Carancho, el filme sobre el negocio tras los accidentes de tránsito en Argentina

<P>La película de Pablo Trapero, ganadora en el Festival de Rapa Nui, provocó gran debate en su país. Se estrena este año en Chile.</P>




Buenos Aires es la ciudad donde más gente pierde la vida frente al volante en Sudamérica, según datos oficiales, y al pie de la desgracia florecen los más diversos oficios, dramas y submundos. La abogacía en su peor variante es representada por aquellos leguleyos que ofrecen sus servicios a los heridos de gravedad. Esta realidad es la que alimenta Carancho, cinta que acaba de ganar el Festival de Cine de Rapa Nui y cuyo director y actriz protagonista estuvieron en Chile.

El título de la película viene del nombre que se le da en Argentina a aquellas aves carroñeras que se apostan a la vera del camino, siempre a la espera de liquidar a un animal moribundo o de corroer cadáveres. El nombre del filme bien podría haber sido "buitre" o "carroñero", pero el director Pablo Trapero dice que creyó que "carancho" tenía más vigor y los hechos comprobarían su elección.

"Nunca pensé que después de estrenar la película se iba a generar un gran debate en el país sobre la corrupción de estas oficinas que lucran con la desgracia ajena. Hoy incluso se creó una ley anticarancho", explica el realizador.

Al trabajar en su sexta película, Trapero también materializó un postergado deseo: tener entre sus actores a Ricardo Darín, quien interpreta a Sosa, uno de estos abogados "caranchos". En la película también está la actriz Martina Gusman, esposa de Trapero y reciente elegida a integrar el jurado del Festival de Cannes.

En la historia, Gusman es Luján, una joven doctora que hace turnos extenuantes con el fin de terminar luego su práctica. El precio que debe pagar es drogarse para mantenerse en pie. Luján va al lugar que le pidan y a la hora que sea. Le tocan desangrados, heridos en riñas, infartados, borrachos y, por supuesto, accidentados leves, graves y a punto de morir. Tras servir en uno de estos casos conoce a Sosa (Ricardo Darín), un abogado que perdió su licencia y que se gana la vida representando a las víctimas de la ruta. Cobra una gran tajada de dinero a las aseguradoras, da un porcentaje muy pequeño a su representado y uno bastante abultado a la oficina donde trabaja.

Consciente de su mala práctica, el hombre busca salir de ese infierno laboral y cree encontrar en Luján un alma gemela. Para colmo, se enamora.

Carancho se presentó con gran éxito de críticas en el Festival de Cannes 2010, sus derechos fueron adquiridos para hacer un remake en Hollywood y el realizador Pablo Trapero terminó de consagrarse como el más brillante de los cineastas nacidos al amparo del llamado Nuevo Cine Argentino.

¿Qué queda de ese movimiento ahora?

Un tipo de cine de todos los colores, sabores y tamaños posibles. Lo mejor es que hay diversidad.

Un policial argentino

A diferencia de sus trabajos anteriores, Carancho se atañe a las normas del llamado film noir, un tipo de cine que respira intrigas. Es una película de género y aunque Trapero no gusta presumir demasiado confiesa que entre sus inspiraciones estuvo Pacto de sangre (1944), clásico filme de Billy Wilder basado en la novela de James M. Cain donde un abogado era cómplice de un asesinato. "El policial siempre es menospreciado, pero a mí me parece el mejor género para contener historias más complejas, para acceder a distintas capaz de la realidad", agrega.

Por eso Carancho le exigió además investigación: "Al principio me fue más fácil encontrar casos en el extranjero que en Argentina. En mi país fue difícil hallar a un abogado de este tipo que hablara abiertamente. Me tomó un año la investigación".

¿Siempre le interesó el tema?

Si. Siempre me intrigó que en este país haya 10 mil muertos por accidentes al año. Es ridículo que tanta gente pierda la vida por una cosa así, en apenas un segundo. Sin embargo, creo que lo más importante es la historia de amor entre el personaje de Darín y Martina Gusman. Es decir, contar que es posible un tipo de amor en estas circunstancias.

Usted ha contado historias de policías (El bonaerense), de obreros (Mundo grúa), de cárceles (Leonera) y ahora indaga en los accidentes de tránsito, ¿Qué le atrae de la dura realidad?

La realidad te da una intensidad y un compromiso que no encuentras en ninguna otra parte. A mí me sirve para provocar al espectador, para conmoverlo, pero remecerlo. Eso es lo que yo busco con mi cine y que espero le interese a la gente.

¿Cómo definiría al abogado que hace Darín?

No es un tipo malo, eso es lo interesante de la historia. Es un hombre de 50 y tantos años que está cansado y que se mueve al borde de la moralidad. El sabe en lo que está metido y quiere salir de su miseria. Luján, en principio, se enamora de él porque lo ve con buenos ojos.

¿Siempre quiso a Darín?

Sí, lo admiro mucho y hasta ahora ninguna de mis películas tenían personajes para él. En Carancho, sin embargo, estaba el rol de un abogado de estos que era ideal. Ya, desde antes que Darín hiciera El secreto de sus ojos, habíamos conversado de hacer esta película.

¿Que hará ahora?

Otra película de la realidad argentina. Una sobre los llamados 'curas villeros', sacerdotes que trabajan en los barrios más pobres del país. Empiezo en octubre.

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