Chile delictual: de bandoleros a estafadores telefónicos
<P> Historiadores e informes policiales dan cuenta del perfil de los delincuentes que ha tenido el país.</P>
Del robo de gallinas en la época colonial, pasando por el abigeato a manos de "cuatreros" en la República, hasta llegar a las bandas que sustraen de cuajo los cajeros automáticos empleando la técnica del "lazo" en los últimos años. Como chicha, cueca y empanada, Chile ha tenido también su propia tradición en costumbres delictivas a lo largo de su joven historia.
Delitos cuyas sanciones también fueron mutando con el paso de los años. Y es que en estos tiempos sería difícil pensar en imponer una condena a azotes en la plaza pública o que, a modo de sentencia, un ladronzuelo deba resistir una hora con su mano enclavada en una picota por meter sus narices en lo ajeno, como ocurría en Concepción a mediados del siglo XVIII.
Basta revisar las crónicas de época y saber, por ejemplo, que los principales focos delictuales que mantenían alerta a las autoridades en 1760, se dividían entre el robo de ganado y los asaltos a viajeros que transitaban por los desolados caminos interprovinciales. Eran bandoleros, que abordaban los carruajes a punta de armas y quitaban las pertenencias.
Antisociales cifrados en cerca de 12 mil , según el historiador colonial Miguel de Olivares, que sembraban "el terror y el desconsuelo de los ricos hacendados" de la época.
Si transformamos esos mismos caminos rurales en las carreteras pavimentadas de alta velocidad del siglo XXI, nos encontramos con una realidad que poco ha variado: delincuentes disfrazados de policías que piden a los conductores detenerse, para posteriormente, apoderarse de las mercaderías de sus camiones, o desconocidos que lanzan piedras a los parabrisas para asaltar a los afectados.
Realidades delictuales que el teólogo e historiador Maximiliano Salinas atribuyó -en el período colonial- a vagabundos o peones con trabajos inestables. Una vez obtenida la Independencia, "la judicatura pasa a ser bastante inútil, porque todo el país estaba en un estado de anarquía" y la aplicación de justicia se veía lejana, según explica el Premio Nacional de Historia, Bernardino Bravo. Así, se hicieron conocidos Los Pincheira (1819-1833) o el bandido Juan de Dios López, que junto a su banda sembró el terror en la región de Chillán y Los Angeles, a principios del siglo XX.
Las migraciones trajeron consigo a campesinos y mineros en busca de oportunidades laborales, que muchas veces no encontraron. La pobreza aumentó y con el despertar del siglo XX se hicieron frecuentes delitos como hurtos, robos de almacenes, estafas y chantajes.
Denominación delictual
Uno de los hitos en materia de persecución de malhechores lo marcó, en 1957, el prefecto de la Policía de Investigaciones Roberto Schmied, al crear el primer "diccionario" con la jerga y tipos de delitos cometidos que, en todo caso, siempre evolucionan. Las "tenderas", conocidas ladronas que en 1930 sustraían ropa en los patios de casas, pasaron a llamarse "mecheras" en 1970, dedicadas a robar en tiendas.
Se sumaron los "monreros", que en los años 50 robaban cajas contenedoras de dinero, y que hoy tienen símiles en los que roban cajeros.
Otro cambio en el actuar del hampa criollo se refleja en los estafadores y cuenteros de antaño -que operaban en locales de apuestas-, a quienes el paso del tiempo especializó en el engaño, para aplicarlo a las nuevas tecnologías. Así se llega a lo que conocemos en la actualidad como el phishing o estafas bancarias virtuales, que ya suman más de 400 víctimas en lo que va del año, o las conocidas estafas telefónicas ejecutadas, incluso, desde recintos penitenciarios.
Comenta
Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.