Chiloé se reinventa

<P>La arquitectura, la artesanía, el paisaje y la gastronomía de Chiloé siguen presentes. Pero están adquiriendo un tinte menos rústico, gracias a una oferta que ha renovado y ampliado los tradicionales atractivos chilotes, convirtiendo a la isla en un polo turístico cada vez más potente.</P>




CRUZANDO árboles de bosque nativo y verdes prados típicos de Chiloé, me veo galopando -muy a mi pesar- sobre la grupa de un caballo que no responde a mis órdenes. La promesa de una tranquila cabalgata se convirtió de pronto en una pequeña "aventura" que deja mi espalda adolorida y el orgullo algo herido. Pero no importa. Hace apenas cuatro horas estaba en Santiago y ahora disfruto feliz los encantos del Parque Alto Muro Aventura, uno de los tantos emprendimientos que han renovado cualitativa y cuantitativamente la oferta turística de la Isla Grande.

El pequeño pero impecable aeropuerto Mocopulli de Castro ha incrementado notablemente la conectividad del archipiélago con el resto del país y con el mundo. Gracias a él, en apenas un rato se pasa del calor seco y el ritmo acelerado de la capital, a estar en este campo que rodea un humedal ubicado en Pid Pid, a 11 kilómetros de Castro, y que hace cuatro años la familia Guerrero convirtió en un centro donde se puede practicar canopy, arborismo, escaladas y kayak. Y por cierto, también para cabalgar.

Además, durante el verano, y también el resto del año si un grupo lo pide con anticipación, es posible probar un auténtico curanto en hoyo. Antes los turistas debíamos conformarnos con probar el igualmente rico pero más asequible pulmay (o curanto en olla) que se prepara en cientos de cocinerías y restaurantes del archipiélago. Pero muchos operadores se dieron cuenta de que el curanto es una de las cosas que el visitante quiere experimentar -porque su preparación es toda una experiencia- y lo han incorporado dentro de sus atractivos.

Esa es una de las muchas cosas que están cambiando en Chiloé. La hotelería, la gastronomía y hasta la artesanía muestran una evidente evolución, en la que se observa un intento de preservar la rusticidad que caracteriza a las islas, pero añadiéndole toques de arquitectura de avanzada y cocina gourmet.

Algo, por lo demás, que se hace evidente en los famosos palafitos de Castro. Varios han sido convertidos en posadas y hoteles boutique, otros en restaurantes y cafés, y algunos en tiendas de artesanía.

En el sector de Gamboa, por ejemplo, un palafito fue completamente reciclado y hoy, en su entrada, se encuentra Pura Isla, un local que presenta una amplia variedad de productos artesanales, desde artículos de decoración, pieceras de lana, accesorios (bufandas, guantes, boleros) y una línea de tejidos para niños. Su dueña, la agrónoma Carolina Schweikart, llegó desde Santiago en el verano de 2001 y ha echado raíces en Chiloé, impulsando este proyecto que involucra el trabajo de más de 30 personas, desde diseñadoras chilotas reconocidas local e internacionalmente, hasta el de humildes artesanas que encuentran en Pura Isla un espacio para colocar su producción en el mercado y en Carolina a una guía que les indica los mejores diseños, las proporciones, colores y texturas.

En el mismo palafito, avanzando hacia el fondo, está el restobar Mar & Canela. Aunque se presentan como un lugar de cocina contemporánea, la chef Alejandra Riveros usa en sus recetas todos los ingredientes que les dan su identidad a las tradiciones culinarias chilotas. Y si a eso se suman la decoración y la vista del local hacia el fiordo de Castro, la fórmula es ideal para probar platos de alta gastronomía en un escenario mágico (calle Ernesto Riquelme 1212).

