¿Cómo cambió el país en el 2015? 2




El crepúsculo de los dioses

La última encuesta CEP del 2014 ubicó a la Presidenta Bachelet, en empate con MEO, en la cima de la popularidad con la más alta evaluación positiva.  Giorgio Jackson no figuraba.  Hoy el joven Diputado, compilación andante de los signos sociales de rebeldía, encabeza el mismo estudio.  No se me ocurre una imagen más gráfica para intentar vislumbrar qué ha cambiado en estos últimos 12 meses.

Allí donde la Presidenta encarna la sonrisa y el carisma amable, el Diputado nos muestra el ceño adusto, siempre molesto con algo o alguien.   Ambos comparten el diagnóstico de que esta sociedad es injustamente desigual; pero mientras Bachelet nos dice que eso le duele, a Jackson le irrita.

La Presidenta es una figura que existe y se entiende en el contexto de la crisis de 1973, nos remite al conflicto de la segunda mitad del siglo XX, capitalismo versus marxismo.  Jackson, por el contrario, prefigura el conflicto que viene, el del siglo XXI, probablemente centrado en la supervivencia del orden político y económico que surge de la integración de un modelo económico liberal, en una sociedad estructurada en un sistema de clases sociales fuertemente arraigado, muy propio de América Latina.

La popularidad de Bachelet siempre fue la expresión de una esperanza; la de Jackson, por el contrario, es más bien una suerte de precipitado social de la desesperanza.  Al final del día -o del año- es el que sigue siendo percibido como honesto y por eso se mantiene en pie, después del tsunami del 2015 que arrasó con la credibilidad de los grupos dirigentes.

En la historia cada hecho tiene sus antecedentes.  Lo que Santos Discépolo escribió como denuncia social: “todo es igual, nada es mejor”, la Nueva Mayoría lo convirtió en proyecto y a partir de ahí se generaron condiciones para que casos como Caval, los del financiamiento de las campañas y ahora de la ANFP, socavara la influencia de la elite.

Los que creemos en el proyecto país de los últimos 30 años empezamos el 2016 con un gigantesco desafío: contribuir a dar paso a nuevos líderes, que distingan lo intransable de lo prescindible. Difícil tarea, la negación de los grupos dirigentes es una actitud que se viste de muchas maneras: la ignorancia de los que creen que esto es producto de que “Chile cambió” y no ven un riesgo mayor; la soberbia de los que asumen que pueden manejar la sociedad, sin hacerse cargo del problema; la frivolidad, de los que buscan parchar las fracturas con recetas añejas.

En 12 meses se amplificó y profundizó la dinámica de cambio de época en que nos encontramos; el desprestigio, especialmente de los políticos, me recuerda la película “El crepúsculo de los dioses”, estrenada en 1950 y protagonizada por Gloria Swanson.  Un clásico que retrata la decadencia de las estrellas del cine mudo y el triste ocaso de las figuras que no fueron capaces de evolucionar cuando se extinguió el medio que le daba sentido y valor a sus talentos.  La protagonista recibía cartas de admiradores sin saber que, en realidad, era su mayordomo quien se las enviaba y el único que aún la amaba.

Estamos frente a cambios que demandan nuevos líderes, otros actores  como los que reemplazaron a la generación del cine mudo, figuras como el propio Giorgio Jackson y, del otro lado, como Jaime Bellolio.

La libertad económica trajo, como era inevitable, la libertad política; ahora reclama movilidad social, transparencia, rechaza los privilegios derivados del poder o de la condición socioeconómica. Es hora que la elite cambie, se abra y acepte que no se puede tener el desarrollo económico del siglo XXI y una estructura social del XIX, en buen chileno eso es querer “chicha y chancho”.  Es eso o terminará como el personaje de Gloria Swanson: languideciendo y esperando las cartas que, en secreto, le envía su mayordomo.

Gonzalo Cordero
Abogado

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