Chapada Diamantina, la Meca del trekking brasileño
<P>Hace bien alejarse del tremendo imán que son las playas del estado de Bahía. Hay que internarse en ese Brasil desconocido en que desaparece el mar y que, tras seis horas en bus, lleva a Lençois, pequeño y colonial poblado ubicado a 424 kilómetros al oeste de Salvador.</P>
El esfuerzo no es en vano. Lençois, con 10 mil habitantes, arquitectónicamente es una joyita con antiguas casonas que hablan de un pasado próspero, proveniente de los codiciados diamantes que se encontraban en las riberas de los ríos cercanos y que eran extraídos por mineros o garimpeiros. Pero ahora su riqueza es otra, esta villa es la principal puerta al parque nacional Chapada Diamantina, creado en 1985 y compuesto por 152.000 ha de montañas, grandes cañones, largos valles, cientos de cascadas, cuevas y pozones azules.
La ciudad cuenta con variadas opciones de alojamiento y restaurantes para todo presupuesto y una serie de agencias de viajes que ofertan diversos recorridos por el parque. En la Chapada Diamantina las distancias no son cortas, los caminos están poco señalizados y las rutas son demasiado engañosas hasta para el viajero más experto. Por ello, son aconsejables los tours y los hay para todo tipo de interés: desde el fanático del trekking con varios días de ruta, hasta circuitos de escalada en roca o mountainbike. Igualmente hay otros para los más cómodos, en que al bajarse del auto se necesita caminar menos de 500 m para llegar a atracciones de gran jerarquía.
El valle de Paty
Si uno piensa en Brasil, lo más probable es que no lo asocie a un país de montañas. Pero luego de tres horas de caminata constante desde las cercanías del pueblito de Guiné (a dos horas en jeep desde Lençois), esa idea cambia totalmente. Inmersos en un sube y baja continuo por la abrupta geografía de la Chapada, se llega a un imponente cañón. Es el Cachoeirão (cascada grande en portugués), nos dice Terra, el guía más conocido de la zona, cantante casi profesional y seguidor del líder espiritual Sai Baba. Ante nuestros ojos se extiende un desfiladero en caída libre de casi 300 m de altura. En el borde del precipicio sobresale una roca que desafía a la gravedad y que sirve para sacarse, los que se atreven, una de las mejores fotos de la vida.
La sequía hace que el caudal del Cachoeirão no sea más que un hilo que se pierde en el desfiladero. Sin embargo, en temporada de lluvias hay una veintena de cascadas que realzan aún más este espectáculo natural. Las montañas que nos circundan tienen entre 700 millones y 1.000 millones de años, una data aún mayor que la del cordón andino, de sólo 30 millones de años.
Las formaciones geológicas de esta zona, la más solicitada para realizar trekkings de varios días, desafían a la imaginación. Los científicos revelaron que todo el área del parque nacional estaba cubierta por el mar, por ello no es difícil toparse con rocas semejantes a corales secos y plantas que son las descendientes de antiquísimas algas. Los movimientos tectónicos fueron de tal dimensión que hay muros con fisuras verticales a un costado de otras vetas horizontales.
Durante la noche se duerme en la casa de Seu Wilson, uno de los pocos habitantes del valle que en las últimas décadas han reacondicionado sus casas para recibir a turistas. Sorprende la organización, con ricas comidas, amabilidad, habitaciones y baños modestos pero muy limpios. A la jornada siguiente, subimos el Morro do Castelo, vecino a las casas, en medio de una espesa vegetación que recuerda los bosques del sur de Chile. Tras una hora de continuo ascenso se llega a una oscura cueva que cruzamos con linternas, hasta llegar a unos miradores de roca que permiten observar en toda su extensión el valle de Paty desde las alturas. El valle es majestuoso y, a pesar del cansancio, la excursión vale la pena.
Lagunas azules bajo tierra
Una segunda opción menos esforzada sale desde Lençois y en un día recorre dos de las atracciones más llamativas de toda la Chapada: pozo Azul y pozo Encantado. Distantes a más de dos horas al sur en auto, traspasando diversos paisajes y poblados, se llega primero al pozo Encantado, descubierto en 1940 y ahora convertido en una de las principales estrellas de la localidad de Itaete. Todo es organizado por los guías locales, que entregan cascos y linternas. Comenzamos a bajar las escalinatas que anteceden a una gran roca que es la puerta de esta caverna subterránea. Bajo tierra, a 50 metros de profundidad y entre estalactitas, se ubica una laguna de color azul brillante debido a la mineralización de sus componentes y que cuenta con una nitidez que permite ver troncos y rocas sumergidas. El milagro surge entre los meses de abril y agosto, en que al mediodía entra un rayo de sol que se reflecta en la superficie iluminando todo con tonalidades ultrasaturadas. La visita dura media hora y debe tener paciencia, ya que siempre hay decenas de personas esperando turno.
Mucho menos visitado pero igualmente inolvidable es el pozo Azul, a una hora de distancia. Aquí no hay rayos de luz sobre las aguas, pero en ellas sí se puede nadar, provisto de flotadores y snorkel, en medio de enormes rocas calcáreas y con una visibilidad submarina de más de 10 metros. Acá han investigado prestigiosos paleontólogos y submarinistas de cavernas que han encontrado huesos de diversas especies de animales extintos, destacando el hallazgo de un esqueleto completo de un perezoso terrícola (eremotherium laurillardi) con más de seis m de largo.
Atardecer en el Pai Inácido
Cuando la tarde está despejada, los guías corren tras los turistas para llevarlos al monte Pai Inácio, a sólo 22 km de Lençois, el mejor mirador sobre las montañas cercanas al pueblo. De corto trecho, tras unos 30 minutos de subida moderada se llega a la cima aplanada a unos 1.120 metros de altura. Tenemos una imponente visual en 360°, se vislumbran otras montañas importantes como Morro do Camelo y densas extensiones de bosques que se pierden en el horizonte. Mientras se va el sol, el guía explica el origen del nombre de este cerro: historia de amor entre un esclavo negro y la esposa de un latifundista, con persecuciones, escape milagroso (Inácio se lanzó cerro abajo) y epílogo exitoso al huir con la mujer y las riquezas de su persecutor. Final feliz como en teleserie brasileña, igual al que nos reserva el ocaso sobre las tierras de Chapada.
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