Brujas, Bélgica: lo más parecido a un cuento medieval
<P>En la región de Flandes, esta pequeña ciudad a una hora de Bruselas recibe tres millones de visitantes cada año.</P> <P>Su intacta arquitectura de la Edad Media, sus canales y puentes son su principal gancho. </P>
UN TURISTA, absolutamente concentrado, contempla desde un puente un cisne. El blanco pajarraco, lindo, hay que reconocerlo, flota plácidamente en un canal como sin prestar atención. El hombre, de unos 70 años -como la mayoría de los que se ven por aquí-, saca con cierta torpeza y lentitud una cámara fotográfica desde su mochila. Se acomoda frente al visor, el lente se extiende para acercar el objetivo y cuando está por disparar, una pequeña, silenciosa y rápida embarcación repleta de otros turistas aparece de pronto por el canal, espantando al cisne. Pero aparentemente el anciano no se va malhumorado (quizás lanzó un par de garabatos mentales). Y es que son tantos los atractivos que podrá retratar durante el día que una foto más, o una menos, no es problema.
Por algo, cerca de tres millones de visitantes llegan a Brujas, en la región belga de Flandes, a sólo una hora en tren desde Bruselas. En su mayor parte, lo hacen atraídos por una idea en común: conocer una ciudad como de cuentos.
Y es que, probablemente, cuando uno piensa en una urbe medieval está imaginando a Brujas, que aclaremos inmediatamente, su nombre nada tiene que ver con poco santas curanderas, sino que viene del flamenco bryggia, que quiere decir "muchos puentes". Una verdadera villa de la Edad Media, con callecitas de piedra, edificaciones imponentes, grandes torres y, por supuesto, decenas de puentes. No son pocos los que dicen que parte de sus maravillas se esconden precisamente en sus pasarelas y viaductos. Mirando con atención es posible observar gran cantidad de figuras esculpidas, que pasan desapercibidas ante la mirada rápida, pero si quiere revisarlos, paciencia, son más de 80 puentes.
Una de las primeras cosas que llama la atención al llegar a la ciudad es que la mayoría de las casas lucen en sus fachadas números grandes que, al comienzo, desconciertan. Primero leemos 1529; al lado, 1642; al siguiente, 1736. No, no es la numeración de la calle ¡sino la fecha en que fueron construidas! Todas lucen perfectamente bien conservadas, desde la más pequeñita a la más imponente.
Cerveza y chocolate
Como una pequeña Venecia -de hecho le llaman la Venecia del Norte-, los canales de Brujas alguna vez supieron de un comercio intenso e importante, en especial, asociado a la lana que aquí se producía y que era exportada. Hoy, por ellos navegan pequeñas embarcaciones con visitantes atónitos, que disparan con sus cámaras y celulares y se deslumbran con edificios y casas antiquísimas. Y es que Brujas ostenta uno de los centros históricos más bellos del Viejo Continente.
La ciudad es fácilmente recorrible a pie, el tránsito de autos está muy reglamentado, por lo que es una delicia moverse entre sus callecitas y plazas. Pero también es posible verlas desde una bicicleta o una victoria.
A diferencia de muchas otras ciudades europeas que, una vez pasado el verano sufren con los días fríos, esta ciudad belga se torna encantadora y atractiva. No sólo sus colores son más que fotogénicos, sino que su oferta turística y cultural se incrementa significativamente, en especial de acá hasta diciembre, cuando se desarrolla el festival de otoño y en todas sus plazas se muestran las más variadas expresiones artísticas.
Una visita a Brujas debe partir en el Mark, que es como se le denomina a la plaza del mercado y la principal. Aquí destaca imponente el campanario de 86 metros, por lejos el monumento más retratado y emblemático. Si el día está despejado, desde él es posible apreciar buenas panorámicas, eso sí, se requiere de esfuerzo para subir sus 366 escalones. La plaza está rodeada de edificios de estilo gótico y neogótico, que simbolizan el poder que tuvieron los mercaderes en el siglo XIII. También de las típicas casas de fachada triangular y pintadas de vivos colores. En gran parte de ellas se han instalado restaurantes con coloridas terrazas que ofrecen un clásico local moules+frites: choritos con salsas y papas fritas, no deje de probarlos. Mucho menos una de las tantas y buenas cervezas belgas. Divertido resulta probar, por ejemplo, una Kwak de 8,5 grados en un atril de madera quizás no muy cómodo, pero que hará del beberla una prueba a la motricidad fina y una experiencia inolvidable, o si es más tradicional y la quiere en un copón, una acaramelada Leffe negra.
Y si de dulces se trata, algo similar ocurre con sus chocolaterías. Imposible no caer en la tentación y meterse en las tiendas llenas de olores casi mágicos. Incluso los menos golosos caen al embrujo de la enorme variedad de trufas, pralinés y bombones.
Avanzando por la calle Breidelstraat rápidamente se llega a Burg, la segunda mayor plaza de la ciudad donde, entre varios edificios históricos, resalta el imponente ayuntamiento o municipalidad, de estilo gótico y que es el más antiguo de toda Bélgica (1335-1420). Su belleza es tal, que es inevitable quedarse pegado intentando retratar cada detalle de su fachada entre dos torres, repleta de estatuas góticas. No nos fue fácil en todo caso, casi toda la plaza estaba invadida por carpas, grúas, trailers y equipos de producción de The White Queen, una serie de televisión que la BBC estrenará el próximo año.
Vecina a esta construcción, la basílica de la Santa Sangre, que en rigor son dos capillas superpuestas -una románica y otra gótica-, cada viernes recibe a cientos de fieles que veneran con fervor un cilindro de cristal que contiene gotas de la sangre de Cristo. En esta plaza también se encuentra el antiguo palacio de Brugse Vrije, otro testigo del glorioso comercio medieval.
Por su reducido tamaño y cercanía con la capital belga, la gran parte de los visitantes llega a Brujas por el día. Sin embargo, muchos otros optan por quedarse una o dos noches aprovechando su buena oferta de hoteles.
Se quede o no, seguramente se llevará consigo otro de los productos clásicos de Brujas: los trabajos artesanales textiles. Mantelería, productos bordados, encajes y deshilados se exhiben en numerosas tiendas que suelen tentar al turista con precios bajos y atractivos diseños, con sus filigranas de hilo blanco.
Un trabajo que lleva siglos, tal como el embrujo de esta atractiva urbe.
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