Clementina: el restaurante que atiende a sus clientes en el pasto de una plaza
<P>Desde hace dos años y medio que este local funciona frente a la plaza Padre Letelier, en Pedro de Valdivia Norte. Hasta allí llegan decenas de personas para almorzar entre árboles y jardines. Los principales clientes son de oficinas del sector, aunque también acuden desde otros puntos.</P>
Disfrutar junto a los amigos de una suerte de picnic en medio de la ciudad, hacer un paréntesis en la jornada laboral y poder comer recetas "caseras" son algunas de las razones por las que oficinistas y profesionales han dejado de ir a casinos y restaurantes convencionales, y han optado por almorzar sentados en el pasto.
La oferta culinaria pertenece a Clementina, un restaurante ubicado frente a la plaza Padre Letelier, en el barrio Pedro de Valdivia Norte. Hasta allí llega a diario una gran cantidad de clientes que, luego de comprar sus colaciones, se instalan en medio de árboles y jardines, donde estiran un mantel (entregado por el local) y almuerzan.
La mayoría de quienes llegan hasta el lugar trabajan en los alrededores. Sin embargo, hay personas que viajan desde otras comunas.
La ingeniera comercial Angela Caro trabaja en Vitacura, pero va regularmente hasta la plaza para almorzar. "Es súper rico. Además, como que te relajas. Te olvidas de la pega como una hora, porque estás en el pasto, sentada en un mantel, comiendo algo rico", dice. La joven va al menos tres veces por semana desde hace cinco meses.
Lo mismo piensa el arquitecto Esteban Valdebenito, quien llega hasta el Clementina una vez por semana. "La gracia es venir a almorzar en el pasto, estar haciendo como un picnic con los amigos", relata.
Según una de las dueñas del local, Isidora Kraemer, durante el verano se venden entre 120 y 150 porciones diarias a la hora de colación. Aunque varios de los clientes se llevan la comida a sus oficinas, "en enero, el 95% de los almuerzos son para comer acá".
"Como hecha en casa"
A pesar de que en invierno la cantidad de consumidores disminuye a un promedio de 80 diarios, hay algunos que llegan hasta la plaza durante todo el año.
Gabriela Raposo, que realiza un magíster de Arquitectura en el campus Lo Contador de la Universidad Católica, cuenta que compra en el local "desde hace dos años. El único problema es en invierno, pero uno viene igual porque es muy agradable. Es una instancia para relajarse que uno no puede tener en el casino". Y agrega que es "como hecha en casa".
Entre la oferta culinaria se encuentran las ensaladas, las pastas, quiches y el pastel de choclo, cuyos precios varían entre los $ 2.300 y los $ 4.200.
Es tanta la demanda que Isidora Kraemer y Pilar, su hermana y socia, decidieron remodelar la cocina, "para optimizar los procesos. No teníamos las instalaciones que se necesitaban". Estuvieron cerrados tres semanas y abrieron antes de Navidad.
"Estábamos entre abrir otra sucursal o remodelar. Optamos por lo último, porque era más necesario. Tendríamos que encontrar una plaza que nos encantara, como ésta, para abrir otra sucursal", relata.
Durante las tardes de verano, los jugos y el café son los productos más requeridos. "La gente igual viene a esa hora porque tienen más tiempo libre", dice Kraemer.
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