Costa de Albania, vistazos de una Europa desconocida

<P>Desde Vlora hasta las magnéticas islas de Ksamil, el litoral albanés ofrece abundantes playas, tranquilidad y gastronomía marina de excepción. Todo en un país que se abre poco a poco al turismo. </P>




PARECIERA que Albania vive bajo las sombras de su pasado. El historial bélico de la región de los Balcanes, junto a sus 46 años de régimen comunista y al poco conocimiento que se tiene de esta parte de Europa del Este, son suficientes para generar ciertas aprensiones a la hora de buscar destinos de viaje.

Sin embargo, Albania es una invitación contundente a no juzgar un libro por su tapa. A lo largo de su montañosa geografía y, especialmente desde el centro hacia el sur del país, el territorio albanés es una cachetada a los prejuicios, que destaca por sus atractivos naturales y culturales que compiten con varios de los principales destinos europeos.

Playas de ensueño, pequeños poblados de montaña, joyas arquitectónicas y ciudades con marcadas tradiciones balcánicas, son algunas de las características de un país por el que transitar es, también, un desafío. La barrera idiomática es grande -los locales casi no salen de su albanés nativo- e, incluso, hasta al usar señas existen confusiones: aquí asienten con la cabeza para decir "no", mientras que mover la cabeza de lado a lado quiere decir "sí", lo que deja atónitos a los visitantes.

De cualquier modo, los viajeros hallarán aquí precios muy bajos y gente amigable y servicial con los extranjeros.

Hay muchos lugares de ensueño para elegir en el extremo sur del mar Adriático que comienza en Vlora, el segundo puerto más grande del país. La ciudad, que se conecta con Italia vía ferry, es un importante centro de veraneo y tiene una serie de castillos y monasterios que pueden ser visitados, además del monumento Sheshi i Flamurit, que conmemora la celebración de Independencia, firmada en la ciudad.

Casi de forma exponencial, mientras más al sur viaje, mejores costas podrá recorrer. La primera aproximación al edén que aparecerá en el camino es Dhermi. Aguas cristalinas, playa de piedras y mucha tranquilidad caracterizan a este pueblito donde el tiempo pasa más lento. Hay una amplia oferta de cafés y restaurantes y los fanáticos de pescados y mariscos no se querrán mover de aquí.

Como en todo el territorio albanés, en Dhermi se podrán divisar numerosos búnkers de guerra abandonados en medio de la playa. Durante los años 70, Albania construyó más de 700 mil refugios -uno por cada cuatro habitantes- para ser utilizados durante el régimen comunista en caso de ataques.

Siguiendo la ruta viajera, 10 km al sur de Dhermi está Himare, pequeña ciudad que, a su vez, da nombre a la región. Notablemente más urbanizada, cuenta con variados servicios. En caso de recorrer la costa arrendando un auto -cómoda opción debido a los irregulares horarios de los buses-, Himare es un buen punto para abastecerse. Pero vale más la pena seguir hacia el sur en la búsqueda del trozo perfecto de mar: los próximos 50 km de carretera entre cuestas estarán repletos de playas deshabitadas, donde se puede disfrutar del sol y la calma antes de volver a alguna ciudad para pasar la noche. Los aventureros no tendrán ningún problema para instalar una carpa en las costas desiertas.

Ya en el extremo sur, viene la gran guinda de la torta: Saranda, ciudad grande con extensa red de hotelería y turismo. Su cercanía con la isla griega de Corfu -se puede divisar desde suelo albanés- la hace un destino ideal para visitar por el día desde Grecia.

Saranda permite apreciar de cerca algunas costumbres balcánicas. Todas las tardes si el tiempo acompaña, la gente sale a pasear por la costanera, sobre todo al atardecer. Tomar un aperitivo o comer en alguno de los restaurantes o simplemente disfrutar de un tradicional choclo rostizado o un trozo de burek -masa rellena de carne- será suficiente para tomarle el ritmo a la ciudad.

¿Diversión nocturna? Visite la playa Mango, rodeada de acantilados y que ofrece el mejor club-restaurante de la ciudad.

Quince kilómetros al sur de la ciudad está la gran perla albanesa, las islas de Ksamil. El lugar es un archipiélago de cuatro islas, ubicado dentro de los límites del Parque Nacional de Butrint. Es uno de los parajes más idílicos de la región, con aguas de perfecto color turquesa y una tranquilidad única.

En la villa de Ksamil hay varios bares y restaurantes con gastronomía local y pescados frescos. Además de practicar deportes acuáticos, se puede cruzar a nado hacia las islas, que están a 100 m del continente.

Valores arqueológicos

Más al sur de Ksamil la arqueología le quita protagonismo al mar. Las ruinas de la prehistórica Butrint se consideran uno de los principales valores turísticos de Albania, pese a que solo se ha descubierto una quinta parte de sus construcciones, es parte del Patrimonio de la Humanidad de la Unesco.

En la misma línea se encuentran Berat y Gjirokastër. Los centros históricos de ambas ciudades se declararon patrimoniales por ser ejemplos emblemáticos de la arquitectura del Imperio Turco Otomano. En la pequeña Berat, conocida como la "ciudad de las mil ventanas" por su particular arquitectura, se puede visitar la Ciudadela de Kala, en lo alto del cerro que se encuentra junto a la ciudad, y variadas mezquitas de tiempos otomanos.

Gjirokastër, en tanto, se sitúa casi al final del territorio en su extremo sur y es famosa por su castillo en lo alto de un cerro que vigila todo el valle. Además, vale la pena perderse en el Bazar Antiguo, que aún funciona como centro comercial. Aquí también se puede visitar la casa natal del escritor Ismail Kadaré, el único artista albanés que se ha instalado con éxito en la literatura occidental.

Un viaje a Albania es una aventura a lo desconocido. Una travesía por rutas fuera de los circuitos comunes que le dará impensados recuerdos y lo llevará por sitios inigualables. El país, su cultura y sus paisajes lo cautivarán.

Comenta

Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.