Cornelius Gurlitt: "Decir adiós a mis pinturas fue lo más doloroso"
<P> El heredero del "tesoro de Munich" habló en exclusiva con el semanario alemán <I>Der Spiegel</I>.</P>
Por más de 50 años nadie se interesó en la vida apacible que llevaba Cornelius Gurlitt. No había en ella nada extraordinario: un tipo solitario que nunca se casó y que vivió hasta el último tiempo con su madre, en un cómodo departamento en Munich. Habían detalles curiosos, claro, como que a pesar de que vivía hace años en Alemania, usaba un pasaporte suizo. O que aún a su avanzada edad, 80 años, nunca usó ningún beneficio estatal ni previsión de salud. Todos sus gastos de alimentación y médicos los pagaba en efectivo, si bien nunca tuvo un empleo.
Entonces ¿de dónde venía el dinero de Gurlitt? Esa fue la pregunta que se hicieron funcionarios de aduana cuando en una inspección de rutina en un tren de Suiza, en 2012, encontraron en su chaqueta un sobre con US$ 13 mil, demasiado dinero para un anciano cesante. Las investigaciones llevaron al mayor hallazgo de arte del siglo XX: en su departamento, Gurlitt guardaba una colección de 1.400 piezas, entre ellas cuadros de Marc Chagall, Otto Dix, Gustave Courbet, Pablo Picasso y Henri Matisse, heredadas de su padre Hildebrand, un marchante que impulsó el arte moderno en Alemania, que luego hizo negocios con los nazis, vendiendo valiosas obras calificadas como "arte degenerado", muchas de ellas de coleccionistas judíos. Gracias a éstas, Cornelius Gurlitt nunca enfrentó apuros económicos.
Recién en octubre pasado, el semanario alemán Focus destapó la noticia del "tesoro de Munich", que fue confiscado por agentes de aduana. La polémica se encendió en torno al largo silencio de la policía y al reclamo de las obras por parte de los familiares de judíos perseguidos, pero del paradero de Cornelius Gurlitt no había información. La revista París Match publicó las primeras fotos del anciano en un supermercado; sin embargo, las primeras palabras de Gurlitt las recogió este domingo el semanario Der Spiegel, luego de que la periodista Özlem Gezer mantuviera una entrevista en exclusiva con él, durante una visita de rutina, en tren, a su médico en un pueblito al sur de Alemania.
Un hombre solo
"Nunca he cometido ningún delito e incluso si lo hubiera hecho ya habría prescrito. Si fuese culpable ya estaría en la cárcel", se defiende Gurlitt en la entrevista con Der Spiegel. El anciano dice que no comprende la persecución de la prensa, por qué de la noche a la mañana se ha hecho una figura pública, y ve horrorizado las imágenes de sus pinturas publicadas en los diarios. "¿Qué tipo de Estado es el que pone mi propiedad privada a la vista? Nunca he querido tener nada que ver con el Estado", agrega y asegura que paga sus impuestos puntualmente. En 2012 vendió, en una casa de subastas en Lempertz, The Lion Tamer, una pintura del expresionista Max Beckham, recibiendo US$ 540 mil, con lo que habría pagado sus hospitalizaciones. Ahora, Gurlitt espera recuperar sus cuadros para vender uno de Max Liebermann, los restantes volverían a su apartamento.
Gurlitt afirma que la procedencia de los cuadros es legal. Su padre habría comprado las obras a museos alemanes y a otros marchantes de arte, y sólo habría cooperado con los nazis porque quería evitar que las pinturas fuesen destruidas. Para él, Hildebrand Gurlitt fue un héroe y se lamenta no haber podido defender la herencia. "Si yo hubiera vivido en otro lugar, todo esto no hubiese sucedido", señala aludiendo al cambio de casa que emprendió su madre, de Suiza a Munich, luego de la muerte de su padre. Munich "es la fuente de todo mal", dice Gurlitt a Der Spiegel.
El semanario alemán lo describe como un anciano preso de las circunstancias. Un hombre solitario que estudió arte para complacer a su padre y que nunca cuestionó de dónde venían las pinturas; sin embargo, él debió asumir ahora la responsabilidad de todo. Su hermana Benita, una historiadora del arte menor que él, murió de cáncer en 2012. Gurlitt se queja de su temprana partida. "Ella era dos años más joven que yo y se casó. Ella debería haberme sobrevivido. Habría heredado todo, habría sabido lidiar con esto. Ahora todo está tan mal", expresa.
Gurlitt está solo. Ya perdió a su familia y ahora ve en peligro su colección: "Decir adiós a mis pinturas fue lo más doloroso. Realmente he echado de menos los cuadros, de eso me doy cuenta ahora", dice. Gurlitt está esperanzado aún de que las obras vuelvan a él. "No voy a renunciar a nada voluntariamente. El fiscal tiene lo suficiente para que me exoneren", remata.
Comenta
Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.