Con homenaje despidieron a Ernesto Sabato, el gran pesimista de las letras argentinas

<P>El autor de <I>El túnel </I>murió el sábado en Santos Lugares, localidad donde vivía. Tenía 99 años. Su casa será declarada patrimonio cultural.</P>




Estaba encerrado hace años en Santos Lugares. Ya ni siquiera salía a dar paseos. Lo arrinconaba la ceguera y sus últimos cartuchos los quemó en la pintura. Había dejado de escribir hace tiempo, pero la verdad es que nunca escribió demasiado. "Escribo lo que creo que es indispensable", dijo alguna vez el escritor argentino Ernesto Sabato, a quien sólo le bastaron tres novelas para ocupar un sitio ineludible en la literatura latinoamericana del siglo XX. Justo antes de cumplir 100 años, el autor de El túnel falleció el sábado en su casa, tras sufrir un cuadro de bronquitis y neumonía.

Por expresa petición del escritor, sus restos fueron velados, hasta el mediodía de ayer, en el club social Defensores de Santos Lugares, donde solía jugar dominó. Luego una carroza lo condujo, a las 14 horas, hasta el cementerio Jardín de Paz, de Pilar, provincia de Buenos Aires, donde fue enterrado. Además, Sabato recibió sendos homenajes en la Feria del Libro de Buenos Aires. Uno de ellos lo organizó la Sociedad de Escritores Argentinos y destacó su compromiso con los derechos humanos. El otro estuvo a cargo de la Fundación el Libro, el Instituto Cultural de la ciudad y contó con la presencia del hijo del autor, Mario Sabato. Allí se anunció que su casa en Santos Lugares será declarada patrimonio cultural.

Hombre político, físico de formación, novelista tardío y ensayista, Sabato fue un autor que miró con decepción el progreso de la ciencia y en sus libros exploró siempre los rasgos más oscuros del ser humano. Alejado hace varios años de la vida pública por su avanzada edad, estaba sumido en una rutina silenciosa, en la que todas las tardes le leían. Su esposa, Matilde Kusminsky Richter, había fallecido en 1998. Frágil, en los últimos años entraba y salía del hospital. En 2004 publicó su libro de memorias España en los diarios de mi vejez. Su última novela fue Abaddón el exterminador de 1974.

Nacido el 24 de junio de 1911 en Buenos Aires, Sabato fue un activo comunista y llegó a secretario general de la Federacion Comunista Argentina, pero el rumbo que le imprimió Stalin a la Unión Soviética lo decepcionó. Antes de entrar en la literatura, desarrolló una exitosa carrera en la ciencia. Después de doctorarse en Física en la Universidad de La Plata, a fines de los 40, fue investigador en áreas atómicas en el Laboratorio Curie, en Francia. Luego sería parte del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT). Algo se iba a quebrar en ese camino.

"En 1938 trabajaba en el Laboratorio Curie. Me da risa y asco contra mí mismo cuando me recuerdo entre electrómetros, soportando todavía la estrechez espiritual y la vanidad de aquellos cientistas, vanidad tanto más despreciable porque se revestía siempre de frases sobre la Humanidad, el Progreso y otros fetiches abstractos por el estilo; mientras se aproximaba la guerra, en la que esa Ciencia iba a ser el instrumento de la matanza mecanizada", anotó en el ensayo Hombres y engranajes.

En París frecuentó a los últimos surrealistas y empezó a meditar una decisión: en 1943 abandonó la ciencia y, en un giro radical, se fue a vivir a una zona rural de Córdoba, sin luz ni agua potable. Se dedicó a escribir. Entabló un lazo con el grupo de la revista Sur: Victoria Ocampo, Aldofo Bioy Casares, Jorge Luis Borges. En 1947 la revista editó su primera novela: El túnel.

