Benjamín Vicuña en el bosque de Karadima

<P>Esta semana se estrenó <I>El Bosque de Karadima</I>, filme en el que Benjamín Vicuña interpreta un personaje inspirado en James Hamilton, uno de los tres principales acusadores del sacerdote, quien no ha querido referirse a la película. Aquí, Vicuña habla del proceso de transformarse en una víctima de abuso, de cómo siente una conexión con cierta parte de la Iglesia y de cómo, a pesar de todo, su fe en Dios sigue ahí. </P>




Benjamín Vicuña hace una obra llamada La Celebración en Buenos Aires. La obra está basada en la película danesa Festen y habla sobre el abuso de un padre a un hijo. Después de la obra, algunos espectadores le tocan la puerta y le cuentan su testimonio como víctimas de abusos. Matías Lira, director de El Bosque de Karadima, la película que se estrenó esta semana sobre el caso de abuso del padre Fernando Karadima a uno de sus feligreses en la parroquia de El Bosque, fue uno de los que fueron a ver la obra. Ahí, Vicuña habló con Lira sobre lo que le estaba pasando con parte del público. "Me empecé a sentir en un rol como de embajador", dice Vicuña en la terraza del hotel Singular, en pleno barrio Lastarria. "De cómo a través de una obra la gente sentía que tenía el gatillante como para ir y denunciar".

Tiempo después, a Benjamín Vicuña le cae el guión que Lira venía trabajando de antes. Vicuña iba a ser el protagonista, el abusado. Vicuña lo tomó y entró al bosque de Karadima.

Eso fue hace tres años.

Hamilton

En El Bosque de Karadima, Benjamín Vicuña es Thomas Leyton, un personaje inspirado en James Hamilton, uno de los tres denunciantes principales, junto a José Andrés Murillo y Juan Carlos Cruz, en lo que es conocido como el caso Karadima, destapado en 2010. Durante el proceso de la película, Vicuña tuvo contacto con los denunciantes del caso, especialmente con Hamilton. Claro que después del estreno del filme, el actor no pudo hablar con él. "Sí supe por Matías (Lira) que la función privada fue muy dolorosa para James y los demás. Fue revisitar el dolor. Por lo mismo, ellos prefirieron restarse del lanzamiento, que tiene mucho de show, de luces, de glamour. Yo los entiendo".

Juan Pablo Hermosilla, abogado de Hamilton, Murillo y Cruz, complementa esas razones. "El estreno de la película ha sido una experiencia fuerte y traumática para ellos", dice. "Ese es el lado oscuro y por eso no han querido ir ni al estreno ni han querido referirse al tema. Ha sido duro para ellos, aunque aprecian que la película ayude a mostrar una lucha y que visibilice el abuso sufrido".

El estreno y sus consecuencias son una cosa. El trabajo previo es otra. Y ahí está la investigación para armar el personaje de Vicuña. Según Matías Lira, ese personaje es una suma de diferentes testimonios de abusados por Karadima. "Logramos hablar con unas 15 víctimas", dice el director. "Lo que se sabe del caso Karadima es la punta del iceberg".

Vicuña, por su lado, cuenta que como parte del proceso se pudo juntar con algunos de los abusados, particularmente con el doctor James Hamilton.

-Y por supuesto que estaba atento a su relato, a cómo vivió su vocación, tanto con Dios como con la medicina-, dice el actor. -También lo observé físicamente para sumar algunas cosas a la composición del personaje. Luego Matías decidió que nos íbamos a alejar un poco de él propiamente tal, y nos acercamos a algo más libre, de un personaje como gran representante de diferentes casos y víctimas.

De todas formas, el hilo de la historia, el gran tronco, está basado en Hamilton. Tu personaje es doctor, el tema de que la exposición del hijo a los potenciales peligros de Karadima gatille su denuncia, que tenga pareja mujer…

-La verdad que sí. La verdad es que es James Hamilton y por un tema técnico se le suman otras versiones y otros momentos de diferentes víctimas. Pero finalmente es James Hamilton.

