Ciudad mojada




LA HISTORIA se repite todos los años, aun en aquellos más secos, ya que basta que la caída de agua se concentre en unos días de forma más intensa para que los reportes de prensa dediquen sus titulares a los pasos desnivelados inundados, colapso vial, viviendas anegadas y albergues.

La “noticia”, nada de original, hace retornar a la palestra la falta de infraestructura adecuada para la evacuación de las aguas lluvias y de un plan maestro de obras actualizado, valorizado, con plazos y metas concretas. No deja de ser importante avanzar en la solución de los problemas macro, pero poco se habla del peatón mojado. Las alusiones sólo se quedan con la anécdota del triciclo que cobra por “atravesar el río”, reflejo del oportunismo del chileno. Se pueden hacer muchas cosas pequeñas que permitirían mejorar en forma sustancial la vida del peatón en medio de la ciudad mojada.

Las mejoras a las que me refiero no tienen que ver con grandes colectores de aguas lluvias. Tienen que ver con el diseño urbano de las calles, veredas, cruces y alcantarillas. Una ciudad mejor preparada para la lluvia y dispuesta para que al peatón le sea más fácil trasladarse tiene que ver con bajar a la escala del 1 a 1, a la solución de diseño a pequeña escala.

Partamos por la ubicación de las rejillas de las alcantarillas en los cruces de calles. Lo habitual es encontrarlas ubicadas justo tangentes a la curva que dibuja cada esquina, con lo cual el sumidero de agua lluvia capta el agua de ambas calles que convergen en ese punto. Sin embargo, esta medida de “eficiencia”, que permite ahorrarse un sumidero, hace que el río de agua justo cruce por el punto donde atraviesan los peatones. La cuestión es muy simple: dos sumideros ubicados cada uno justo antes del rebaje para cruzar la calle permitirían tener vía despejada y “sin el río” al que estamos acostumbrados a saltar, la mayoría de las veces sin suerte.

Otro tema sensible es la inclinación de las calles hacia la solera o cuneta. Si la calle es muy plana, cuando llueve el agua tiende a escurrir con forma de un “río” muy ancho y de poca profundidad, habitualmente imposible de salvar hasta para el mejor saltador. Bastaría con que se regulase y controlase de mejor forma el ángulo de inclinación con que llega la calle a la cuneta para que con una mayor inclinación el hilo de agua sea lo más delgado posible y un poco más profundo, y con ello salvable por el tranco del peatón.

Como tercera medida propongo que se hagan cortes o interrupciones en las cunetas o soleras de las avenidas que tengan la posibilidad de evacuar agua hacia los bandejones o platabandas. Ello disminuirá con creces el escurrimiento de agua superficial y contribuirá a que se reabsorba. Esto se aplica hace ya mucho tiempo en ciudades tan cercanas a la nuestra como lo es Mendoza.

Es así como con tres simples medidas, que tienen su foco en la solución de diseño urbano y construcción de calles, veredas y sumideros de agua lluvia, se pueden lograr cambios radicales en cómo nuestra ciudad mojada nos acoge mejor en un episodio de lluvia.

Julio Poblete
Arquitecto

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