Cielo Uber

Estacionar el auto cerca del avión, llegar apenas unos minutos antes del despegue y definir a través de una aplicación la ruta y el horario más convenientes. Se expande el uso de jets privados y la competencia de estos servicios aéreos empieza incluso a inquietar a las aerolíneas tradicionales.




En la complicada economía venezolana, donde la aviación comercial ha hecho que las pistas y losa del aeropuerto internacional de Caracas queden cada vez más vacías ante la estampida que ha generado el cese de pagos a las aerolíneas foráneas, hay un tipo de aviación que agradece el descalabro que vive el país de Simón Bolívar. Son las compañías de jets que se han encargado de suplir las alas que ya no despegan ni aterrizan en Venezuela.

Se trata de un negocio en alza. Tanto, que la ruta Caracas-Miami se ha convertido en la que más ha crecido en el continente en el último tiempo. ¿Los clientes?, básicamente empresarios venezolanos que se trasladaron con sus familias a vivir a Miami, pero que mantienen negocios en su país, por lo que suelen tomar aviones privados para ir a Caracas durante la semana y regresar a Estados Unidos los viernes por la tarde.

La rutina ha sido imitada por otros venezolanos, los que han optado por coordinarse y arrendar en conjunto servicios privados rumbo a Caracas. ¿El valor por la ruta?, unos 20 mil dólares que se dividen entre los que se suben al avión.

Servicio a la altura

La tendencia de los vuelos privados no hace más que incrementarse en el mundo. Muchos pensarían que las rutas más solicitadas son entre urbes financieras, pero la joya de los destinos tiene que ver con un lugar chic y ligado al descanso: la Costa Azul en Francia. Hasta allá -especialmente el aeropuerto de Niza- llegan pasajeros que se embarcan de manera preferente en dos ciudades: Nueva York y Moscú.

Estados Unidos es clave en el movimientos de jets privados en el mundo, tanto que, según datos de NetJets (una de las principales empresas de transporte aéreo privado del mundo, con una flota de 707 aviones), el 60 por ciento de los vuelos de este tipo que despegan o aterrizan en el mundo lo hacen en el país del norte. Le sigue en importancia Europa, con un cuarto de los vuelos (con centro preferente en Londres) y Rusia, con una sostenida alza en este tipo de aviación, situación que se explica por el ascenso de una nueva casta de ricos que se ha empeñado en darse la buena vida.

Los poderosos mercados de Dubái y Emiratos Árabes Unidos también destacan, aunque enfrentan la competencia de otras dos zonas del mundo donde el uso de jets privados se ha incrementado con fuerza: China y Brasil. De hecho, el gigante de Sudamérica -hoy en medio de un complicado panorama político y económico- ha exhibido tasas de crecimiento de un 20 por ciento al año -desde el 2010- en sus rutas con Europa. ¿Y en África? Llama la atención Nigeria, donde su ex capital, Lagos, se ha convertido en el principal hub de la aviación privada del continente.

Está claro el perfil de los que se suben a estos jets por el planeta: gente con billeteras bien provistas, es decir, empresarios, personajes ligados a la realeza, artistas y deportistas. Por eso es que el servicio está a la altura: buena comida, licor de primera, comodidades premium a la hora de embarcarse, wifi en vuelo y un servicio flexible que se acomoda a los requerimientos del cliente.

Por ejemplo, acá las mascotas viajan con sus amos y suelen tener asiento en estas cabinas de ensueño. Nada de cajas-jaula puestas en los compartimientos de bodega de las aerolíneas tradicionales.

La comida es otro de los aspectos que se cuida en estos vuelos. Sí, el caviar y las langostas son habituales en el menú, pero algunas de las más importantes empresas de jets privados aseguran que también son frecuentes los repartidores de pizza que llegan hasta la escalinata de los aviones para entregar sus pedidos.

