Cómo los audífonos cambiaron la vida
<P>Fueron inventados en 1910 y luego de más de 100 años su gran triunfo ha sido crear, en espacios públicos como oficinas, calles y trenes subterráneos, verdaderos oasis de privacidad. Su uso no solo ha transformado nuestro vínculo con la música, sino la forma en que trabajamos y nos relacionamos. </P>
Si está leyendo este artículo en un computador, existe una muy buena probabilidad de que esté usando, o al menos tenga al alcance de la mano, un par de audífonos. Visitar una oficina moderna es entrar en una habitación en la que se está reproduciendo una docena de canciones, pero donde no se puede escuchar ninguna. Prácticamente el 50% de los empleados jóvenes escucha música en sus audífonos mientras realiza sus labores y la vasta mayoría piensa que esta práctica nos vuelve mejores trabajadores (1). En encuesta tras encuesta reportamos, con bastante confianza, que la música nos vuelve más felices, que nos da mayor capacidad para concentrarnos y que nos hace más productivos a la hora de trabajar.
La ciencia dice que estamos equivocados. Escuchar música daña nuestra habilidad de recordar otros estímulos y cualquier canción popular (ya sea con un volumen alto o uno bajo) reduce el desempeño general de personas extravertidas e introvertidas. Un estudio taiwanés (2) ligó la música que incluye letras a menores índices de concentración en estudiantes universitarios, mientras otras investigaciones han mostrado que la música que incorpora palabras perturba la capacidad de procesamiento verbal del cerebro. "Dado que el silencio mostró generar la mejor productividad general, sería aconsejable que las personas trabajaran en un ambiente sin ruidos", señaló tajantemente otro estudio (3).
Si los audífonos son tan malos para la productividad, ¿por qué tanta gente en el trabajo usa estos aparatos?
Existe una respuesta económica. Los países occidentales han pasado de ser economías basadas en la manufactura y la agricultura a convertirse en economías de servicio, y más trabajos demandan niveles más altos de creatividad. Esto lleva a una respuesta lógica: dado que el 70% de los empleados de oficinas opera en cubículos o espacios de trabajo abiertos, es más importante crear una especie de capullo propio de sonido.
Eso nos lleva a una respuesta sicológica: existe evidencia de que la música relaja nuestros músculos y mejora nuestro ánimo (4) e, incluso, puede reducir moderadamente la presión sanguínea, el ritmo cardíaco y la ansiedad. Lo que la música nos quita en concentración aguda, nos lo devuelve bajo la forma de buenas vibras.
Esto nos lleva finalmente a nuestra respuesta de tipo cultural: los audífonos nos dan control absoluto de nuestro ambiente de audio, permitiéndonos privatizar nuestros espacios públicos. Esto es un avance importante para los densos ambientes de oficina en una economía de servicios. Pero también representa nada menos que un cambio fundamental en la relación de los humanos con la música y con su entorno.
Breve historia de la música privada
En 1910, la división de radio de la Armada de Estados Unidos recibió una extraña carta desde Salt Lake City, escrita con tinta púrpura y en una hoja de papel de color rosáceo. Quien haya sido la persona que abrió el sobre probablemente no esperaba leer algo de quien se convertiría en el próximo Thomas Edison. Pero la invención descrita en su interior representaba la apoteosis de uno de los hallazgos más famosos e incompletos de Edison: la creación de sonido a partir de señales eléctricas.
El autor de la nota, un excéntrico inventor de Utah llamado Nathaniel Baldwin, realizaba la extraordinaria afirmación de que había construido en su cocina una nueva clase de auriculares que podían amplificar el sonido. Los militares pidieron una prueba. Se impresionaron por completo. Los oficiales de radio navales exigieron estos "auriculares cómodos y eficientes" cuando la I Guerra Mundial estaba a punto de empezar. Y así nacieron los audífonos modernos.
El propósito del audífono es concentrar un sonido tranquilo y privado en el oído de quien escucha. Esta es una desviación significativa del propósito social que ha tenido la música en la historia. "La música y la danza coevolucionaron biológicamente y culturalmente para servir como una tecnología del nexo social", escriben el biomusicólogo Nils L. Wallin y el neurocientífico Björn Merker en el libro Los orígenes de la música.
Las canciones no dejaron fósiles visibles, pero las evidencias de notas musicales se remontan al menos hasta Sumeria. En 1995, arqueólogos descubrieron una flauta de hueso en el sur de Europa que tendría 44.000 años de antigüedad.
El siglo XX generó varios cambios en la tecnología de la música. La radio hizo que la música fuera transmisible. Los autos lograron que la música fuera móvil. Los parlantes la volvieron grande y estruendosa y los chips de silicio la empequeñecieron. Pero los audífonos tal vez representen el punto de inflexión más importante en la historia de la música.
