Chile con argumentos

<font face="tahoma, arial, helvetica, sans-serif"><span style="font-size: 12px;">Actualmente hay al menos siete torneos escolares de debate. Participar en ellos vuelve a los estudiantes más críticos y capaces de encontrarle un pero a todo. Por eso, dicen que si queremos una sociedad más reflexiva y capaz de llegar a acuerdos, los políticos deberían tomar, al menos, un buen curso de argumentación.</span></font>




Las alumnas del Liceo 1 entran al salón. Sus oponentes, estudiantes del Colegio Monjas Inglesas, tararean la marcha imperial desde el otro rincón de la sala y se ríen. Tienen claro que se enfrentarán a uno de los equipos más preparados del torneo. Las chicas del Javiera Carrera son de armas tomar.

“¿El proyecto de aborto terapéutico del gobierno actual pone en riesgo el derecho a la vida del que está por nacer?”

- Sí −dice una alumna de las Monjas Inglesas−. El artículo 19 de la Constitución asegura el derecho a la vida de todas las personas y protege la vida del que está por nacer.

- Pero el artículo primero dice que las personas nacen libres e iguales en dignidad y derecho. Entonces, el que no ha nacido no tiene derechos −responde otra alumna el Liceo 1.

El jurado toma apuntes y escucha para determinar qué equipo ganará el punto.

El placer de discutir

Hoy en Chile se realizan al menos siete torneos de debate escolares. La mayoría son organizados por universidades, como la Diego Portales (UDP), Andrés Bello (UNAB) y Del Desarrollo (UDD), quienes invitan a estudiantes de enseñanza media, en su mayoría de colegios de Santiago, a practicar el antiguo arte de la argumentación. “Un debate escolar o académico puede ser visto como una suerte de laboratorio argumentativo”, afirma Cristóbal Joannon, profesor del Instituto de Argumentación, perteneciente a la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile.

Hay tantos modelos de debate como agrupaciones de este tipo hay en el mundo. Algunos ponen énfasis en la retórica, es decir en la oratoria para persuadir al jurado, mientras que otros se enfocan en la exposición de fuentes y evidencias. Además del debate tradicional, donde dos equipos se enfrentan con un determinado tema ante un grupo que los evalúa, también existen modelos que imitan formas parlamentarias, como el “Delibera” del Congreso Nacional y el torneo de la UDD, mientras que otros utilizan modelos de litigación o el de la Asamblea General de la OEA. También los hay temáticos: científicos, como el que organiza Conicyt; filosóficos, en la Universidad de Valparaíso, y hasta en inglés, como el debate realizado por el Mineduc en su programa “Inglés abre puertas”.

En general a estos torneos llegan alrededor de 20 equipos (colegios), es decir al menos 100 estudiantes en cada uno, aunque muchas caras se repiten entre las distintas competencias. Además, en muchos equipos predominan las mujeres. Hay colegios particulares como el Grange, Santiago College y el Nido de Águilas que tienen una fuerte presencia, al igual que liceos emblemáticos como el Instituto Nacional, el Liceo 1 y el Lastarria. También hay particulares subvencionados, pero son menos, y en ocasiones colegios que viajan desde regiones como el Coya, de Machalí.

Los participantes valoran esa diversidad, aunque a veces es casi un choque cultural: las alumnas del Liceo 1, por ejemplo, recuerdan nítidamente su primera visita al Nido de Águilas, uno de los colegios más caros del país: “¡El premio de su kermés era un viaje a Estados Unidos!”, cuentan riéndose. Sin embargo, en el torneo todos se ponen nerviosos y se equivocan, y allí aprenden a conocerse y respetarse. “Debatir con alumnos de diferentes estatus socioeconómico que el nuestro, y muchas veces ganarles, nos hace pensar que la plata o de dónde vengo no lo es todo”, dice Maciel Cuevas, del Liceo 1.

