Chernobyl: el mayor accidente nuclear de la historia cumple 25 años
<P> En Pripyat, la ciudad contigua a la central, sólo se ven viejas fachadas y techos caídos. </P>
Eran tiempos distintos. Mientras hoy las explosiones de los reactores en Fukushima son seguidas en vivo y en directo por todo el mundo, el colapso del reactor de Chernobyl se mantuvo oculto lo más que se pudo. "La explosión fue el 26 de abril, pero no hubo información oficial hasta el 3 de mayo", cuenta Johann Bórquez, periodista chileno que se encontraba en Kiev, a unos 100 kilómetros de Pripyat, ciudad donde se hospedaba la planta nuclear de Chernobyl y que 25 años después está convertida en un pueblo fantasma.
Una ciudad cuyas viejas fachadas y techos caídos sólo pueden verse desde lejos y que esconden las consecuencias del, hasta ahora, mayor desastre nuclear que registra la historia.
El costo de un error
El accidente de Chernobyl ocurrió en el peor momento. "Las autoridades estaban haciendo un experimento y prácticamente todas las barras del reactor estaban expuestas", dice Bórquez. Ni hablar de sistemas de seguridad para el reactor, los que sí se activaron en el caso de Japón.
Las autoridades actuaron, pero con tardanza. Primero evacuaron a los gobernantes y luego a los niños, a quienes les suspendieron el año escolar y los llevaron a un campamento de verano, recuerda el periodista. Pero quedaba más trabajo: cerca de 200 mil personas fueron evacuadas del área de peligro, incluyendo a los cerca de 50 mil habitantes de Pripyat, quienes fueron reubicados en una nueva ciudad llamada Slavutych, a sólo 45 kilómetros de Pripyat.
Los años que siguieron no fueron fáciles: malformaciones, mutaciones y cánceres comenzaron a afectar a las cerca de 600 mil personas que han sido monitoreadas por haber recibido niveles de radiación mayores que los recomendados.
A pesar de que organizaciones como Greenpeace hablan de más de 200 mil muertos, las cifras oficiales de la ONU y la Organización Mundial de la Salud reportan cuatro mil fallecidos, producto de cáncer a la tiroides, el principal mal que surge tras la exposición a la radiación. Según el informe, otros tipos de cáncer, como la leucemia, también registraron un aumento, pero lograron ser tratados.
Cuestión de mentalidad
Una de las cosas que sorprendieron a Bórquez fue la paciencia con la que el pueblo afectado se tomó la crisis. "A pesar de que muchos sabíamos del accidente por los informes de la BBC, actividades como el desfile del 1 de mayo -fiesta popular en la antigua URSS- no se suspendieron. Es más, el día del desfile llovió y nadie se acordó de que podía tratarse de una lluvia radiactiva".
Es que para los habitantes de la actual Ucrania esto era algo totalmente nuevo y no había márgenes para saber cómo actuar. Japón, en cambio, ya ha vivido el drama de la energía nuclear, aun cuando la radiactividad liberada en el accidente de Chernobyl fue unas 400 veces más fuerte que la de una bomba atómica.
A pesar de eso, la población poco a poco está retornando al sector. Hoy es posible ver paquetes turísticos que van por las zonas menos peligrosas del lugar y los más osados han vuelto a su lugar de origen dentro de la zona de exclusión -30 kilómetros alrededor del reactor. "Hay muchos ancianos de 60 años a quienes realmente no les importa morirse de cáncer en 20 años y prefieren pasar los últimos días de su vida en casa", señala. La gente incluso ha vuelto al lugar para practicar uno de sus deportes favoritos: la caza, aunque no para alimentarse de las presas.
Se sabe que los efectos radiactivos pueden pasarse hasta dos generaciones de descendencia, y el efecto del estroncio radiactivo se mantendrá por un par de décadas y el del plutonio, por miles de años. Y los afectados -posiblemente el mismo Bórquez- pueden pasar hasta 60 años sin secuelas visibles. Pero el temor está latente.
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