Cine político: su absurdo y crudo retrato de la Unidad Popular y el exilio chileno

<P>Militante socialista, Ruiz fue fuertemente influenciado por la UP y le dedicó cinco películas. </P>




A los pocos meses de instalarse en Francia en 1974, Raúl Ruiz retomó su labor de cineasta con un proyecto perfecto después del golpe de Estado que terminó con la Unidad Popular: registrar a los chilenos en el exilio europeo. El director de Tres tristes tigres recibió recursos del Partido Socialista y apoyo de la comunidad internacional opositora a la dictadura. Pero Ruiz no se ajustó al discurso épico de las víctimas: en Diálogos de exiliados retrató con un humor negrísimo las miserias y sin sentidos de la nueva vida cotidiana de los refugiados chilenos en París.

El horno no estaba para bollos. Diálogos de exiliados recibió el desprecio de la comunidad en el exilio. Peor: Ruiz fue insultado, lo acusaron de ser pagado por la Junta de Gobierno y hasta intentaron robar la cinta para evitar su exhibición. "También fue bueno", recordó el director. "Si no, yo todavía no sabría hablar francés".

Ese fue justamente el más radical efecto de Diálogos de exiliados: Ruiz ingresó apuradamente a la industria cinematográfica francesa y su cine tomó un nuevo impulso. Hasta ese momento, su trabajo había estado fuertemente influido por la UP. A su modo: "Prefiero registrar, antes que mistificar el proceso chileno", le dijo a la revista Primer Plano, en 1972.

Militante del PS desde al menos 1964, Ruiz "registró" en cinco películas los blancos, negros y grises de la vía socialista chilena: Poesía popular: teoría y práctica (1972), La expropiación (1972), Realismo socialista (1973), el documental Abastecimiento (1973) y, en menor medida, Palomita blanca (1973).

Lejano al cine propagandístico, Ruiz intentó mostrar los claroscuros de la época: en La expropiación, un empresario entrega su fundo antes de entrar en conflicto con el gobierno de Allende. En el momento menos realista del filme, tres personajes discuten sobre la actualidad como si estuvieran en un panel de TV. "Se desesperan porque la historia los va a pasar a llevar", dice un funcionario de la UP.

En El realismo socialista, Ruiz retrata dos conversiones: un publicista de derecha cruza a la izquierda radical y un obrero socialista pasa a la ultraderecha. En Palomita blanca hay un atisbo de la peores profecías que rondaban en la UP: tres amigos pro MIR especulan sobre la posibilidad del "caos" e imaginan una guerra entre "yanquis súper armados" y "700 mil proletas sin armas".

Crítico de las estrategias políticas de la editorial Quimantú, Ruiz se declaraba en 1972 a favor de un "cine de indagación" y se distanciaba del cine de sus pares generacionales, como Aldo Francia, Miguel Littin o Helvio Soto. "Yo me inclino por registrar lo que está ocurriendo, pero sé que hay compañeros que se sacrifican apoyando el proceso, haciendo un cine que lo mistifica y también mistifica la realidad nacional", le dijo a Primer Plano. Dos años después, Ruiz siguió con sus descarnadas indagaciones y evitó cualquier mistificación en Diálogos de exiliados.

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