Yo opino

Los estudiantes que han participado en este tipo de competencias dicen que debatir los ha cambiado, para mejor, aunque explican que a veces se pueden poner algo odiosos: “Me acuerdo que cuando estaba en segundo medio, en mi casa me decían ‘deja de discutir, por favor, vamos a hacer esto y punto’. Pero aunque te digan que no, uno sigue porque ya está el bichito y no lo vas a perder. Eso tiene un valor muy grande para la sociedad”, dice Tomás Villena, ex debatiente del Santiago College y que este año fue juez del torneo UDP. Ahora irá a la Universidad de Berkeley, en California, Estados Unidos, para comenzar su pregrado en economía, matemática y filosofía.

Es una experiencia que los deja críticos respecto a la discusión pública. Muchos consideran que es pobre y que “debate debate”, realmente no hay. “Cuando veo esos programas de conversación-debate siento que las personas que están hablando, más que tratar de educar, simplemente tratan de convencer. No quieren que uno se cuestione, que reflexione, sino que diga sí con ellos”, afirma June García, del Santiago College.

Se quejan de que los políticos, los comunicadores y hasta sus propios amigos evitan los temas conflictivos, abusan de las falacias (argumentos que parecen válidos pero no lo son) y denostan al otro. Hay mucho “hablar por hablar”. “Todo se dice sin respaldo. Está tan arraigado en la discusión normal que a veces es inútil conversar”, comenta Trinidad Aljaro del Southern Cross School.

También les llama la atención la falta de respeto que hay entre los políticos. “Es muy poco profesional que en el Congreso puedan pararse y hacer otra cosa cuando otro habla. Después se toman decisiones y se hacen leyes que nos afectan a todos”, opina Valentina Solari, del Santiago College. “Si no nos vamos a escuchar, mejor sólo votemos”, remata su compañero Ignacio Lillo.

Constanza Alcaine, del Liceo 1, va un poco más lejos. “Que se vayan los políticos. Nosotras haríamos una verdadera democracia participativa, porque ahora no lo es”, dice. Sus compañeras de colegio coinciden y agregan que uno de los problemas es que la ciudadanía sea tan poco reflexiva. “Los políticos no están ahí porque sí, la gente los respaldó”, agrega Consuelo Lizama.

Por esto,  explica Marianne Briones, del Southern Cross, es importante aumentar los debates, “para que la gente aprenda a cuestionarse lo que escucha, para que entienda lo que le están diciendo”.

A la vez que exigen más espacios de discusión en las escuelas, los estudiantes de distintos colegios concuerdan en que a los políticos no les vendría mal un buen curso de argumentación. Sin embargo, explica Fernanda Verdugo del Liceo 1, ellos apuestan a que los verdaderos cambios sociales vendrán con su generación, que es más crítica y no tiene miedo a decir lo que piensa. “Nosotros tenemos en las manos cambiar a Chile y lo vamos a cambiar”, asegura.

Hecho en casa

En abril de 2006, el filósofo Claudio Fuentes, director del Centro de Estudios de la Argumentación y el Razonamiento (CEAR) de la Universidad Diego Portales, se empezó a encontrar con caras conocidas en las tomas de colegios y movilizaciones estudiantiles que llenaban las noticias. Varios de los voceros de la “revolución pingüina” habían pasado por el torneo de debate que realizó entre 2002 y 2005 con apoyo del Mineduc.

Fuentes lideró el llamado “Plan de Formación Ciudadana”, visitando colegios municipales y subvencionados desde la Tercera a la Octava Región, enseñando y fomentando la creación de equipos de debate. El slogan del programa era “El debate fortalece la democracia”, y se transformó en una fábrica de dirigentes estudiantiles, como César Valenzuela y Julio Isamit.

Para el resto del país, estos jóvenes hiperinformados que exigían argumentos para cada solicitud de las autoridades y opinaban de política y educación con completa soltura, eran una sorpresa. Quien no se sorprendió fue Fuentes cuando a fines de ese año, a pesar de la promesa de la ministra Yasna Provoste, el ministerio dejó de apoyar el torneo. “El debate es profundamente subversivo, no en un sentido violento, sino que comienza a cambiar las estructuras de las escuelas, aunque estas privilegien la disciplina por sobre la libertad de opinión. El debate cumplió su objetivo, que era fortalecer la democracia, pero que cuando lo hizo se terminó”.