¿Qué te llamó la atención de ese encuentro con él?

-La valentía, el coraje para afrontar todo esto. El miedo que tuvo durante mucho tiempo. De cómo él veía en la Iglesia un monstruo, un fantasma gigantesco. Y que hoy sigue, porque uno lo percibe. Es una impotencia, un dolor contenido, un grito hacia la impunidad, al poder en todas sus formas, y eso se ve en su condición física, en sus ojos. Eso es lo que más me chocó y que quise que el personaje tuviese. Esa ambigüedad, ese dolor, ese cansancio frente a la vida y sus circunstancias. El es una persona bien contenida, pero, por otro lado, súper carismática socialmente, en su rol como doctor, con sus pacientes. Muy querido.

¿El te pide algo a la hora de retratar el personaje?

-No, él me dio todas las herramientas, me abrió su corazón a su historia. Me sentí súper libre a la hora de interpretar, sin presión para que la historia se contara de una manera u otra. Esto es para instalar un tema, una discusión sobre lo que sucede y lo que esperamos que no vuelva a suceder en Chile.

Vicuña explica que tuvo una reunión de trabajo larga con Hamilton en su casa, además de la posibilidad de encontrarse con él en varias ocasiones de tipo más social. "Yo estaba ansioso de tratar de acercarme, no por una cosa voyerista mía, sino que para entender esa dimensión humana que se esconde tras el personaje. Su relación con el padre Fernando, que mezclaba una relación como paterna, de compañero, de protector, pero también de abusador. Hay una dependencia, incluso en términos de salud. Eso es lo que hace que está película sea tan rica en matices, en ambigüedad, pero también sea incómoda, porque es una película que incomoda. Con esto tenía sentido haber hecho La Celebración dos temporadas en Chile y Argentina. Todo va sumando para que el personaje tenga verdad. Es lo que intentamos hacer con Lucho (Gnecco), que no hizo un Karadima diabólico y maquiavélico, sino que hizo una persona carismática, seductora, con elementos que puede tener el líder de una secta. Lo mismo pasa con mi personaje. No pusimos a la gran víctima. Era una persona que estuvo por voluntad, que nadie le puso una pistola en la cabeza, y que la pistola en la cabeza es mucho más compleja y menos simbólica y más abstracta que una pistola real. El personaje entrega su libertad de a poco y en un momento dice que le quitaron a Dios. Qué afano más detestable. Como público yo creo que se siente este grado de impotencia de decirle a mi personaje ¡vamos, dale!, para que salga del círculo de abuso. Cuesta horrores, pero se puede salir de ese lugar. Y la denuncia te puede llegar a sanar heridas súper profundas y traumáticas".

Vicuña

El martes fue la avant premiere de El Bosque de Karadima. Benjamín Vicuña dice que, ahí, en la sala de cine, sintió que estaba pasando algo trascendente en la historia de Chile, que finalmente se podía hablar sin miedo sobre ciertas cosas. A pesar de las presiones. A pesar de las complejidades que temas como el abuso adentro de la religión suelen tener.

Esa noche, en el Hoyts de La Reina, Vicuña era un católico mirando una película que acusaba a un representante de su iglesia. Y él era el protagonista.

Antes, el rodaje fue largo, difícil. Había molinos contra los que luchar, dice. El arzobispado no quiso prestar locaciones para rodar la película, cuenta Matías Lira, el director, mientras Vicuña recuerda cuando rodaron una escena clandestinamente en la capilla del Hospital del Salvador. "Es la etapa en que mi personaje está en su proceso de estudiante de Medicina y está en un momento rezando, con una confusión feroz, viviendo un chantaje emocional entre decidirse por su vocación de sacerdote y su relación con su novia. Apareció una oportunidad, cachamos que estaba la puerta abierta, metemos equipo reducido, aparece un guardia, lo mandamos a ver si estaba lloviendo en la esquina, y lo hicimos rápido, en media hora. En algún momento pensamos que no íbamos a poder estar dentro de una iglesia, que íbamos a tener que construir una".

