Cómo se viven dos tomas en los extremos del Simce

<P>Un liceo en Ñuñoa y otro en Estación Central. Uno es de los mejores en resultados y otro, está entre los más bajos en la evaluación. Sin embargo, ambos lugares están en toma. Acá, los voceros de cada una, cuenta por qué.</P>




N la esquina de Juan Moya con Avenida Grecia se levanta un liceo circundado por barrotes de metal, en el que se entrecruzan sillas que se ven como nuevas, de color azul y naranja brillante.

En el segundo piso del edificio, cuatro amigos caminan por un largo pasillo de cerámica. Uno tararea la canción de la película Perros de la Calle, mientras avanzan hacia el sur. La galería está oscura y fría (está en el ala oriente del edificio), pero ellos caminan hacia el final del corredor en donde hay un poco más de luz. Así, sus cuerpos se transforman sólo en siluetas: una espigada, otra de espalda ancha, otra pequeña y otra de pelo chascón. Cuando cruzan el pasillo, otro dice: "Sí, somos como los de la película". Y se miran. Y caminan como si no tuvieran nada que perder. Con ese desgarbo que se tiene a los 15, pero con la seguridad que da una edad en donde se puede hacer todo, porque no se pierde nada. Así lo creen ellos.

Cristián y Bastián son de tercero medio, uno del matemático, el otro, del humanista. Franco es de segundo medio y Gabriel, de primero. Los cuatro, ahora son amigos, pero antes de que se tomaran el liceo República de Siria en Ñuñoa, apenas se conocían de vista. Desde hace un mes y tres semanas ellos y otros compañeros del colegio se quedan a dormir, hacen rondas de vigilancia y se organizan para no recibir "sorpresas de extraños".

Cuentan que cuando iniciaban la toma, tuvieron el ataque de un grupo de ebrios que quiso entrar al recinto. Los escolares dicen que respondieron defendiendo el lugar, mientras los extraños tiraban piedras hacia el interior. Esa pelea terminó con un ventanal roto en la fachada del recinto. Pero no es el único roto. Hacia el lado poniente del edificio, ellos mismos rompieron uno jugando con un skate.

El República de Siria se inauguró en 2009 y fue presentado como un colegio municipal con tecnología de punta para cada alumno. Un establecimiento modelo en el cual había pizarras interactivas, computadores para cada estudiante, sistema de ingreso a cada aula a través de huella digital y data show en las salas de clases. Y que, además, alcanzó rápidamente un buen nivel en las evaluaciones. Es uno de los seis mejores liceos del país en el último Simce de Segundo Medio, con 327 puntos en lenguaje y 349 en matemáticas. Así y todo sus alumnos están en toma y se apropiaron del colegio, con los profesores y la directora sabiendo que eso iba a pasar. "Cuando ellos manifestaron la intención de hacer la toma, se les dio la oportunidad de hacer una votación democrática y acatar lo que pasara. Pero uno nunca pensó que iba a ser tanto tiempo. Pensamos que iba a ser una cosa de uno o dos días. Yo creo hasta el día de hoy nadie pensó que iba a ser tan largo", dice Carmen Salazar, directora del establecimiento.

En el liceo Estación Central, en la comuna del mismo nombre, la infraestructura es muy distinta al edificio del República de Siria. La entrada por calle Purísima, a un costado de la Teletón, tiene una larga muralla con rayados de todo tipo y pintura gastada que dan la bienvenida. Las llaves del liceo se han perdido y, para entrar, hay que pasarse por encima de la pared.

Juan y Gabriel, voceros de la toma, son de segundo y tercero medio y están en toma hace casi tres meses. Hablan rápido como con ansias de contar cosas. Quieren mostrar el lugar, decir qué piden, explicar por qué si no quieren que el liceo cierre sus puertas (una fuga masiva de matrículas derivada de la inexistencia de clases podría terminar en eso) se lo tomaron igual.

Mientras caminan por el colegio suben las escaleras y muestran que no tienen antideslizante, que la red húmeda no está en buen estado, que las salas oscuras y la pintura descascarada los "bajonean" y que el piso de cerámica en las salas es helado en invierno.

Dicen que no sueñan con tener pizarras interactivas, pero al menos sí de melamina en buen estado y sin esa especie de líneas grabadas por alguna punta de compás, que enreda los escritos que hacen los profesores. No piden computadores para cada uno, pero sí más de un par para consultar sus tareas. También camarines sin duchas oxidadas, sin cables de corriente al aire y agua caliente. Además, que no los molesten diciéndoles que son los peores en el Simce de Segundo Medio, con 210 puntos en lenguaje y 182 en matemáticas.

La verdad es que son los penúltimos en la lista de resultados, un puesto antes de un liceo de Lo Espejo que finaliza los puntajes. "Dígalo con confianza. Somos los peorcitos", dice Juan, con resignación, mientras sube una comisura de la boca, pero baja la vista y levanta los hombros. "Pero nuestros profesores son excelentes", aclara y sigue, "lo que pasa es que uno acá se desmotiva. Todo está feo, sin color, sin brillo".

De vuelta en Ñuñoa, a las dos de la tarde, un grupo de niñas se sienta en una gran manta con papeles y lápices de colores. Se acomodan con sus bandejas de comida para almorzar. Croquetas de atún, puré, apio y naranja de postre en el menú. Se ve apetitoso y los chicos van por los suyo también. Incluso en toma, reciben la alimentación de la Junaeb. Los estudiantes lo agradecen y saludan de beso a las "tías" que les sirven la comida. Se sientan en el patio a comer y explican por qué si tienen un colegio modelo se lo tomaron y exigen mejoras.

"Yo estoy aburrido de que los apoderados y los vecinos nos pregunten por qué si tenemos buena educación estamos movilizados. No tenemos educación integral, por ende, no tenemos buena educación. La buena educación no va por una prueba Simce o por los puntajes en la PSU. En estos liceos falta que nos enseñen educación cívica, por ejemplo. Además, no es posible que tengamos 10 horas de lenguaje y matemáticas y dos horas de música que son para ver películas, no tenemos instrumentos ni un lugar para hacer actividad física como corresponde", afirma Bastián.

Más tarde, al otro lado de Santiago, en el Liceo Estación Central, Juan mira las paredes de su liceo y explica: "Al estar en un lugar así de precario, uno siempre va ser un tipo conformista, desmotivado, que no quiere acceder a más. Por eso una buena educación y un lugar apto para ello, es la mejor herramienta que se puede recibir, sobre todo para romper el círculo de la pobreza".

En el liceo de Juan hay gimnasio y las salas son amplias, a diferencia de lo que se puede ver en el República de Siria. Pero Juan dice que les gustaría tener clases más didácticas y dinámicas y un laboratorio de química y biología para experimentar.

"Queremos hacer las clases, eso es lo que hacemos y lo que sabemos hacer", dice la directora del Liceo República de Siria. Mientras, el alcalde de Estación Central, Rodrigo Delgado explica: "Una de las cosas que le reconozco a los estudiantes es que no han hecho ningún tipo de destrozo, todo lo contrario, se han preocupado de pintar y nosotros hemos puesto la pintura incluso. Pero en el fondo lo que les he pedido es que depongan la toma, porque si no, corremos el riesgo de quedarnos sin subvención para ese liceo". Eso significaría que se podría cerrar y cientos de niños tendrían que irse a otros liceos o escuelas. Además, de que los profesores podrían quedarse sin trabajo, asevera el edil.

Los escolares de Ñuñoa saben eso. Los de Estación Central también. Y ambos en los extremos del Simce dicen que se van a quedar en la toma hasta el final.

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