Llevada al cine por Leon Klimovsky, El túnel fue un clásico instantáneo de la literatura existencialista latinoamericana. Alabada por Albert Camus y Thomas Mann, narra la historia del pintor paranoico Juan Pablo Castel: está encarcelado por matar a María Iribarne y nos relata en qué circunstancias cometió el crimen. En los 50, el escritor tuvo una agitada vida pública.

En 1955 colaboró con la dictadura que derrocó a Juan Domingo Perón, para luego abandorla denunciando sus prácticas de tortura. En su libro El otro rostro del peronismo (1956), elogia a Evita Perón y sus seguidores. En 1958, bajo el gobierno de Arturo Frondize, asume como director de Relaciones Culturales de la Cancillería, pero al año siguiente renuncia por discrepancias con las autoridades. En medio de su zizagueante andar político, da forma a su mayor obra.

Publicada en 1961, Sobre héroes y tumbas narra la decadencia de una familia oligárquica argentina en los días finales del peronismo. También, reconstruye la muerte del general Juan Lavalle, héroe de la Independencia de Argentina. Historia de amor, locura y muerte, la novela incluye Informe sobre ciegos, un paranoico relato sobre una conjura secreta de los ciegos. Relato terrible sobre la Argentina de mitad de siglo, para Claudio Magris justifica el nombre de Sabato en la literatura en español: "Sobre héroes y tumbas es una odisea épica en la totalidad de la vida y viaje a los infiernos. Es más que suficiente, en una vida humana, haber escrito un solo libro, una obra maestra como esa", dijo.

Pasaron 13 años para que Sabato volviera con una novela: Abaddón el exterminador (1974). Libro mestizo, a medio camino entre la ficción, el ensayo y la autobiografía, lo confirmó como un narrador fuera de las modas latinoamericanas del momento. "Quería escribir algo que fuera un cuestionamiento a la ficción, una forma de indagar la forma misma del género, sus posibilidades y sus límites, el secreto de sus orígenes en lo más profundo del alma humana", dijo el escritor, que nunca más publicó un libro de ficción.

Paralelamente su amistad con Borges se profundizaba y problematizaba. Llegó a su punto más alto en 1976, cuando lanzó el libro Diálogo con Borges. En adelante, la amistad iría cuesta abajo: "La política nos separó", diría Sabato. El autor de Ficciones sería algo más cruel. En un momento en que Ernesto Sabato estaba "pobrísimo", Borges decía: "Traté de compadecerlo pero no puedo: es difícil compadecerse de Sabato".

Una de las últimas imágenes públicas de ambos escritores data de mayo de 1976: Borges y Sabato, entre otros intelectuales transandinos, asisten a un almuerzo con el dictador argentino Jorge Videla. La escena perseguirá por años al autor de El túnel, quien 10 años después dirigirá la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas, que investiga justamente los atropellos a los derechos humanos durante la dictadura de Videla. El resultado es un libro, firmado por el escritor, llamado Nunca Más y conocido como Informe Sabato. El texto fue clave para los juicios a las juntas militares, solicitados por el Presidente Raúl Alfonsín.

"¡Yo soy un anarquista! Un anarquista en el sentido mejor de la palabra. La gente cree que anarquista es el que pone bombas, pero anarquistas han sido los grandes espíritus, como León Tolstoi", diría Sabato.

Galardonado en 1984 con el Premio Cervantes, en los 90 fue una figura internacional, aplaudida y reverenciada. De a poco fue saliendo de la esfera pública y concentrándose en su retiro en Santos Lugares, localidad en las afueras de Buenos Aires. En 1999 lanzó Antes del fin, un libro sombrío de tintes apocalíticos que él llamó su "testamento espiritual". Insistió en las reflexiones de última hora en el libro La resistencia (2000). Luego se dedicó a la pintura, su otra gran pasión. "Voy a morir pintando. La pintura es muy sana. Me ayuda a vivir más y con más alegría", aseguró, pero en los últimos años lo acechó la ceguera, la misma que había temido intensamente.

Comenta

Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.