Ciudadano Patton
<P>La relación entre el público nacional y el vocalista de Faith No More, Mike Patton, está hecha de un material especial. A lo largo de casi 25 años, y gracias a la ayuda de un par de amigos chilenos, el artista ha dejado su huella tocándole el trasero a Antonio Vodanovic, recibiendo escupitajos en el Caupolicán y entregando frases para la galería. Luego de su última visita a Santiago, sus cercanos recuerdan cómo se construyó el mito.</P>
Cuatro días antes de que ocurran, Gonzalo Frías (41) predice cuáles serán los siguientes gestos de Mike Patton al público chileno. El conductor del programa de cine Séptimo Vicio, de Vía X, está sentado en un rincón de la terraza de un restorán del Mall Plaza Tobalaba. Aunque no tiene certeza de que Patton vaya a tomar sus sugerencias, sabe que ha plantado la idea en su cabeza. Si todo resulta bien, en el festival Santiago Gets Louder puede quedarse con la autoría intelectual de un hito más en la extensa lista de intervenciones de Patton en la "cultura pop" nacional del último cuarto de siglo.
Mientras se come un wrap, Frías cuenta que admira al vocalista de Faith No More (FNM) desde la adolescencia, pero que lo conoció en 2009, cuando la banda se reunió después de más de una década de inactividad para The Second Coming Tour y agendó dos conciertos en Santiago, uno en el Teatro Caupolicán y otro en el Estadio Bicentenario de La Florida.
Como un fanático más, Frías averiguó que el grupo se estaba quedando en el Hotel W. Hasta allá llegó con un disco de la soprano peruana Yma Sumac, en su opinión, "una de las voces más increíbles que ha tenido la humanidad". Su ídolo caminaba por el lobby al lado del escritor y director de cine Alberto Fuguet, un viejo amigo de Patton desde su primera visita en 1991. Al encontrarse con él, Frías atinó a invocar su propia versión del lema de Estados Unidos. "In Yma Sumac we trust" ("En Yma Sumac confiamos"), le dijo.
Patton también conocía a Sumac. Incluso, le comentó que había pensado utilizar su voz en alguna canción de Fantomas, uno de sus proyectos más vanguardistas, de sonido recargado, con gritos y alaridos. Se quedaron hablando por un buen rato. Desde entonces, cada tanto intercambian correos y mensajes. También se han reunido en algunas de las constantes visitas de Patton al país con sus distintas bandas. Los temas de conversación son siempre los mismos: música, literatura y cine. "El tipo es una biblioteca. Le encantan las películas de los 40 y 50. También sabe de cine experimental. De Chile le gustaba mucho una banda de rock experimental de los 70 que se llama Combo Xingú. Es lo choro de Patton: te sorprende con cosas que tú mismo debieras conocer", comenta Frías.
El domingo 27 de septiembre, Mike Patton sale al escenario del ex aeródromo de Cerrillos en silla de ruedas, como recordatorio de su caída en Rock in Rio. Luego de interpretar Motherfucker, una de las canciones que estrenan en Chile, comienza a caminar por el escenario apoyado en un bastón y a disparar frases armadas especialmente para la fanaticada nacional. El saludo de "¿cómo están, guachacas?", sirve de introducción para que Patton cumpla con el guión anunciado por Frías, quien en uno de sus últimos correos le adjuntó un link de YouTube. El video mostraba a un hombre empinando una botella de Coca Cola llena de vino antes de soltar la frase viral del año.
-¡Arrgggh, un manjar! -exclama Patton desde las profundidades de su garganta. El gesto se echa al público inmediatamente al bolsillo, con uno de los mismos recursos con que viene haciéndolo desde hace un cuarto de siglo. Las felicitaciones a Frías no tardan en aparecer en su celular. El sólo ríe.
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Dos hombres leyendo el mismo libro en el comedor del Hotel O'Higgins. La historia de Mike Patton en Chile sería otra si no se hubiese encontrado con Alberto Fuguet. Ambos llevaban ediciones inglesas de El guardián en el centeno y las estaban leyendo por segunda o tercera vez. Esa coincidencia los llevó a conversar y entrar en una suerte de complicidad.
Como periodista de Cultura y Espectáculos del suplemento Wikén de El Mercurio y locutor radial, Fuguet sabía lo suficiente de su nuevo amigo: había escuchado The Real Thing, el disco cuya popularidad justificaba la presencia de FNM en Sudamérica y también había leído una entrevista suya en la Rolling Stone, en la que había quedado sorprendido por la mirada del cantante acerca de la música y la fama. "Nunca fue compañero de curso mío en EE.UU. como dicen por ahí. Eso es parte de la mitología. Yo lo conocí acá, como periodista. Encontré que era más un artista que un músico. Era un provocador, pero extremadamente tranquilo fuera del escenario", recuerda el escritor.
