Cómo cambia la moral a lo largo de la vida

<P>Expertos de Yale dicen que nacemos con una moral, aunque ésta cambia con los años.</P>




Las personas tienden a pensar que en algún momento de la infancia forjan sus valores y desde entonces la calidad moral, al menos a grandes rasgos, queda escrita en piedra: el que nace chicharra muere cantando, dicen. Pero no es así.

Entonces, ¿de dónde viene la moral? Uno de los descubrimientos más recientes es que nacemos con ella, cambia durante toda la vida y, aunque siempre puede desmoronarse, moriremos, probablemente, más buenos y nobles que nunca.

Contrario a lo que pensó Freud, no nacemos amorales. En el laboratorio de la infancia de la Universidad de Yale se descubrió que ya a los tres meses, más del 80% de las guaguas prefiere personajes que han obrado por el bien de otro; al año, escogen a uno que castiga al que hizo daño, y al año y medio, premian al que ayuda y castigan al antisocial por iniciativa propia. Este primer atisbo de justicia no es altruismo en realidad, dice Karen Wynn, directora del laboratorio en Yale a La Tercera. La guagua probablemente piensa que le conviene más un amigo generoso, explica.

Es instintivo, como el rechazo que produce lo raro o lo asqueroso. Pasa con los delfines y los pulpos: ambos están entre los animales más inteligentes, pero a los primeros los defendemos y con los segundos hacemos paella. Sólo porque nos da más asco, lo que, según explica el sicólogo de Yale Paul Bloom a La Tercera, disminuye nuestra compasión. "Un mal olor o una imagen desagradable nos hace moralmente reacios", afirma, citando las investigaciones de Elizabeth Phelps, de la Universidad de Nueva York.

Bloom dice que hay cosas que sentimos que están mal, sin explicarnos por qué. Entonces, "aprendemos a justificarlo", asegura.

El sicólogo social Jonathan Haidt tiene una prueba infalible para esta moral irreflexiva. Testeó la reacción que producía que una familia hambrienta cocinara y se comiera a su perro luego de haber sido atropellado. El rechazo fue inmediato y, al menos al principio, inexplicable. Haidt lo llama "moral prodigiosa": sentir fuertemente que algo está mal sin saber por qué. El sicólogo propone que aunque nos gusta pensar que ponderamos ideas y deliberamos como jueces, generalmente estamos sólo buscando la mejor manera de defender una idea, como los abogados. Mientras haya argumentos que lo sostengan, casi todo puede ser bueno.

Los niños vegetarianos

Un factor clave en que la moral cambie, se desarrolle y hasta se acumule a lo largo de la vida es lo que el filósofo de Princeton Peter Singer llama "el círculo moral". La tesis es que el contacto con las personas que nos importan las hace a ellas y sus decisiones más aceptables. El círculo moral es pequeño si incluye sólo a la familia, como en la infancia, pero luego crece con la gente con que se trabaja, estudia o socializa, dice Bloom. Hoy, agrega, "cada vez más gente agranda ese círculo y hay ideas muy distintas a las antiguas sobre las minorías, por ejemplo".

Aunque la moral de los niños imita la de sus padres y está muy dirigida a un posible castigo, la idea del sufrimiento es un consistente argumento con que los niños también crean ideas propias.

En un estudio de Harvard, el dolor de los animales resultó ser la principal razón de los niños para ser vegetarianos, teniendo padres que comían de todo. Los niños, sin embargo, no juzgaban a los carnívoros, porque no habían hecho un compromiso como ellos. Lo malo era romper ese pacto.

"Sólo a partir de la adolescencia se relativiza el bien y el mal", explica el experto en desarrollo moral de la Universidad de Nebraska, Gustavo Carlo, a La Tercera. Recién entonces las personas entienden que en una misma cultura hay gente buena y mala, lo que para los niños es muy difícil de entender. La adolescencia es una etapa en la que se funda buena parte de las ideas futuras.

Diversos estudios han demostrado que los adolescentes se involucran y comprometen socialmente más de lo normal para un niño. Sin embargo, al menos en EE.UU. tres cuartos de los adultos piensan que son "irresponsables y groseros". Esto, según Carlo, es porque los cambios hormonales están relacionados con la irritabilidad y agresividad, lo que puede disminuir el altruismo. Pero, al mismo tiempo, estos juicios y comportamientos morales son más importantes en esta etapa que en cualquier otra, porque se construyen la idea de sí mismos y frente a los pares.

El altruista

Pero la bondad y la parsimonia, incluso la que ya es propia, se pueden corromper. Como explica Carlo, las personas "tendemos a comportarnos como el grupo para ser parte de él", lo que es bueno, dice. Pero cuando éste toma decisiones que nos parecen inmorales, se necesita autoestima y liderazgo para revertirlo, lo que puede ser muy difícil en la adolescencia.

Así, como las personas buscan siempre argumentar sus posturas morales, entonces justificarán, genuinamente, sus conductas. Si la sociedad no las acepta habrá consecuencias y castigos que harán volver a pensar qué tan bien tomadas fueron. El deber ser social se impone, pero es siempre mutante.

La moral, finalmente, se aprende siempre, pero es en la vejez cuando más cultivamos nuestras cualidades morales, según los estudios de la sicóloga de Stanford Laura Carstensen. La empatía, la capacidad de querer más allá de los defectos, de proteger a otros de nuestras cualidades destructivas, de apreciar a nuestros ancestros y planear para nuestros descendientes es mayor en esta edad que en otra.

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