de las Sesiones Antenna (www.antenna.cl), una comunidad de amigos del arte que, tras pagar una membresía, accede a encuentros privados con los artistas en su propia exposición. Allí se habla de las motivaciones, los procesos creativos, las dificultades y las recompensas de hacer arte.
Para Ossa se trata de experiencias sensoriales, de cómo se ha explicado el mundo desde que era un niño. "De chico me di cuenta de que mi cerebro funcionaba con otra lógica. Una vez el profesor nos pidió que dibujáramos nuestras vacaciones, yo había ido a la playa, pero dibujé un fondo marino, que era el mundo misterioso en el que había estado pensando todo ese tiempo", recuerda.
La anécdota bien grafica la tónica de la segunda parte de la muestra, donde exhibe una serie de fotografías polaroids con las que capturó el paso de un día, a través de los cambios de luz del cielo en el desierto de Atacama. El resultado es similar al de un experimento de laboratorio: fotos de polaroids negras que se van iluminando y luego oscureciendo cuando el sol se esconde. Allí no se ve desierto, ni arena, ni nubes, ni estrellas, sino la mirada del autor, fría y metódica como la de una artista tratando de ser científico, o al revés. Para terminar, hay unos cilindros de acero inoxidable que cuelgan desde el techo y que sirven como visores: adentro hay luces y espejos que hacen un jugo de ilusión que difiere para cada observador. "Mis obras tienen que ver con lo fenomenológico, la percepción y el azar. Me gusta que no puedo programar cómo va a resultar la obra hasta el final. Hasta un punto puedo controlarlo, pero luego tengo que soltar, ahí es la espontaneidad la que opera", dice el artista.
Desde el 2008 Ossa trabaja con la luz, el paso del tiempo, la intervención de un lugar específico y la relación con el espectador. Sus objetos siempre combinan arte, ciencia e incluso biología para desencadenar reflexiones más filosóficas. "Pensar en cómo nos relacionamos también es político, pero me interesa más la parte científica y cómo la experiencia gatilla en el espectador entender algo ajeno a su cotidiano", dice Ossa.
En enero pasado ganó el concurso público organizado por Fundación CorpArtes para su primera intervención pública en el bajo nivel del Puente Gran Envergadura en Renca, y el año pasado tuvo una gran exposición individual titulada Algo suspendido/Algo, en el Museo de Artes Visuales. También ha expuesto en Matucana 100 y el Museo de la Solidaridad. Además, en 2013 editó Libro temprano, una recopilación de su trabajo hasta ahora, y ya prepara un segundo tomo que se lanzará en el Art Book Fair de Nueva York, en septiembre próximo.
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