La confianza que Fuguet inspiró en el cantante le dio acceso a una entrevista exclusiva que se perfilaba como la portada del Wikén en semana de Festival. No sólo eso: de sus conversaciones salieron un par de definiciones claves de las presentaciones de FNM en la Quinta Vergara. Fuguet le explicó a Patton que los rebeldes en Chile, los que escuchaban rock, eran estudiantes, la razón detrás de su elección de vestuario para la segunda noche.
Esa velada del 6 de febrero de 1991, la misma cuando le besó la mejilla izquierda y le dio un par de palmadas amistosas en las nalgas a Antonio Vodanovic, Patton acompañó su mohicano con una de las camisas de Fuguet y una corbata para asemejarse a un escolar. Al igual que en la primera jornada, buena parte del público se retiró escandalizado, dejando a unos tres mil pelilargos como dueños de la Quinta Vergara. Para encender aún más el fuego, Fuguet le había preparado a Patton una dedicatoria romántica a Myriam Hernández.
"Fue la primera vez que tuve acceso a dirigir a alguien. Fue el actor más creativo y jugado con el que he trabajado. Y en un escenario nacional. Ni la película más exitosa que uno ha hecho la ha visto una gota de la cantidad de gente que vio lo del Festival", comenta Fuguet.
Las burlas de Patton a un evento todavía apegado al protocolo y el rock pesado de su banda no cayeron nada bien entre los críticos de mayor edad, quienes fueron tajantes al calificar el show como lo peor que había pasado por Viña. El titulo del diario La Estrella lo resume todo: "Plis No More".
Lejos de deprimirse por la mala recepción de la prensa especializada, Patton sólo se sorprendió con la seriedad que los chilenos se tomaban el Festival. Por esos días, Fuguet lo acompañó en sus incursiones por la noche viñamarina en la fiesta posfestival del Amadeus -así quedó documentado en su libro Tránsitos- y luego lo entrevistó en Horcón, donde se bañaron en el mar, escucharon a Myriam Hernández y donde Patton conoció a algunas chicas.
Finalmente, y pese a que Fuguet considera que fue la mejor entrevista de su carrera, sus editores se inclinaron por algo más masivo y le dieron la portada de Wikén a Chayanne. "No quiero ser un tipo famoso. Lo soy, en cierta medida, pero no es lo que quiero. Yo siempre me siento aislado, es una cuestión personal. No es de ahora", le confesó entonces.
El encuentro le sirvió al periodista para decidirse a terminar su primera novela, Mala Onda, y moldear a uno de sus personajes, el rockero Josh Remsen.
Su amistad está por cumplir 25 años.
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Para el crítico musical Marcelo Contreras, la conexión de FNM con Chile innegablemente nació en el Festival de Viña. Tal como muchos jóvenes chilenos, él recibió la imagen de Patton por televisión, en su hogar, donde se multiplicaron las discusiones entre viejas y nuevas generaciones sobre el valor artístico de lo que estaban viendo.
Sí estuvo cuando se escribió el segundo capítulo, en el festival Monsters of Rock del 8 de septiembre de 1995 en el Teatro Caupolicán. Esa noche no sólo cayeron los infames salivazos que Patton aguantó con estoicismo -incluso abrió la boca para recibirlos-, sino hasta un condón que el vocalista recogió y lanzó de vuelta. "Es absolutamente único. Una experiencia irrepetible, quedamos pasmados por la lluvia de escupitajos que le cayeron. Los replicó; escupía de vuelta. Era un momento excepcional de ellos como banda con el King for a day, fool for a lifetime y él demuestra una actitud distinta. Va a contrapelo de lo que uno espera del rock star. Era extravagante dentro de lo extravagante que aguantara eso", reflexiona Contreras.
Aquel "componente esquizofrénico" del personaje creado por Patton sobre el escenario conectó con el carácter del público chileno. "Los artistas tienen un guión para funcionar en vivo. Repiten en todas partes escenas aparentemente espontáneas y dicen 'son el mejor público del mundo'. Patton se arranca de eso. Lo suyo es un caos fríamente calculado", agrega.
Tras el show, su amigo Fuguet llevó a Patton al "777". Se corrió la voz y aparecieron figuras de la TV como Felipe Braun y Luciano Cruz-Coke. El ex ministro de Cultura trató de entablar una conversación con Patton con una simple pregunta: "¿Kiss o AC/DC?".
-En mi escuela, los de AC/DC golpeábamos a los de Kiss -habría respondido Patton. Como fan de Kiss, Cruz-Coke no tuvo margen para continuar el diálogo.
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A partir de 2009, Mike Patton ha venido por lo menos una vez al año a Chile con alguna de sus distintas bandas, volviéndose un habitual del panorama musical. El curioso nexo que se insinuó con las presentaciones de 1991 y 1995 se afianzó. Para el gran regreso de FNM, en el Caupolicán, Patton y el bajista Billy Gould -que también mantiene un importante relación con Chile y hasta vivió un par de meses en el país- eligieron a la desconocida banda experimental Lerdo como telonera de su primer show, por sobre opciones más populares, como Chancho en Piedra o Sinergia. Ambos habían conocido al grupo porque sus integrantes habían mandado unos "demos" a sus sellos discográficos, Ipecac y Koolarrow Records, respectivamente.
