Chilenos del norte y sur tienen hasta 5 años de diferencia en esperanza de vida

<p>Las mujeres de Tarapacá lideran la lista, con 84,4 años. En hombres, los coquimbanos están al tope: 78,4.</p>




El último informe de la OPS ratificó una cifra que ya se convirtió en tendencia en nuestro país: los chilenos tienen la mayor expectativa de vida al nacer de Latinoamérica. Sus mujeres viven en promedio 82 años y los hombres, 76. Sin embargo, este no es un beneficio que toque a todos por igual. El lugar donde se nace y vive puede sumar o restar años de vida, según lo revelan las cifras calculadas por el INE para La Tercera a partir de las últimas Estadísticas Vitales (2010).

Las números son elocuentes: las mujeres de la Región de Tarapacá tienen una esperanza de vida de 84,4 años, la más alta del país; mientras que las de Aysén, 79,9 años. No sólo es la cifra más baja a nivel nacional, sino que las ubica a casi cinco años de las nortinas.

Para los hombres, el panorama no es distinto: los varones de la Región de Coquimbo tienen la mayor esperanza de vida (78,4 años). En Aysén se quedan otra vez con la menor (73,2 años).

En las cifras de mejores expectativas de vida, las mujeres de Coquimbo (83,4 años) y Santiago (83,1 años) siguen en la lista a las de Taparacá. Mientras que los hombres de Tarapacá (77,5 años) y de O’Higgins (77,4) suceden a los de Coquimbo. En las peores expectativas, Magallanes, Los Ríos y Antofagasta acompañan a Aysén (ver infografía).

¿Por qué la brecha? Los expertos dicen que múltiples factores inciden en ella, que van desde el nivel de educación, de ingresos, el acceso a la salud hasta el estilo de vida, el clima y la contaminación, entre otros. Esto explica, por ejemplo, por qué la Región Metropolitana no lidera las cifras nacionales (ver recuadro).

Clima y dieta

Desde hace 20 años que Tarapacá exhibe la expectativa de vida más alta del país. En 1990 era la mayor tanto para hombres como para mujeres (con 71 y 79 años, respectivamente). Sólo desde 2000, Coquimbo le arrebató el sitial en los hombres.

Arturo Orellana, del Instituto de Estudios Urbanos de la U. Católica, dice que en nuestro país hay una situación homogénea en términos de condiciones de vida urbana, y la diferencia radica en las condiciones climáticas. “Que las personas se vean expuestas a temperaturas extremas los hace vulnerables a enfermedades respiratorias”, argumenta. Eso explicaría, en parte, la brecha entre Tarapacá y Aysén. Los inviernos en la Undécima Región son extremos, con nevadas frecuentes y una temperatura promedio de 8,2 °C, lo que significa respirar aire contaminado por calefacción dentro de las viviendas. Mientras, en Tarapacá la temperatura máxima promedio es de 24,4 °C y la mínima, de 12,5 °C.

Osvaldo Iribarren, secretario regional ministerial de Salud de Coquimbo, también destaca el clima como un factor importante: 14 °C promedio en invierno y 22 °C en verano. No es todo: más de dos tercios de la población de la Cuarta Región viven en la zona costera. Un tema no menor, dice Orellana, ya que todos los asentamientos urbanos ubicados a la orilla del mar generan condiciones de mayor satisfacción. “Las ciudades a orilla del mar pueden vivir en condiciones precarias y tener escaso acceso a áreas verdes, pero eso lo compensan con la posibilidad de ir al mar”, destaca.

Julio Ruiz, director del Centro de Investigación en Políticas Públicas de Tarapacá, agrega otros dos factores: la tranquilidad de la región (un 70% la considera relevante en su calidad de vida, según sondeo regional) y la dieta de base aimara, especialmente en el Tamarugal. “Se trata de una alimentación a base de llamito, sin colesterol, verduras frescas, charqui, arvejas, habas, algas de los bofedales y quínoa (uno de los cereales más completos)”, dice Ruiz.

Las cifras de salud reflejan los efectos de estas condiciones favorables en ambas regiones. Tarapacá posee la menor tasa nacional de mortalidad por enfermedades crónicas no transmisibles (hipertensión, diabetes y tumores) y es la segunda en tener la menor cantidad de población con obesidad mórbida (19, 2%, detrás de Valparaíso, con 18,2%) y de fumadores (30,7%). El promedio nacional de tabaquismo es 41,2%. Mientras, Coquimbo tiene el segundo índice más bajo de hipertensión (20,8%) en el país y una de las tasas de morbilidad más bajas de tuberculosis (9,9).

