Camila en campaña
<P>Camila Vallejo recorre las calles de La Florida pidiendo el voto para ser diputada por ese distrito con tres asuntos a cuestas: que la Concertación aún no le garantiza el cupo para competir, la relación de su partido con Bachelet y un embarazo de cinco meses. En los tres aplica algo de esa disciplina que caracteriza al PC.</P>
En la cocina de la casa en La Florida que Camila Vallejo ha habitado durante 20 de sus 25 años, ella revuelve una taza de té. Afuera, el día es tan gris que a las 4 de la tarde la luz de la cocina está encendida. Mientras revuelve, Vallejo habla de cosas que poco tienen que ver con la vorágine de su vida política. Dice, con esa voz calma y tono inalterable, que el día anterior fue al ginecólogo y que pudo ver una nueva ecografía de su guagua. Cuenta que su embarazo de cinco meses va bien, que la emocionó ver lo nítido de las manos, pies y cabeza de la niña que nacerá en octubre. Dice que junto a su pareja, el ex presidente de la Fech Julio Sarmiento, están buscando una casa o departamento en la comuna, pero que no puede creer lo caro que están los arriendos. En ese espacio más íntimo de la casa paterna, ella habla como lo haría cualquier otra Camila.
En la calle, ya en campaña, será Camila Vallejo, la militante comunista que inició su carrera política en el movimiento estudiantil de 2011. Su oficio en este otro escenario se verá en una reunión con el sindicato de una empresa de servicios sanitarios, donde les hablará sobre la necesidad de cambios en las leyes laborales y pondrá el énfasis en que ese cambio es imposible con la derecha en el poder. En una junta de vecinos, en la que se enfocará en criticar el sistema de isapres y AFP y eludirá el cuestionamiento de un asistente. Y al recorrer una feria de la comuna, donde responderá a las preguntas sobre su embarazo y escuchará consejos de señoras y piropos de los feriantes.
Atardece en Santiago y Camila Vallejo camina por un terreno baldío, ubicado a unas cinco cuadras de su casa. Cuenta que allí había un pequeño bosque de eucaliptus, donde se juntaba con sus amigos de adolescencia. En su mayoría raperos y skaters. Señala un sitio donde, dice, existió una cancha: "Ahí nos asaltaron una vez unos cabros que venían de una toma cercana. Sacaron armas hechizas y les sacaron la mugre a los hombres. Quisieron robarles las zapatillas, pero terminaron reclamando porque las 'tillas' de los que andaban en skate estaban muy gastadas".
Vallejo cuenta la historia a la pasada, sin trauma. Lo que sí le interesa es ilustrar un punto sobre su comuna: socioeconómicamente, La Florida es un Chile en miniatura. "Aquí entre los floridanos tenemos tres divisiones. Los de menos recursos viven en Florilegua (asociado a La Legua), la clase media en Floridencia (por Providencia) y la poca clase alta que está en Lo Cañas, vive en Floridesa (por La Dehesa). Yo vivo en Floridencia". Sus amigos eran de todas partes, dice.
Los últimos meses de Camila Vallejo han estado marcados por su lucha para mantenerse como candidata a diputada del PC por La Florida. Mientras los escenarios y las negociaciones han cambiado entre su partido y la Concertación, Vallejo ha seguido en campaña. Ella dice que no se mueve del distrito 26: "No ha habido candidatos que se hayan presentado exigiendo primarias. Y si es necesario ir a primarias, yo desde un comienzo dije que estaba disponible. Me importa el tema de raigambre del espacio por donde compites. Es una cuestión afectiva que me interesa sea un elemento de la campaña: representar a los vecinos de La Florida en el Congreso para incidir en leyes que van a tener un impacto en el país entero". El presidente de su partido, Guillermo Teillier, también se ha mostrado dispuesto a defenderle el cupo a quien calificó esta semana como "símbolo de un movimiento que va más allá del PC", y se declaró "embroncado" por no tener aún una confirmación del resto de la Concertación.
Por mientras, un viernes por la mañana, Vallejo camina por una feria cercana al Metro Santa Julia, en un sector que podría definirse como "Florilegua". Va acompañada por un par de voluntarios de la Jota, que invitan a la gente a conversar con la candidata mientras entregan folletos. Vallejo sonríe, da besos, escucha problemas y a ratos tiene ese acto reflejo de las embarazadas: posa la mano en su barriga. Las señoras la llaman por su nombre de pila y le preguntan por la guagua. Le dan consejos y le dicen que se cuide. Un tipo que pasa caminando le dice a la mujer que lo acompaña: "¿Te das cuenta que es preciosa?". La candidata aprovecha de invitar a la gente a un encuentro vecinal. Su equipo anota nombres, correos y números de teléfono para organizar el mitin. En esas reuniones, Vallejo presenta su candidatura y recluta voluntarios. Según ella, ya tiene 800 solicitudes.
Después de dos horas y media de recorrido, Vallejo dice que debe volver a casa. No ha terminado la feria, pero su doctor le aconsejó, explica, que descanse un poco a la hora de almuerzo y que se preocupe de comer bien. Para los comunistas, la disciplina es un mandamiento.
Ella se va con varios regalos: papas, naranjas, peras, una piña y una barra de chocolate. Dos de sus voluntarios se quedan a terminar el recorrido de la feria repartiendo volantes con su rostro impreso y la leyenda: "Construyamos juntos".