En ese contexto, Vicuña dice conocer la Iglesia. Cuando estudiaba en el SS.CC. de Manquehue fue acólito y pasó por todos los sacramentos. Su infancia estuvo marcada a pleno por grupos pastorales. Y recuerda: "Viajé con el cura Andrés junto a compañeros a diferentes lugares. Pero tuve suerte, porque estuve en el lado luminoso, conocí el lado más proactivo que tiene la Iglesia. No me tocó vivir en las sombras, pero sí me tocó ver estos referentes que ahora están tan manoseados, como el cura Precht, a quien conocí. Luego caen estos testimonios y cuesta imaginar. Si bien como que uno dice 'sí, yo sentí en algún momento', a pesar de que son temas más de percepción sobre estas personas, la verdad es que cuando caen estos testimonios, estas verdades, vienen una desolación y una angustia feroz. Y eso tiene que ver con la película, de un Chile chiquitito, donde hay un bosque como el de Karadima, que es peligroso y donde te puedes perder.

Poniendo al actor de lado, ¿qué te pasa cuando relacionas la historia de la película a tu propia biografía? Tú estuviste en el Manquehue, colegio de curas, y ahí conociste al cura Joannon, acusado por el tema de las adopciones irregulares…

Para mí es clave como actor contar historias de mundos que reconozco. En el caso de esta película, son texturas que conozco, olores, imaginarios, la fe cristiana, la relación con tus pares. Yo viví la fe, conocí la Iglesia, aunque yo tuve la suerte de conocer el mejor costado de la Iglesia. Hoy se destapa el caso Joannon y es un nuevo… uff.

¿Eso te golpeó?

Sí, muchísimo. En el colegio era el cura buena onda que hacía la misa en blue jeans, viste, como que había una cosa cercana. Conocí al mismo padre Berríos, al cardenal Silva, tantos referentes de esa Iglesia que uno quiere, que está ahí con los más pobres, con los más humildes, y que me dio un perfil social, que es lo que más valoro de la Iglesia que yo pude conocer. Estos elementos que uno conoce espantan a la gran mayoría, pero entiendo al personaje, cosa que no puedo decir de otras experiencias como intérprete. Conozco esos lugares, incluso conozco la confusión que te puede generar un líder espiritual, en términos de llenar la figura de un padre, de pertenecer, de ser parte, de cómo un cariño se puede confundir con una agresión sexual.

¿Dónde queda tú relación con Dios después de todo esto? ¿Sigue ahí para ti?

Creo que Dios está en nosotros, está en los detalles, está en el fondo de nosotros, como que cuesta verlo, pero está ahí. Para mí hay un Dios que no creo que sea exclusivo de los católicos, en ese sentido soy bastante abierto, porque creo en un Dios de todas las religiones, que tiene diferentes interpretaciones. Yo tengo un padrastro musulmán, imagínate. Tengo amigos budistas, judíos, entonces creo en un Dios generoso y universal. Tengo una roca fundamental que es cristiana y que tiene que ver con cómo yo pienso, cómo leo la vida, mi historia, los sucesos. En ese sentido, la fe sigue ahí, intacta, por momentos más fuerte que nunca, pero también tengo que ser crítico con la forma de hacer las cosas. Aunque la Iglesia somos todos, no sólo la jerarquía, los sacerdotes, obviamente que hay una desilusión y uno le exige más a la Iglesia: que se modernice, que se humanice, que pida perdón. Eso. Pero no creo que nada pueda matar a Dios. Nos podemos matar entre nosotros, se podrán acabar ciertos ciclos, tendencias, formas de concebir la fe, pero Dios es inmortal.

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