"Chile erradicó el analfabetismo y la mortalidad infantil, pero no se está haciendo cargo del cáncer"

<P>En Chile, cada 25 minutos muere una persona de cáncer y sólo hay 70 especialistas en oncología médica para hacerse cargo de ellas. Según Nervi, falta inversión estatal y privada en tratamientos e investigación y más postulantes a las becas de oncología. Un panorama complicado que hace que se muera más gente de la que debería, especialmente entre quienes se atienden en el sector público. </P>




EN CHILE uno de cada dos hombres y una de cada tres mujeres va a sufrir de cáncer en algún momento de su vida. Cada año, 45 mil personas son diagnosticadas con esta enfermedad y el 80% de ellos se atiende en el sector público, donde por culpa de los tiempos de espera pueden demorarse meses en detectar la enfermedad, lo que retrasa el tratamiento. La consecuencia es que finalmente mueren más personas de cáncer de las que deberían y los principales afectados por esta situación son los más pobres.

"El esfuerzo del sistema público chileno ha sido inmenso y la atención que hoy reciben los pacientes no se compara a la que recibían hace veinte años", dice Bruno Nervi, experto en cáncer digestivo y jefe de Oncología Médica y del Programa de Formación en Oncología Médica de la Facultad de Medicina de la Universidad Católica de Chile. Sin embargo, falta. Tanto, que según el doctor, podría evitarse cerca de un tercio de las muertes por cáncer, o sea, seis mil muertes al año.

Por eso, Nervi está entusiasmado con el crecimiento de la Unidad de Oncología Ambulatoria del Hospital Sótero del Río, que a través de un convenio entre su universidad y el Banco de Chile va a permitir triplicar las atenciones a estos enfermos y aumentar el número de especialistas en esta enfermedad, que actualmente no llegan siquiera al 20% de los que el país requiere. "La dificultad más importante en Chile en este momento es la carencia de oncólogos médicos".

-¿Cuántos especialistas hay en Chile y cuántos deberíamos tener?

-En Chile hay alrededor de 70, y 45 están en Santiago. Hay una distribución tremendamente asimétrica. Hay uno en Arica, otro en Iquique, tres en La Serena, tres en Valparaíso y de ahí, Santiago. Dos en Rancagua, cuatro o cinco en Concepción, lo mismo entre Temuco y Valdivia, uno en Puerto Montt, una en Osorno, uno en Punta Arenas y se acabó. Estados Unidos tiene 3,4 oncólogos por cada 100 mil habitantes, nosotros, 0,3. Si uno usa el índice norteamericano, deberíamos ser aproximadamente 500 oncólogos.

Uno de los problemas es que hay pocos postulantes. Formar a estos especialistas toma al menos 12 años: siete de formación general, tres más de medicina interna y luego, otros dos de especialización en cáncer. Pero la extensión no es la única razón que explica la falta de interés en seguir esta línea: "Estudiar Oncología implica enfrentarse a que la mitad de tus pacientes se va a morir y que, para la visión de la medicina exitista, vas 'a fallar en tu intervención'. Nos entrenan para que logremos destapar una coronaria, para que el paciente no se muera de un infarto u operar al paciente de un ojo para que vea. Pero ver a una persona que sabes que se va a morir es difícil, porque estamos entrenados en un sistema que niega la muerte y el dolor". Pese a eso, las personas que postulan a Oncología, dice el doctor, tienen un desafío profesional y personal muy interesante y especial: "Tienen que ser capaces de ver que detrás hay un desafío intelectual extraordinario, uno de los más grandes de la medicina. Además, es apasionante desde el punto de vista humano, porque te enfrentas con una persona que aunque tiene alta probabilidad de curarse, está viviendo el miedo de morir. Las relaciones que uno establece son increíbles", dice.

Para hacer el escenario más problemático, a la falta de postulantes se suma la de profesores. O más bien, van de la mano, porque como hay pocos especialistas en esta área, no dan abasto para hacerse cargo de las atenciones y no tienen mucho espacio para hacer docencia.

Actualmente hay cuatro lugares que ofrecen programas de especialización oncológica: el Hospital Clínico de la Universidad de Chile, el de la Fundación Arturo López Pérez, el del Instituto Nacional del Cáncer y el de la Universidad Católica. Y aunque los cuatro jefes de programa están tratando de promover la llegada de jóvenes, "somos pocos tratando de hacernos cargo desesperadamente de la gran carga asistencial que hay. Entonces, hay una gran dificultad para que los grupos de cáncer puedan destinar tiempo no sólo a ver enfermos, sino también a desarrollarse".