Si la música evolucionó como un pegamento social para nuestra especie -como una forma de generar grupos y mantenerlos unidos-, los audífonos cambiaron dramáticamente eso: permiten que la música sea disfrutada sin amigos, como una forma de saborear nuestra privacidad en una especie de soledad aumentada. En 1958, el jazzista estadounidense John C. Koss inventó un set de audífonos estéreo "diseñados específicamente para el consumo de música personal", reportó Virginia Heffernan para New York Times. "En esa década, de acuerdo con Keir Keightley, un profesor de estudios de medios en la U. de Western Ontario (Canadá), los hombres de clase media comenzaron a aislarse de sus familias usando gigantescos audífonos y equipos de alta definición", agrega. Los auriculares hicieron por la música lo que la escritura y el alfabetismo lograron por el lenguaje: la volvieron privada.
Solitarios, pero juntos
"La soledad es una de las primeras cosas que las personas buscan conseguir con su dinero", escribió Stephen March en una de las recientes historias de portada de The Atlantic. "El precio de la autodeterminación y la autodependencia a menudo ha sido la soledad. Las personas siempre han estado dispuestas a pagar ese precio", añade este novelista estadounidense.
Es fácil, y por lo tanto popular, decir que los audífonos nos vuelven antisociales o encerrados en nosotros mismos (5). Pero March tiene razón. La riqueza puede comprar -y la tecnología puede satisfacer- la independencia que la gente siempre ha buscado. Las personas siempre han tenido pensamientos privados. Los audífonos tienen la capacidad de lograr que la música actúe como nuestros pensamientos. Algo que nadie más puede escuchar. Algo que podemos elegir compartir.
El doctor Michael Bull, un experto en dispositivos musicales personales de la Universidad de Sussex (Gran Bretaña), ha afirmado repetidamente que estos aparatos cambian nuestra relación con los espacios públicos. "A la gente le gusta controlar su ambiente, y la música es el medio más poderoso para el manejo del pensamiento, el ánimo y el movimiento", dijo a revista Wired (6).
Controlar nuestro ambiente público es más importante ahora que las personas están empezando a dejar de apartarse de la densidad citadina. Muchas áreas suburbanas languidecen, mientras los centros urbanos prosperan. "Hoy las propiedades más valiosas están en zonas urbanas que se recorren a pie", reportó Christopher B. Leinberger en un reciente informe de Brookings. En una sociedad que se reurbaniza, el audífono es el nuevo estéreo del automóvil. "En el espacio urbano, mientras más habitado esté, más seguro te sientes. Te sientes más resguardado si puedes sentir la presencia de esa gente, pero no quieres interactuar con ellos", dice Bull.
La música personal crea un escudo tanto para quienes escuchan como para aquellos que caminan a nuestro alrededor. Los audífonos generan sus propias reglas de etiqueta. Asumimos que las personas que los usan están ocupados o totalmente abstraídos, así que ahora la gente los usa para parecer ocupada o abstraída, incluso sin música. Usar audífonos sin sonido es ahora una solución común en las oficinas para los bloqueos productivos.
La invención elaborada por Baldwin para la Armada de EE.UU. se ha vuelto un accesorio social con un mensaje explícito: "Estoy aquí, pero estoy aislado". En un caos de gente y actividad, dos trozos de plástico conectados por un cable crean un aura de privacidad.
Sonido y trabajo
Aún no respondemos la primera pregunta que planteamos: si los audífonos son tan malos para la productividad, ¿por qué tanta gente los usa en el trabajo?
No se trata solo de que los auriculares generen privacidad en espacios públicos. También se debe a que la música nos permite relajarnos, reflexionar y hacer una pausa. El resultado del relajo, la reflexión y la pausa no se registra en mediciones de productividad elaboradas minuto a minuto. En momentos de atención extrema, nuestro foco de atención se dirige hacia el exterior, hacia el problema, en lugar de hacia el interior, hacia nuestra intuición y perspicacia.
"Cuando nuestras mentes están relajadas, cuando esas ondas alfa recorren el cerebro, somos más propensos a enfocar nuestra atención hacia el interior", escribe el divulgador científico Jonah Lehrer en el libro Imaginen. "Las respuestas han estado ahí todo el tiempo. Simplemente no estábamos escuchando", agrega.
En un mundo sobrepoblado, los bienes raíces son el recurso escaso definitivo, y un set de audífonos es una pequeña cerca invisible alrededor de nuestras mentes, generando espacio, creando separación, ayudándonos a escucharnos a nosotros mismos.
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