Es de noche y Camila Vallejo llega acompañada de su madre, Mariela Dowling, a un encuentro con vecinos del sector Providencia de Macul, en "Floridencia". La reunión es en un teatro llamado Cabalá. Son alrededor de 20 vecinos a los que Vallejo pide presentarse, para luego hablar sobre sus inquietudes. Por un lado, están los que dan opiniones sobre problemas en el sistema de salud, previsión y educacional. Por otro, los que piden a Vallejo definiciones políticas. Varios dicen que van a votar por Michelle Bachelet para presidenta y por el socialista Carlos Montes para senador. Un hombre llamado Miguel Angel le pregunta por su opción presidencial, si está dispuesta a apoyar a Bachelet. Vallejo responde que eso está en etapa de evaluación, que en los gobiernos de la Concertación se vendieron recursos naturales a privados, que el lucro en la educación no se fiscalizó. El núcleo de los presentes, incluido un DC "chascón", queda satisfecho y le dicen que votarán por ella.
Es jueves por la tarde, dos días antes de la reunión en que el Comité Central del PC decidirá dar su respaldo a Bachelet y en la entrevista con El Semanal, Camila Vallejo se muestra renuente a apoyarla. Tampoco lo rechaza de plano, como lo hizo en enero en una entrevista con El País, cuando dijo: "Jamás estaría dispuesta a hacer campaña por Bachelet ni a llamar a los jóvenes a votar por ella (…). A mí nadie me va a obligar".
-Este fin de semana es el Comité Central de PC, ¿cómo ves el posible apoyo a Bachelet?
-Es un tema complejo, porque para mí, durante los gobiernos de la Concertación se ahondó en la lógica del mercado, se masificó el lucro en la educación, entre muchas cosas. Eso incluye al gobierno de Bachelet. Pero por ahora, no tengo una opinión demasiado fundada. Todavía no he visto un programa, lo que hace complicado también apoyar a un candidato sin programa. Yo creo que hay que esperar que las definiciones de Bachelet sean claras, que decanten. El único programa que he leído es el de José Antonio Gómez y es un programa que acoge la mayoría de las demandas que hemos expuesto en el último tiempo. También simpatizo con Marcel Claude, no por haberle leído un programa, sino por las veces en que lo he visto hablar sobre su visión de país.
El martes 28, después de la decisión del PC de apoyar a Bachelet, Vallejo responderá otra cosa cuando le consultamos por el cambio de escenario. Cuidadosa de no responder si pedirá el voto para la candidata del PS, la joven comunista explicará así la decisión de su partido: "Es una decisión política consecuente, basada en una consideración muy trascendental para nuestro país, que es impedir que volvamos a tener un gobierno de derecha o un nuevo gobierno de la Concertación". Y el mandamiento de la disciplina que los comunistas parecen seguir, ella lo explicará así: "No es cuestión de obediencia, es una manera que tiene de operar el partido, llamada centralismo democrático y disciplina consciente. Lo primero significa que hay intenso, duro y libre debate democrático de todas las instancias partidarias, en su seno se discute y se dice todo lo que una piensa y siente. Y lo segundo, implica que luego que se toman las decisiones, se asume de manera consciente en el accionar lo que decide la mayoría. De otro modo sería un despelote".
Es hora de once en la casa de los Vallejo Dowling. Sobre la mesa hay marraquetas, palta y queso fresco. Bruno y Elisa, el perro y el gato, dan vueltas por la cocina y el comedor.
Vallejo, que a ratos usa lentes debido a la miopía y el astigmatismo leve causados en parte por su embarazo, cuenta que aún no le tienen nombre a su hija. De momento, las posibilidades son Adela, Emilia, Amalia, Amelia o Antonia.
La fecha estimada de parto es el 8 de octubre, más de un mes antes de las elecciones. Vallejo piensa tomarse entre una semana a 10 días y retomar en la parte final de su campaña. No tendrá posnatal. En 2012 con su pareja hablaron de tener un hijo hasta el punto "que veíamos guaguas por todos lados". No pusieron fecha, sólo tenían claro que querían ser padres pronto.
-Cuando supe que tenía retraso le conté a mi mamá y a mi hermana Javiera y todos los días me recordaban que me comprara el test, me insistían. Cuando me lo hice estaba acompañada de mi hermana. No había ninguna duda, las dos rayitas estaban muy claramente marcadas. Mi hermana se puso a llorar, nos emocionamos, llegó mi mamá, Julio también. Fue un momento muy bonito. No fue como: "¿Por qué no te cuidaste bien?". Desde el inicio fue todo muy lindo, positivo. La familia de Julio escribiendo desde Cuba, mi familia muy feliz también. Y durante la campaña ha sido la misma tónica, la gente me felicita, me abraza, me regala cosas. Esperaba que así fuese, pero no que iba a ser tan bonito.
-¿Qué te parecen las opiniones sobre que tu embarazo te facilita obtener un cupo, como lo dijo el candidato presidencial Tomás Jocelyn-Holt?
-Si es por cálculo, nosotros habríamos esperado un poco más de tiempo, no es fácil hacer una campaña embarazada. Es injusto, porque era algo que queríamos, pero no fue calculado en fecha. No soy creyente, pero fue como un cálculo de la naturaleza y las circunstancias. Si no era ahora, iba a ser después, y después igual iba a estar metida en muchas cosas, quizás siendo parlamentaria.
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