-¿Cómo se distribuyen los especialistas en cáncer entre el mundo público y privado?

-La mayoría de los oncólogos trabaja en el mundo privado. Una de las razones es que los ingresos son, como en cualquier otra especialidad, menores en el sistema público. Sin duda, uno de los problemas es la dificultad para retener a los especialistas en el sector público. Además, para los oncólogos es interesante poder intervenir con tratamientos nuevos, pero son caros, entonces en el sistema público hay dificultades para usarlos. Sin embargo, no centraría en esto el principal problema: los especialistas faltan tanto en lo público como en lo privado.

-¿Qué tratamientos no se utilizan en el sistema público que sí están disponibles hoy en Chile en el mundo privado?

-Hay algunas drogas de quimioterapia que son más costosas y que no tenemos para los pacientes del sistema público. Además, hay algunos tratamientos de terapias contra blancos moleculares que son muy costosos y que no están disponibles en este sistema.

-¿Cuáles son las principales diferencias en la atención del sistema público y privado a la hora de enfrentar el cáncer?

-El problema del cáncer tiene que ver con tres aspectos. Primero está la prevención y la educación. Luego viene el diagnóstico precoz, que se hace a través de screenings como el Papanicolaou, las mamografías, colonoscopia y el antígeno prostático. Después viene un bloque que tiene que ver con el tratamiento. El 20% de personas que se atiende en el sistema privado de salud tiene acceso a mayor educación y a una cultura de vida sana, que implica una mejor alimentación, ejercicio y bajos niveles de tabaquismo. O sea, hay más oportunidades de evitar conductas de riesgo. Segundo, hay más posibilidad de lograr un diagnóstico precoz. Si yo tengo sangramiento rectal, me voy a hacer una colonoscopia al día siguiente. Me van a diagnosticar cáncer de colon y la biopsia va a estar a la semana. Voy a ir al equipo de oncología al que me derive mi plan de salud y en dos semanas me van a haber operado y voy a tener resuelto mi problema de cáncer. De ahí se verá si necesito quimioterapia o no, pero desde que sospeché el cáncer hasta que lo traté pasó un período muy corto de tiempo. En cambio, en el sistema público el paciente tiene que ir al consultorio y ser derivado a hacerse exámenes. Luego tiene que esperar la biopsia. Cuando ya tiene el diagnóstico, tiene que ser referido al centro de cáncer y ahí hay listas de espera. El tiempo de espera desde la sospecha hasta que te tratas es muy grande y eso disminuye la posibilidad de curación.

-En lo práctico ¿en qué se traduce esto?

-En Chile se mueren 22 mil personas de cáncer al año. Eso quiere decir que cada 25 minutos una persona se muere de cáncer. Probablemente, un tercio de esas muertes sería prevenible si pudiéramos intervenir eficientemente en los tres niveles de los que hablaba. Si a esto le sumas una conexión eficiente entre la atención primaria que recibe inicialmente a los pacientes que consultan por sospecha de cáncer, con el centro que lo va a tratar, todo es mejor. Imagínate a alguien que está en un pueblito en el norte o en el sur. Su oportunidad de acceso a un centro de referencia y derivación es mucho más baja. Hay muchos tratamientos por los que los pacientes tienen que viajar cientos de kilómetros. En los países de la OCDE, el promedio de médicos por cada 1.000 habitantes es de 3,5. Los norteamericanos tienen como seis o siete. Nosotros tenemos 1,3. Tenemos la mitad de médicos comparado con los países de la OCDE.

-¿Qué puede hacer Chile para vencer el cáncer?

-El mundo privado, que tiene recursos, y las universidades, que sabemos formar especialistas e investigar, tenemos que tomarnos de la mano y ponernos al servicio del sistema público para cambiar la historia del cáncer en Chile. Segundo, tenemos que mejorar urgentemente la atención de la gente que la necesita. Tercero, hay que invertir en investigación. En este momento no hay una visión país dirigida al desarrollo de la ciencia del cáncer. Chile es de los países que tiene menor índice de publicaciones científicas en el área de cáncer. Increíble. De los países más bajos del mundo. Si uno considera que 25% de las personas nos vamos a morir de cáncer, uno esperaría que hubiera una gran inversión para hacer investigación en esto, que nos duele tanto. Sin embargo, sólo el 10% de los recursos de Conicyt destinados a investigación son gastados en cáncer.

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