Elevarse en un jet privado no sólo es sinónimo de viaje de negocios. También están los que preparan estos vuelos para pedir matrimonio o conmemorar otras celebraciones especiales. Por ejemplo, en PrivateFly -una de las empresas más importantes en Europa, que nació el 2008 y mantiene una base de búsqueda de siete mil aviones en su página-, recuerdan la insistencia de un pasajero que exigía un pastel con velas pirotécnicas encendidas en pleno vuelo. Las estrictas normas de seguridad impedían el requerimiento, hasta que se encontró una solución: subir un bombero para que atendiera cualquier complicación.

App del cielo

En la calle, los taxistas del mundo están en pie de guerra por la competencia -desleal, alegan ellos- que les ha planteado Uber. La disputa se expande y no existe una respuesta inequívoca al dilema que plantea la irrupción de estas nuevas tecnologías.

A varios metros de altura se plantea una situación parecida a la que se visualiza a ras de suelo. Se trata de la aparición de ofertas aéreas privadas que, por lo menos en Estados Unidos y Europa, han tenido un explosivo crecimiento y que ha acercado la opción de movilizarse con estilo y flexibilidad cerca de las nubes.

La experiencia más comentada y exitosa es JetSmarter, un servicio que funciona como una suerte de Uber, pero con alas. Su creador, el veinteañero Sergey Petrossov, ideó una fórmula para competir con lo que él consideraba que era el mal servicio de las aerolíneas tradicionales y el excesivo precio y burocracia que había para tomar un jet privado. Fue precisamente después de comprobar las dificultades y trabas de arrendar un avión junto a unos amigos cuando pensó: ¿Y si uno pagara una cuota anual para viajar lo que quisiera o que varios pasajeros se repartieran el precio por volar en un avión privado?

En realidad, JetSmarter no tiene aviones propios, pilotos ni se encarga del mantenimientos de las aeronaves. Lo que hace esta empresa-aplicación es ofrecer los espacios vacíos que hay en los jets -35 por ciento hasta el momento de su creación- y ponerlos a disposición de usuarios que desean una modalidad de vuelo más exclusiva (aviones de primera y terminales VIP), cómoda (se puede estacionar el auto cerca del avión apenas unos minutos antes del despegue) y amigable (se evitan las molestias asociadas a los embarques y desembarques de los aeropuertos tradicionales).

Los afiliados a la aplicación -en la que han invertido personajes tan distintos como el rapero Jay Z y la familia real saudí- pagan una cuota anual de nueve mil dólares más otros tres mil a modo de "matrícula", lo que les permite viajar libremente durante el año por rutas que incluyen Nueva York, Miami, Los Ángeles, Fort Lauderdale, Chicago y Las Vegas, entre otras ciudades. Aunque las rutas más solicitadas son Nueva York-Fort Lauderdale y Nueva York-Los Ángeles, los clientes pueden crear sus propios itinerarios, definiendo la ruta, día y horario. A partir de esa creación otros usuarios -los "no miembros"- se pueden sumar como pasajeros de los asientos vacíos que existan y repartirse el valor.

JetSmarter, además, ha creado una exitosa campaña de publicidad que la hace ver como una empresa cool. Y en ello han sido clave sus "embajadores", famosos con los cuales uno se puede codear en cabina. A Jay Z se suman Tom Cruise o Jamie Foxx  entre los rostros que JetSmarter suele convocar para enganchar a los viajeros que desean estar con sus estrellas cerca del cielo.

El público de JetSmarter -ya 350 mil personas han bajado la aplicación- es una mixtura de empresarios y ejecutivos -que deben trasladarse de manera permanente por el país- más otros pasajeros que vuelan en busca de descanso o entretención. "Nuestro principal logro ha sido democratizar la aviación privada", ha explicado Sergey Petrossov, quien define a JetSmarter como una empresa tecnológica, no de aviación.

Como sea, la compañía no está sola, ya que se empiezan a multiplicar ofertas semejantes, como Surfair, Bacon, Jetme y BlackJet.

¿Planes de JetSmarter para ampliar su negocio a América Latina? "Esperamos hacerlo en un futuro cercano", responden desde Estados Unidos.T

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