Comer, volar, surfear en Iquique
<P>Sí, esta ciudad es tierra de campeones. Sus playas son las mejores para practicar surf y sus cerros, de 500 metros, </P> <P>los mejores para elevarse en las alturas. Y de la comida ni hablar: exquisitas rutas de sabores altiplánicos y fusión.</P>
SI ALGUIEN cree que no es capaz de convertirse en deportista extremo en 15 minutos, no conoce Iquique. En escasas 48 horas traté inútilmente de enfrentar una ola haciendo lo que otros practican como surf y volé gloriosamente por los aires de la ciudad sin más equipo que un parapente y un guía instructor.
Para volar, un desayuno liviano -como advierten en la escuela de parapente Altazor (www.altazor.cl)- y a la hora indicada listos en la tradicional esquina de Baquedano con Manuel Bulnes, en pleno centro histórico, lugar de reunión de los amantes del aire. Hasta acá llega a buscarnos el suizo Philip Maltry, dueño de la principal escuela y hostal de parapentistas.
El destino: las laderas de Iquique, ubicadas en el sector de Alto Hospicio. Por un momento dudé si lo extremo era lo mío, pero estaba ahí, en la cima, y a casi 500 metros a nivel del mar. Maltry, un tipo alto, delgado y simpático, conocido como "el suizo", prohíbe, con picardía, hablar de "tirarse" por los aires. El prefiere "lanzarse" en parapente. Da las instrucciones y enfatiza que las dos palabras clave son despegue y aterrizaje. Terminadas sus indicaciones, a volar. Iquique se ve casi completo, y, con mucha claridad, se avista el cerro El Dragón, como sólo puede apreciarse desde arriba. Con traje especial, casco y guantes esperamos el vamos de Philip para comenzar a correr junto a él y al fin despegar. Se me aprieta el estómago, pero luego se afloja. La sensación es exquisita.
Las condiciones climáticas de Iquique son perfectas para practicar el parapente: temperaturas estables y sin lluvia; una altura considerable respecto del nivel del mar; facilidad de acceso, pues hay numerosos caminos y senderos a la cima de los cerros; aterrizaje sin contratiempos y vientos permanentes y constantes. Por todas estas razones es que los extranjeros que visitan la ciudad la consideran como una de las mejores de Sudamérica para practicarlo.
Playa Brava es uno de los puntos de aterrizaje. Hasta ahí llegamos con Philip, después de casi 20 minutos por los aires y con excelentes condiciones. Ni siquiera las personas que sufren vértigo pueden privarse de intentar un vuelo, dice el suizo, sólo hay que tener ganas. A sus 50 años, además de tener la escuela de parapente (el curso completo cuesta $ 560.000 y el vuelo biplaza, $ 35.000), Philip también construyó un hostal destinado a quienes lo practican. Está ubicado en el sector de Bajo Molle y posee 50 containers adaptados como habitaciones, una pista de aterrizaje y todos los implementos para la reparación de equipos ($ 8.000 hab. single con baño compartido y $ 12.000 con baño privado).
Maltry no es el único dedicado a esta actividad. En Obispo Labbé 1418 se ubica Casa Norte, un recinto pensado para los parapentistas. Y cómo no, si su dueño, Miguel Hernández, es miembro de la Asociación Chilena de Vuelo Libre y uno de los que mejor conoce este deporte. A su hospedería, que cuenta con 27 habitaciones, llegan de preferencia argentinos, franceses, bolivianos, canadienses, estadounidenses, brasileños y rusos.
La oferta de escuelas y hostales dedicadas a este deporte es abundante. Por eso la recomendación es consultar datos en páginas especializadas o, directamente, a los lugareños, quienes saben de seguridad, confiabilidad y años de práctica de algunas de las empresas. Si quiere ir a la segura, uno de los nombres recomendados es Cristián Serra, parapentista profesional que comenzó a volar a los 15 años y que hoy es uno de los pilotos más jóvenes. Su escuela se llama Oasisfly Parapente y ofrece vuelos biplaza ($ 35.000), además de expediciones con guías de vuelo para pilotos que lo practican por primera vez.