Estilo de vida y ruralidad

En el otro extremo está Aysén. Paula Margozzini, académica del Departamento de Salud Pública de la U. Católica, explica que, además del factor clima y contaminación intradomiciliaria, en la Undécima Región existe un predominio importante de población masculina (90 mujeres por cada 100 hombres), una composición poblacional muy joven y altos índices de ruralidad, antecedentes que aumentan la mortalidad prematura.

Ese mayor número de hombres se refleja en una alta tasa de incidencia semestral de accidentes: ocho por cada 100 personas, según el Minsal. Indice que en Coquimbo llega sólo a la mitad: 4,5 por cada 100.

Ximena Azurmendi, seremi de Salud (S) en Aysén, explica que la gran dispersión y amplitud territorial de Aysén, donde la densidad poblacional es menor a un habitante por km2, dejan en evidencia que existe un problema de acceso a la red hospitalaria. “Esta situación se acentúa en las cuatro comunas más pequeñas y distantes, donde justamente la esperanza de vida es menor, como son Guaitecas, Lago Verde, O’Higgins y Tortel”.

El estilo de vida en sus habitantes también juega un rol clave. “Hay una alta demanda de alimentos ricos en grasas, bajo consumo de frutas y verduras, y un alto sedentarismo, lo que nos ha llevado a ubicarnos como la segunda región con mayores índices de obesidad”, indica Azurmendi. Un dato lo deja bien claro: el porcentaje de obesidad mórbida llega al 35,3% en Aysén, casi el doble de Tarapacá.

Brecha entre géneros

José Antonio Pagés, representante en Chile de la OPS, dice que la baja tasa de mortalidad de nuestro país (ocho por cada 1.000 nacidos vivos) y el aumento de las expectativas de vida elevarán en una decena de años un índice de envejecimiento muy alto. Un fenómeno que se da especialmente en la mujer, explica Paula Margozzini, académica de Salud Pública de la UC, quien destaca que incluso las regiones menos favorecidas de Chile presentan cifras elevadas, cercanas a los 80 años. De hecho, la diferencia de esperanza de vida al nacer es, en promedio, seis años a favor de ellas.

Pero es probable que esa diferencia comience a disminuir, pues las medidas de salud pública apuntarán a bajar la mortalidad prematura masculina y por el creciente consumo femenino de tabaco y alcohol.

Las cifras lo reflejan. Por ejemplo, la mayor distancia en 1990 se daba en la Octava Región, con 8,7 años (66,4 hombres; 75,1 mujeres), y en 2010 esa cifra se redujo a seis años (75,3 hombres; 81,2 mujeres). Esta disminución se debe a que la esperanza de vida al nacer masculina crece de forma más acelerada que la femenina. Entre 1990 y 2000, ellos aumentaron su expectativa de vida en 4,3 años (69,4 años a 73,7) y ellas en sólo 3,5 años (76,5 a 80). El salto de 2000 al 2010 fue similar: ellos aumentaron sus años de vida en 2,2 (73,7 a 75,9) y ellas, sólo dos años (80 a 82).

Las fallas de Santiago

Pese a que la esperanza de vida de la RM supera el promedio nacional (77 años hombres y 83,1 años mujeres), y al nivel de ingresos, educación y acceso a la salud de sus habitantes, no ostenta los mejores índices. Arturo Orellana, del IEUT de la UC, explica que el 60% de la población de la RM vive con un nivel de calidad de vida urbana inferior a la media nacional. “Afecta, además, el no tener mar ni áreas de esparcimiento naturales”, dice.

Jorge Lastra, del Instituto de Salud Pública de la Unab, indica que los análisis de expectativa de vida son proporcionales a los promedios de vida de la población: si la mayoría de su población es vieja, baja su expectativa de vida. Y eso pasa con la capital, donde ya varias comunas tienen más población mayor de 65 años que menores de 15.

No es todo. La capital tiene altos niveles de tabaquismo (46,6%), sobrepeso (38,9%) e hipertensión arterial (26,7%), según cifras del Minsal.

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