Al otro extremo de la ciudad, en los palafitos de Pedro Montt, está Huiñe Maulín ('hilados del bosque', en mapudungun), una tienda-taller donde varias tejedoras ofrecen sus productos de lana hechos a mano, y que de esta forma logran proyectar hacia el futuro sus técnicas ancestrales de producción. Justo al lado, como haciendo un contrapunto, los aromas del café en grano recién molido de Patio Palafito Café invitan a una pausa acompañada de unas medias lunas o un pedacito de kuchen. Su dueño, Nicolás Miniello, es un argentino de Sanfa Fe que abrió su local en septiembre de 2013, sumando un nuevo local a la creciente oferta de cafeterías que empiezan a poblar un archipiélago donde antes reinaba casi en exclusiva el Nescafé. "Los turistas que vienen de fuera están acostumbrados a tomar un buen café y creo que la gente de la isla también va a terminar tomándole el gusto", dice Nicolás (Pedro Montt 431).

Los panoramas cada día se hacen más variados en la capital de Chiloé y sus alrededores. A visitas tradicionales como la Feria Campesina, la catedral, el mercado de artesanos y los astilleros ubicados camino a Nercón, se han sumado novedades como el catamarán Mar & Magia, donde se puede realizar una navegación de dos horas por la bahía costa de Castro, bordeando la península de Rilán hasta llegar al fuerte de Rauco. El paseo cuesta $ 7.000 por persona ($ 12.000 la pareja) e incluye un cóctel (niños menores de 10 años no pagan).

Pero el archipiélago es famoso además por la variedad de aves que alberga, muchas de las cuales se concentran por miles en diversos estuarios y humedales que les sirven de refugio. Bahía Pullao es uno de ellos. En este rincón situado a sólo 15 minutos de Castro, con una vista envidiable de la isla de Quinchao y del continente con sus cumbres nevadas, el santiaguino Carlos Grimalt construyó un centro de observación donde pueden contemplarse, entre otras especies, cisnes de cuello negro y zarapitos de pico recto y curvo, los cuales cada verano llegan hasta Chiloé tras un largo viaje iniciado en Alaska.

Llegada la hora del descanso, la cantidad y calidad de hosterías y hoteles igualmente ha mostrado un considerable aumento en pocos años. Frente a la bahía Pullao está el Hotel Parque Quilquico, el que su dueño Arturo Pérez define de "rústico elegante" y en el que, efectivamente, las 21 hermosas habitaciones orientadas hacia el mar -algunas de ellas semejando palafitos- están ambientadas con muebles y un tipo de diseño que, sin dejar de lado un toque de refinamiento, remite sin dudas a la arquitectura y los agrestes campos de Chiloé. Es más, no es raro encontrar ovejas pastando en los verdes techos del hotel, todos ellos cubiertos con una capa de tierra y pasto, en lo que busca ser un ejemplo de turismo sustentable que le valió al hotel un sello verde otorgado por Sernatur.

El hotel boutique Centro de Ocio es una alternativa que se encuentra al otro lado de la península de Rilán. Inaugurado recién en marzo pasado, cuenta con 15 habitaciones, incluyendo tres suites de 60 m2 cada una, distribuidas en varias construcciones dispuestas sobre un campo de 20 hectáreas justo al frente de Castro. Insertas armónicamente sobre suaves lomajes, sus terrazas, la gastronomía, los masajes con la técnica china Tui Na, se combinan con los animales pastando, las aves que surcan el cielo y los botes que navegan en el fiordo, creando un ambiente bucólico que invita al relajo. Cristián Miranda y su señora empezaron a dar forma a lo que llaman un sueño y un proyecto de vida partiendo con la restauración de una antigua casona, y con la firme intención de generar puestos de trabajo para la gente que vive en la zona. En otras palabras, en Chiloé muchas cosas están cambiando para mejor. Pero hay algo inalterable: los paisajes, la vida silvestre, las iglesias de madera Patrimonio de la Humanidad o los productos del mar siguen siendo el primer gancho para atraer a los visitantes.

Comenta

Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.