Surfing en Iquique
Volé por los aires y aterricé en la playa. Lo siguiente sería dominar las olas arriba de una tabla. El lugar de encuentro esta vez fue en la escuela de surf y hostal (2x1 nuevamente) Uma Jaqi (www.umajaqi.cl). Ahí nos esperaba su propietario, Miguel Hernández hijo, quien practica el deporte desde los 10 años en las playas iquiqueñas. "Aquí tenemos olas para todos los gustos, temperaturas del agua que fluctúan entre los 15° y 20°C, y condiciones del viento favorables. Por eso contamos con uno de los campeonatos más importantes del tour nacional: Héroes de Mayo, que se realiza desde hace más de una década en la ciudad", explica.
A la escuela de Miguel llegan niños desde los cinco años de edad y las clases las realizan preferentemente los fines de semana en Cavancha, en el sector Las Urracas. Ahí montan una carpa donde disponen las tablas y trajes. Una clase de dos horas personalizada tiene un valor de $ 20.000 y de $ 10.000 p.p. si es grupal. También imparte cursos intensivos de 10 jornadas, que van desde $ 40.000. El hostal, decorado muy al estilo de la teleserie Playa Salvaje, está hecho ciento por ciento para deportistas de esta especialidad.
Luego, un recorrido por la costanera Arturo Prat en busca de una bebida. Justo por ese sector encontramos, en un mismo local, un restaurante de sushi, una escuela y una tienda de surf. Acá estaba Javier Silva, uno de los instructores de Vertical (www.verticalst.cl), centro que imparte clases desde el 2002 y que se ha transformado en un punto de encuentro. "Aquí viene la crême de la crême del surf", dice entre risas. A diferencia de Uma Jaqi, Vertical no da hospedaje, pero sí cuenta con un outlet donde tiene saldos de temporadas pasadas y una tienda con productos nuevos. Un traje en perfectas condiciones puede costar $ 80.000, comenta Javier.
La costa de Iquique, desde la Zofri hasta la playa Huayquique, es ideal para surfear. Las olas son con fondo de roca, es decir, son más tubulares y de mayor desafío, comparables sólo con las que se dan en Hawaii. Así, de sur a norte, existen distintos sectores y condiciones del mar. Está El Bajo, donde las olas alcanzan 10 metros; La Punta, donde tienen una altura de tres, y es mucho más fácil surfear; El Colegio, donde llegan hasta los cinco metros; Las Urracas, que tienen tres metros, y finalmente, La Intendencia, donde la ola es más fuerte.
¡Y se despertó el apetito!
Con tanto deporte da hambre… Bien lo saben los iquiqueños, que aprovechan el turismo deportivo para despertar el apetito con su variada oferta gastronómica. El listado de restaurantes es importante, pero de ese universo de sabores hay una ruta de sitios clásicos y nuevos que no debe perderse.
Comencemos por los nuevos: Ruta del Gigante se abrió hace tres meses y su especialidad es la comida altiplánica. Su dueño, Víctor Araya Vilca, es descendiente de aimaras, por lo que tiene autoridad en el tema. Este es su segundo local y está en el paseo tradicional de calle Baquedano. En el menú podrá encontrar picante de conejo, carne de llama, albacora rellena y muchas preparaciones con quínoa. El promedio por persona es $ 17.000 y cuenta con una entrada plato de fondo y postre. Imperdibles son las salsas de ajo y el pan amasado recién salido del horno.
Otro restaurante de sabores aimara es el Sumapuriwa, en Av. Riquelme 296. La carta es abundante: muchas variedades de sour que son servidos en vasos de greda, pan de maíz con toques de quínoa y un pebre sabroso que tiene wakatay (una hierba aromática).
Para quienes quieren salir de noche, una entretenida opción es el Mandarín Club (Av. Arturo Prat 2994, sector de Playa Brava), que se inauguró en marzo de este año y que es ideal para carretear relajadamente de noche. Sus terrazas son amplias y en la semana hay música en vivo y desfiles de moda. Lo mejor del lugar es el mojito cubano y los cocteles de mango, además un plato de filete de vacuno con un risotto de champiñones.
Dentro de los clásicos, uno es el restaurante Neptuno (Riquelme 234), cuya especialidad son los pescados y mariscos frescos ($ 4.000 consumo promedio p.p.).
El otro es Kiru (Amunátegui 1912), especialista en comida peruana. Recomendable ciento por ciento. Además de exquisitos sabores, el lugar es agradable y los tragos son infartantes.
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