La UDP continuó con su torneo, pero los participantes disminuyeron, ya que muchos colegios no cuentan con los recursos para inscribirse en estas competencias. “Toda esa etapa triste, un poco desilusionante, eclosionó en una crítica”, dice Fuentes.

Para sortear la frustración se puso a investigar y revisó los avances en estudios de la argumentación, buscando una forma de remediar las que él considera las principales debilidades del debate tradicional, como la falta de cooperación que hay entre los debatientes y la excesiva confrontación en que se puede caer.

Así diseñó una fórmula alternativa, el debate crítico, que se pone en práctica desde hace cinco años en el torneo de la UDP. En este es obligación contraargumentar haciéndose cargo de los puntos del otro, para evitar que se produzca un “diálogo de sordos”. “Debatir es tanto escuchar como hablar”, explica Antonia Márquez, del equipo de debate del Santiago College, que ganó la competencia el año pasado.

Lo que más llama la atención del modelo es que su objetivo no es necesariamente convencer a los otros, sino que más bien reflexionar. Por eso, en este formato es posible “darse vuelta la chaqueta”, cambiar de opinión, proponer una postura alternativa o incluso sumarse a la del equipo contrario. En resumen: la idea es que los participantes aprendan a buscar acuerdos.

“Siempre cuando te ponen un tema estás a favor o en contra, pero en debate uno deja de ver sólo dos caras de la moneda. Quieres saber más”, dice Daniela Maldonado, del Liceo 1. Para los estudiantes no es sólo un ejercicio que les abre la mente sino, admiten, una buena estrategia para ganar. “Descolocas a la otra bancada”, dice Carla Gorrini, del Southern Cross School.

El debate crítico trata asuntos contingentes, políticos y complejos. El FUT, el binominal, el lucro en la educación, la competencia de La Haya en la demanda boliviana y la adopción en el AVP son algunos de los tópicos que han trabajado este año. “Son los temas que se están hablando y requieren mucha investigación”, dice June García.

Por esto, ganar este debate no es nada fácil y, como cuenta Rodrigo Abarca, profesor del Santiago College, los debatientes más experimentados van a este torneo, mientras que los estudiantes más nuevos comienzan en otros más sencillos.

En el torneo UDP cada argumento, a favor,  en contra o completamente nuevo respecto a la tesis, se evalúa por sí mismo, de acuerdo a su fuerza, claridad y la evidencia que se presenta, para determinar qué equipo se lleva cada punto. También el cierre, que es un análisis, evaluación y toma de posición respecto a lo realizado en el debate, es de vital importancia. Al final, el equipo con más puntos gana.

El interés crece

El modelo de debate crítico se ha ganado varios seguidores afuera, y se practica en universidades como la de Pádova, en Italia, la Universidad Interamericana de Puerto Rico, y la Federal de Pernambuco, en Recife, Brasil. Actualmente, Fuentes trabaja además con la Universidad de Massachusetts, en Estados Unidos.

El interés por saber argumentar también crece en Chile, más cuando actualmente hay temas importantes en discusión. “Hay una conciencia creciente de que la argumentación empodera, de que es valioso estar dispuesto a dejarse convencer si los argumentos que nos presentan son de calidad. La retórica sucia, la charlatanería, pareciera ya no movilizar a nadie”, dice Cristóbal Joannon, quien también realiza seminarios prácticos sobre argumentación en distintas empresas, trabajando con ingenieros, abogados y economistas.

Fuentes concluye que, en la medida que Chile genere estos espacios de discusión y formación pedagógica, vamos a tener un nuevo piso ético para mejorar efectivamente nuestros sistemas democráticos.

“El debate forma ciudadanos.  Yo no sabía de actualidad, ni de mis derechos ni responsabilidades. Pero cuando empiezas a leer y a entender, el debate forma tu opinión, tus principios. Ahora no soy sólo una persona que sigue a las masas, o al menos intento no serlo”, dice Catalina Enríquez, del equipo del Colegio Southern Cross.T

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