"Pensamos que era hueveo, porque nosotros somos una banda bien clandestina. Fue todo increíble, nunca pensamos llegar a tanta gente. Tuvimos un amorío bien pasional y fuerte con FNM, pero somos menos fanáticos de lo que se piensa. Haber tocado con ellos nos sirve mucho hasta hoy, pero no hemos querido quedarnos en eso. Somos una banda activa", explica el bajista de Lerdo, Mauricio López (26).
En el siguiente concierto, realizado en el Bicentenario de La Florida, Fuguet le regaló dos líneas más a Patton: "Frei No More", en alusión a la candidatura de Eduardo Frei, y "Señor Pinochet", en medio de la canción Ricochet. Entremedio de aquello, hubo espacio para conmemorar los escupos de 1995.
Al año siguiente, FNM regresó para tocar en el cierre de la Teletón. Continuando con su broma eterna, Fuguet contactó al productor Cristián Heyne para buscar una canción chilena que la banda pudiera tocar en el Estadio Nacional. Entre las opciones estuvieron Maldito Amor, de Supernova, y el tema del Jappening con Ja. "Pero yo pensaba que si iban a tocar algo chileno, debía ser intenso y mala onda. Pensé en Violeta Parra y Qué he sacado con quererte. La versión que le mandamos a Mike tenía más instrumentos de los que usaba Violeta. La voz desgarrada de Violeta le encantó", cuenta Heyne.
FNM ensayó la canción en Estados Unidos y Patton la cantó en un Estadio Nacional repleto. En esa misma presentación, el vocalista le besó la mano a Don Francisco y lo llamó Don Corleone, según lo acordado previamente con Fuguet. "Yo le sugerí que dijera Don Chanchisco, pero era muy ofensivo", recuerda Frías, quien vio realizado su anhelo hace una semana, en la última presentación de FNM en Cerrillos.
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Mike Patton (47) se ha presentado un total de 19 ocasiones sobre escenarios criollos con FNM, Fantomas, Moonchild, Zu, Tomahawk y Mondo Cane. Cada una de sus visitas ha dejado una historia, como cuando en 2013 fue con Fuguet a mirar discos y cortarse el pelo en el Persa Bío Bío, un hecho que le valió la portada de La Cuarta. Actitudes como esa, sumadas a su largo historial de chistes en suelo chileno, lo llevaron a ser erigido como candidato para Rey Guachaca 2014 por la agencia publicitaria Deluxe. "Había bromeado con Vodanovic y Don Francisco: era un chileno más", argumenta Jaime González, director creativo de la empresa. La noticia trascendió a los sitios de fans de FNM y una amiga estadounidense de Patton le informó justo antes de su visita para tocar con Ennio Morricone a fines de 2013. Entonces se reunió con el equipo de Deluxe, que había desarrollado una campaña viral en redes sociales, hecho merchandise y juntado 22.652 firmas.
"Estaba alucinado con la idea. Creo que hubiera arrasado. Le gustan las empanadas, la lengua y el pipeño, pero no tanto el terremoto. Le descolocaba un poco la idea, así que no quiso hacer campaña", indica Frías, quien hizo de contacto entre la agencia y el artista.
Aunque finalmente los guachacas no lo consideraron entre los candidatos por ser extranjero, Patton dijo sentirse "honrado" en una entrevista con Frías para Vía X en 2013. Al terminar la grabación, la van que debía dejar al músico en su hotel se quedo en pana. El chofer insistió en hacer partir la máquina y Patton acotó: "Eso me gusta de los chilenos, no se dan por vencidos". Al final, el vocalista terminó empujando la van con los demás integrantes del equipo por Chucre Manzur.
"Chile tiene un lazo extremadamente de pasión con Mike Patton y es algo que terminó siendo recíproco. Yo te diría que eso no se da en otros países. Si Mike Patton viniera a leer la guía de teléfonos a una sala del centro, se llenaría", sentencia Fuguet, quien ha compartido veladas junto a él en diferentes locales de la capital, desde el Dominó, pasando por The Clinic, hasta cenas en el excéntrico Lily Marleen.
Tanto el escritor como Frías han analizado extensamente de qué material está tejida la relación entre Patton y Chile, cayendo en una serie de disquisiciones seudosociológicas, que responden a cómo el artista habría roto los moldes de entretenimiento de la transición a la democracia en Viña 91. Sin embargo, ambos creen que es mejor mantener el misterio y dicen que Patton también lo prefiere así.
Han pasado casi 25 años, pero de acuerdo a Fuguet, Patton entendió la idiosincrasia chilena esos primeros días en Viña del Mar. Cuando algún amigo le habla de la expectación que genera su próxima visita, suele responder con la misma frase.
-That's so Chile (Eso es tan chileno).
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